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La destrucción política que practican Feijóo y Sánchez que hace imposible la Democracia
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La destrucción política que practican Feijóo y Sánchez que hace imposible la Democracia

jueves 29 de febrero de 2024, 15:07h
Estaban preparados para la gran guerra desde hace meses. Esa destrucción que hace imposible la Democracia. Las elecciones andaluzas, primero, y las autonómicas, municipales y generales, más tarde, se convirtieron en la señal de salida
El partido Popular, con nuevo líder lllegado desde Galicia pero perfecto conocedor del partido y de los vaivenes que se suceden en el epicentro político de la Villa y Corte, Alberto Núñez Feijóo, creyó desde el primer momento que tenía la victoria asegurada, con o sin ayuda del Vox de Santiago Abascal. Tocaba cambio de ciclo y el PSOE de Pedro Sánchez daba su poder por perdido. El presidente en funciones logró, otra vez, lo que no había logrado en 2006: unir a independentistas con la izquierda más radical y mantenerse en La Moncloa. Dos escaños cambiaron el futuro.
Muy pocos podían sospechar o saber lo que iba a ocurrir apenas siete meses después y aún menos que la guerra partidista se iba a desatar sobre la Pandemia del año 2000 y la compra de millones de mascarillas, en una situación de emergencia inédita, que llevó a unos pocos, pero muy significados, intermediarios y dirigentes del PSOE a ser acusados de corrupción por las comisiones que se habían producido en todo de 56 millones de euros.
Sin tregua, con todas las armas de destrucción política que tienen a su alcance, los dos grandes partidos ya están disparando sus arsenales en todas las direcciones posibles. Todos los días la palabra corrupción llena los medios informativos y los nombres d exministros, ex ministros, presidentes autonómicos y empresas dedicadas a las compras y ventas internacionales se suceden, con las correspondientes investigaciones policiales y las medidas judiciales impuestas a los imputados desde la Audiencia Nacional.
El regreso a la actividad parlamentaria tras las vacaciones de Navidad ha convertido el Hemiciclo en un ring de combate, con el objetivo puesto en las elecciones autonómicas y europeas que se suceden desde Galicia al País Vasco y el Parlamento de Estrasburgo, de este febrero que se despide al próximo junio. Sánchez y Feijóo, émulos de Putin y Biden, han olvidado la ruta democrática de los acuerdos y se han colocado en cabeza de las ofensivas de PSOE y PP. Salidas tan difíciles como las que han planteado en Europa el presidente francés, Emmanuel Macrón, y la presidenta de la Comisión, Ursula von Der Leyen para la inacabable guerra de Ucrania. Nada de conferencias de paz en la siempre neutral Suiza. Más armas y más municiones, en busca de una victoria imposible frente a la Rusia de Vladimiro Putin, salvo que desde dentro de la Federación cambien al presidente ruso o se acepte la posibilidad cada vez más cercana de un conflicto nuclear de efectos controlados. Siempre a la espera de lo que ocurra en Estados Unidos en noviembre.
Ya se han rescatado textos, declaraciones, sumarios, videos, fotografías, investigaciones legales e ilegales, todo el material que han acumulado para las sucesivas batallas que se van a producir. España convertida en un remedo de Ucrania, con sus autonomias tomando el relevo del “ Donbas español” - sin destrucción armada, pero sí política - con Cataluña de nuevo como una imitación apresurada de Crimea, y con un cambio en los equilibrios entre la OTAN y Rusia: Suecia ya ha conseguido que se levantara el veto húngaro y los tres países bálticos sirviendo de imagen a los incendios que llegan desde Gaza o desde la capital valenciana.
De nuevo vemos a la “ tranquila y sosegada” vicepresidenta primera y a los ministros más duros, atacando al presidente del PP y recuperando la vieja foto de Feijóo subido a la lancha del condenado narco gallego Marcial Dorado, una imagen que resucitarán desde el Gobierno y desde el socialismo tantas veces como crean que les hace falta. Y, por supuestos, la lista de exministros y dirigentes del PP que han pasado por la cárcel, desee Eduardo Zaplana a Rodrigo Rato. Desde el otro lado de la red ya hemos visto y los volveremos a ver, desfilar por los medios de comunicación a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Serán los misiles de largo alcance pero sin descartar la batallas de infantería en los miles de Ayuntamientos españoles.
La presidenta madrileña se mantendrá, fiel a su imagen, en su arriesgado papel de Volodomir Zelensky frente al “malvado “ invasor de competencias que es para élla Pedro Sánchez. Ningún territorio, ni dirigente político van a estar a salvo de los ataques. Cualquier material inflamable se utilizará, de la misma forma que se utilizarán los medios de comunicación, desde las televisiones a las redes sociales como guerrillas al servicio del ejército partidista de turno.
Va a ser la gran guerra de los dos grandes, los dos buscando apoyos que envíen ayudas a PSOE y PP. Vascos y catalanes, de derechas e izquierdas, se convertirán en socios de esa OTAN política e hispana que se organizó en torno a la moción de censura, con las mismas dudas que puede tener la Organización del Tratado del Atlántico Norte con Turquía, Polonía o las peticiones de los países del Norte europeo, desde Suecia y Finlandia a los Países Bálticos. No es exageración, los dirigentes políticos se mueven por parecidos impulsos e imitan comportamientos aunque los escenarios de actuación sean distintos.
Los unos y los otros van a estar mediatizados por las crisis que ya estamos viviendo y que se van a acentuar, desde la energética a la alimentaria, desde la financiera a la social. España y Europa van a padecer las crisis de la globalización y, también, las electorales que van a tener lugar a ambos lados del Atlántico, con las Legislativas norteamericanas que pueden acabar con la caída en picado de los demócratas de Jor Biden, y el resurgir de los seguidores republicanos de Donald Trump; y las más cercanas elecciones en Italia, tras el nuevo desastre del “mago” Draghi, y las británicos tras deshacer o romper los conservadores el nudo gordiano que les ha dejado Boris Johnson. Ejemplos visibles y muy directo para el resto de países europeos
Nosotros, los españoles, no podremos dejar de mirar al norte de Africa, con las posiciones políticas y estratégicas que estamos perdiendo en Marruecos y Argelia, que llegan hasta Guinea y Nigeria y las rutas del gas; ni las que ya hemos perdido en la América de habla española, en la que confirmarse el triunfo de Lula da Silva en Brasil va a estructurarse el llamado “Grupo de Puebla”, de marcado caracter izquierdista y hasta marxista. un frente éste último en el que, curiosamente, habrá una pelea entre dos modelos del socialismo español, el de Rodríguez Zapatero y el de Felipe González, una “curiosidad” más de la actual situación interna del PSOE; junto a ellos nos volver esos a encontrar sí o sí con un renacido liderazgo internacional de Pablo Iglesias para esos menesteres que profundizará en la clara ruptura en la coalición de Unidas Podemos. Una apuesta de Yolanda Díaz que parece, de forma definitiva, condenada al fracaso y que hace peligrar la aprobación parlamentaria de los grandes planes de Pedro Sánchez, desde los Presupuestos a la Amnistía.
No parece que haya tiempo para hablar de paro, de las pensiones, de la educación, de la sanidad… temas menores cuando los partidos y formaciones política se ponen a negociar y hacer listas de candidatos, y los asientos del poder en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas se convierten en lo más importantes para miles de españoles que basan su supervivencia económica en estar sentado/a en ellos. Aquí y de nuevo, la Europa de esta “Montaña Mágica” que describió Thomas Mann, que curiosamente comenzó a escribir en ese “sanatorio financiero” en que se ha convertido Davos - que en 1924 era el sanatorio para tuberculosos en el que estaba interna da su esposa -y que apenas es reconocible, salvo que pensemos en la enfermedad pulmonar como una metáfora de la enfermedad económica que padecen los países considerados los pulmones de Occidente, tendrá que dar muchas marchas atrás y adelante, sin un claro conductor al volante que impida que la declinante burguesía europea termine en el despeñadero.