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    4 de mayo de 2025

RAUL HERAS

Demasiada adulación a la Princesa de Asturias en su jura de la Constitución por parte de casi todos los medios de comunicación, con las televisiones cargadas de almibar a la carta en cabeza. Flaco favor le han hecho y le van a seguir haciendo todos los que forma machacona ensalzan su belleza y sus dotes para reinar. Lo primero es visible, para lo segundo habrá que esperar. Le van a impedir comprobar en primera persona la realidad política y social de España, que no es la de los 600 congresistas y senadores que ocuparon el Hemiciclo y le brindaron cuatro minutos de aplausos. Es otra bastante distinta. La clase política se ha alejado de los ciudadanos y éstos se han alejado de las instituciones, también de la Monarquía.
El sábado, Pedro Sánchez conseguía el apoyo total del Comité Federal del PSOE para “ en nombre de España” aprobar una amnistía para todos los condenados por los hechos ocurridos el uno de octubre de 2017 en Cataluña. El domingo en Málaga, Alberto Núñez Feijóo reunía a varios miles de personas en nombre de España, en contra de esa misma amnistía. Lo mismo que hacía en Madrid Santiago Abascal, también en nombre de España. En apenas tres meses nuestro país se ha convertido en “ La Malquerida “ que escribió Jacinto Benavente nueve años antes de que le dieran el Premio Nobel.
La representación oficial del pacto entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz tenía mucho de teatral y poco de política. Pensar que el líder del PSOE y presidente en funciones y la líder de Sumar ( que no de Podemos ) y vicepresidenta empeñada en que cada una de sus intervenciones públicas trasladen más a sus oyentes sus evidentes carencias formativas, iban a avanzar en el laborioso pacto de investidura que debería celebrarse a mediados de noviembre, era y sigue siendo una pesadilla en la que, en el centro de la misma, aparecen cogidos de la mano los nacionalistas catalanes y vascos.
Tienen una edad parecida y la misma necesidad al frente de sus países. A Benjamin Natanyahu le conocen en Israel como el “Rey Bibi “ y a Vladimir Putin, cuando estaba en la KGB le apodaron, por su aspecto, como “Polilla pálida”. Los dos no tienen ningún escrúpulo a la hora de mandar disparar sobre sus adversarios, sean cuales sean las víctimas colaterales de los misiles y las bombas. Sus guerras, las de hoya como las de ayer y las de mañana, cuentan con un fuerte componente religioso y sienten que están bendecidas por una simple razón: sus países, Israel y Rusia -más el primero que el segundo - desaparecerían si pierden.
Ni el presidente del Gobierno en funciones, ni el líder de la oposición, también en funciones, podrán aguantar cuatro años de Legislatura en las condicione de desmembramiento político que existe en los partidos españoles. Pedro Sánchez puede conseguir los votos necesarios para lograr la investidura pero no podrá estar gobernando bajo la presión constante de miembros de su propio Consejo de Ministros y del resto de los partidos que le hayan apoyado. Lo mismo cabe decir de Alberto Núñez Feijóo, obligado a cambiar de equipo tanto si se convocan de nuevo las elecciones como si tiene que estar cuatro años de oposición.
Es la insoportable levedad del ser, de la que escribió el checo Milán Kundera hace 40 años, la que cada día pone más difícil que Pedro Sánchez consiga los votos necesarios para seguir en La Moncloa. Esa levedad ideológica en los político, en lo económico y hasta en lo social tiene nombre y apellidos: el Sumar de Yolanda Díaz y las quince siglas que están bajo su cada vez menos blanco manto.
Están empeñados los dos grandes partidos en regresar al bipartidismo imperfecto de la Transición con la memoria de la España de Cánovas y Sagasta en su memoria. Una forma de repartirse el poder de forma civilizada para que de este país nuestro desaparezcan los sobresaltos y los gobiernos sean previsibles: diferencias en lo accesorio y acuerdos en lo fundamental. Para ello es fundamental que Núñez Feijóo logre deshacerse del Vox de Santiago Abascal, y que el PSOE de Pedro Sánchez siga apoyando la implacable destrucción del Podemos de Pablo Iglesias que lleva haciendo Yolanda Díaz.

Tiene de plazo hasta el 26 de noviembre para que una mayoría suficiente del Congreso apruebe su investidura. En el peor de los escenarios. Esa fecha marca los dos meses que tienen los partidos políticos para negociar los votos y lograr que salga a un presidente del Gobierno o asumir que se celebrarán nuevas elecciones el 14 de enero. Desde la primera votación perdida por el candidato Núñez Feijóo, el pasado día 27 de septiembre, el reloj del auténtico calvario para Pedro Sánchez se ha puesto en marcha.
El diputado Eduard Pujol ya tiene su pequeña nota a pie de página en la historia del Congreso. Ha protagonizado, con ayuda de la Mesa presidida por Francina Armengol, el último esperpento de la investidura fallida de Alberto Núñez Faijóo: votar si, cuando debía votar que no, darse cuenta de su error en menos de dos segundos, y hacer que la proclamación del resultado se demorase durante 15 largos minutos. No cambiaba el resultado final pero logró que todos los presentes en el Hemiciclo no pudiesen salir del mismo. El vicepresidente de la Cámara representando al PP quería que el candidato perdiese por un 177 a 173, mientras que el vicepresidente en representación del PSOE quería un rotundo 178 a 172. Solución salomónica de Armengol, el voto con las dos caras se consideró nulo.

Estamos los españoles atrapados entre la negrura pesimista del Godot que retrata Samuel Beckett y la madrastra ambiciosa que crearon los hermanos Grim. De nuevo, como a comienzos del siglo XVIII, un Rey debe decidir qué representación teatral se va a escenificar en el Congreso.
El candidato Núñez Feijóo ha convertido su sesión de investidura en la primera moción de censura a un gobierno que está en funciones y del que no se sabe si segurjrá con su actual composición en caso de que Pedro Sánchez logre en su propia investidura mantenerse en el poder. El líder del PP, que comenzó nervioso y hasta desorientado a la hora de explicar la España que quiere, se creció como el más duro y ocurrente de la oposición.
Cincuenta ml españoles llegados de toda España se concentraron el domingo 24 de septiembre de 2023 ( conviene recordar la fecha ) en Madrid convocados por el Partido Popular para manifestar su oposición a la posible amnistía para los condenados por el burdo intento de declarar independiente a Cataluña. Pocos españoles si miramos los 47 millones que conforman hoy España. Apenas el 0,1 por ciento. Eso dicen las matemáticas y me temo que ese mismo porcentaje es el que daría si preguntamos por el conocimiento de la Constitución a la que se dice defender.
Sin el apoyo constante de su gran “padrino” la vicepresidenta en funciones y líder de ese partido recién nacido que es Sumar no podría hacer frente a sus antiguas compañeras de Podemos. Yolanda Díaz necesita más que nunca a Pedro Sánchez y éste, a su vez, es consciente que el papel de negociador e intermediario co el nacionalismo vasco y catalán que hacia Pablo Iglesias no lo puede hacer la que a sí misma se ve como la auténtica reina roja de la izquierda patria. Pablo la quiso utilizar, al igual que está haciendo con Ione, Irene y Lilith. Pedro, más pronto que tarde, tendrá que prescindir de sus servicios. Es la ley de la selva, la que rige dentro de las manada.
El presidente más presidente que ha tenido el PP, José María Aznar, ha llamado a “salir a la calle” para oponerse a la posible amnistía de Puigdemont y compañía. Le marca la línea a seguir al sucesor de su sucesor, que casi nunca le hizo caso, más bien todo lo contrario. En el otro lado, el presidente más presidente que ha tenido el PSOE, Felipe González, no pide salir a la calle a los suyos pero si les incita a una nueva rebelión interna, a un “golpe palaciego” contra Sánchez como el que ya protagonizaron en 2016, que tan sólo sirvió para que el “expulsado” regresara para llevar al socialismo al poder cuando nadie lo esperaba.
Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar en un encuentro
Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar en un encuentro

Poli malo, poli bueno con Pedro Sánchez de culpable prisionero

La hemos leído en decenas de libros; la hemos visto en decenas de películas y series de televisión. La escena es siempre la misma, al igual que sus protagonistas. Cambian las caras y el escenario pero el guión siempre es el mismo. Unas veces es una comisaría de policía: otras, la sala de Juntas de una gran empresa. Incluso, con un poco de paciencia, la habremos visto en el vestuario de algún equipo de futbol. El juego entre el poli bueno, el poli malo y la víctima de ambos lo están representando de manera impecable el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, el líder de Junts, Carles Puigdemont, y el presidente en funciones, Pedro Sánchez.
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