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Entender a Putin es fácil, quiere ser el Zar de una Rusia imperial

Entender a Putin es fácil, quiere ser el Zar de una Rusia imperial

domingo 17 de marzo de 2024, 23:21h
Vivió desde una posición privilegiada - su puesto como espía de la KGB en Berlín - la destrucción de la antigua URSS y la caída en picado de Rusia, ya desde San Petersburgo, también como espía, pero dando los primeros pasos en su ascenso hacia el Kremlin. Vladimir Putin se ha sucedido a sí mismo por quinta vez ganando las elecciones presidenciales con casi un noventa por ciento de los votos, incluidos los de las Repúblicas del Donest anexionadas durante la guerra de Ucrania.
Estará de presidente de la Federación Rusa hasta 2030, más que ningún otro dirigente de su país. Sus ejemplos, para entender lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que va a hacer no son Boris Yeltsin, ni Josef Stalin y mucho menos Mijail Gorbachov o Nikita Kruschev, el dirigente que entregó Crimea a Ucrania a mediados del siglo pasado, tras la crisis de los misiles de Cuba. Su mirada se dirige mucho más atrás en la historia: a Catalina la Grande, la zarina que derrocó a su marido, Pedro II, tras nacer en la antigua Pomerania ( hoy Polonia ) y extender el poder de Rusia hasta el Mar Negro arrebatando Crimea a los turcos gracias al genio militar del almirante Potemkin, que además era su amante.

Putin se siente un Zar sin corona pero con igual o mayor poder que tenia Nicolás Romanov sobre su pueblo. Está convencido de que Occidente en general y Estados Unidos en particular engañaron a Gorbachov y que la OTAN es una amenaza tras ampliarse hasta las propias fronteras rusas, sin países interpuestos.

Es un dictador - 30 años en el poder - sin rivales que le estorben, sin complejos, sin remordimientos, con la misma determinación que tuvo Catalina durante los 35 años que reinó en Rusia. El poder no se comparte, se consigue y se hace todo lo posible, todo lo que sea necesario para mantenerlo.

El ruso que se hizo espía durante el largo mandato de Yuri Andrópov al frente de la poderosa KGB, que conoce sus debilidades económicas y sociales frente a las democracias occidentales, no quiere, ni puede, ni le dejarían perder los territorios ganados en Ucrania y que le permiten a Rusia unirse por tierra con Crimea.

Es su salida al Mar Negro, la mejor que tiene tras la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN y lo que significa en el control marítimo del Báltico. Depende y dependerá un mucho de Turquía y un muy mucho de China, por la salida al Pacífico. Su gran baza para negociar en este inicio del 2024, tras dos años de guerra en Ucrania, es el arsenal nuclear que posee, y el espacio, el lugar sin barreras geo estratégicas que lo limiten, al mismo tiempo que le sirve de amenaza a los que considera enemigos.

Entender a Putin es fácil. Lo es desde hace un cuarto de siglo. Utiliza todo lo que tiene a su alcance, incluida la Iglesia ortodoxa y el Patriarca de Moscú, con su asistencia a los actos religiosos pese a su histórico ateísmo. Ya tiene seis años por delante en el poder, más de lo que estarán los presidentes y primeros ministros que insisten en la necesidad que tiene Europa de impedir su victoria en Ucrania. En el horizonte solo están las elecciones norteamericanas y el resultado de las mismas. Todo lo demás es jugar con un conflicto nuclear que destruya el mundo que conocemos.