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    18 de abril de 2024

RAUL HERAS

Los Reyes viajan a Alemania para estrechar áun más las relaciones con el país hegemómico en la Europa Occidental, mientras su Primer Ministro intenta convencer a un cada vez más debilitado Emmanuel Macron que el proyectado gasoducto, que llevaría gas desde España a la necesitada energética que es Alemania, no supondrá un “peligro económico” para el país galo, todo lo contrario. Felipe VI y Letizia son, sin duda, los mejores embajadores que tenemos y la pieza esencial para que los 140.000 millones de euros de ayudas aceleren su llegada a España.

Los responsables de tener en hora los relojes constitucionales y políticos del palacio de La Moncloa y del palacio de La Zarzuela deberían ser cesados por su inoperancia o premiados por su eficacia. No existen otras alternativas. Cuando el Rey, como Jefe del Estado, va a presidir un acto como es el Dia de la Hispanidad y el gran desfile de las Fuerzas Armadas, su equipo debe comprobar, constatar y confirmar que el presidente del Gobierno va a llegar antes al lugar de la celebración.

Reunidos en el palacio de La Moncloa, el presidente del Gobierno y el presidente del PP se disponen a pactar la sexta modificación de la Ley del Consejo General del Poder Judicial, que nació en 1985 con el PSOE de Felipe González en el poder, que cambió una vez con el PP de José María Aznar, que volvió a hacerlo con Mariano Rajoy, y que lo ha hecho por tres veces con Pedro Sánchez. Todas encaminadas a mayor control político y con la resistencia de la parte más conservadora de los jueces.

Si miramos el futuro de nuestra democracia y de quienes la representan en los distintos escenarios del poder, conviene echar un vistazo a ese pasado que justifica lo que ya han hecho y pueden volver a hacer los líderes, desde Sánchez a Feijóo pasando por Aragonés, Abascal, Díaz, Montero y hasta desde la sombra, Pablo Iglesias. Ahí está la baza oculta del líder del PSOE, junto a la hucha de 160.000 millones de euros que le va a proporcionar la Unión Europea, el egoísmo de las urnas.

La presidenta madrileña ya ha colocado a sus candidatos para las elecciones de mayo. Hay que hacer listas de nuevo. Miles de nombres que suben y bajan en los centros de poder de cada partido político. Los que desean seguir, los que desean volver y los que sueñan con llegar. Todos miran hacia el líder no hacia las bases.

En la bélica partida de ajedrez que están librando en el tablero de Ucrania Rusia y Estados Unidos se está llegando al final. Vladimir Putin está ofreciendo tablas a su adversario. Joe Biden busca el jaque mate. Al igual que sucede con el juego, las combinaciones posibles antes de comenzar la partida son infinitas, pero al ir moviendo las piezas esas combinaciones se reducen hasta dejarlas en muy pocas. Estamos en ese momento. El inquilino del Kremlin ya ha renunciado a la victoria. El inquilino de la Casa Blanca cree que puede ganar.

Una vez más en nuestra historia, para entender lo que pasa en España hay que mirar lo que sucede en Estados Unidos, al igual que para descubrir las razones que le llevan a la derecha española a proclamar sus objetivos económicos, sociales y políticos se tiene que mirar a la parte más activa de la derecha norteamericana, en el centro de la cual está la muy, muy rica familia Koch. Sin ella no habría nacido el Tea Party, ni el Partido Republicano de Donald Trump habría ganado las elecciones que llevaron al provocador y heterodoxo millonario a La Casa Blanca.

Lo que pasó en Francia y acaba de pasar en Italia con los vencidos en las dos elecciones es un buen motivo para la reflexión y las actitudes del socialismo hispano y de la izquierda patria en general. En los dos países las ofertas de Melenchón y de Letta han fracasado. Más centrada en Francia con Macron que en Italia con Meloni pero coincidentes en el alejamiento de sus antiguos votantes.

Sin ser nueva, la dureza de las declaraciones del presidente de Castilla la Mancha sobre los comportamientos de su compañero, secretario general de su partido y presidente del Gobierno de España, alejándose de los que le permitieron gobernar durante cuatro años en su Autonomía y lanzando lisonjas al líder de la oposición, tiene una muy fácil explicación que no se basa en la lucha interna del socialismo. Se trata de supervivencia.

A los Presupuestos Generales del Estado se les llama, y con razón, el Evangelio de un país por la importancia que tienen para su administración en todos los campos. La vicepresidenta Nadia Calviño ha pensado siempre - dada su procedencia “europea” y los usos y costumbres que reinan en Bruselas - que necesitaba a cuatro apóstoles para que lo difundieran en Europa y, sobre todo, entre los miembros de la Comisión, el Parlamento y el Banco Central, sin olvidar el Fondo Monetario Internacional. En uso interno las negociaciones con sus socios de dentro y fuera del Gobierno avanzan en la dirección adecuada.

Entre Moscú y Washington existe una delgada y muy violenta línea de 7.816 kilómetros. Ese viaje político, al que vamos a asistir desde finales de septiembre a primeros de noviembre, va a tener dos paradas obligatorias, la primera en Kiev, la segunda en Roma. El futuro de Europa entre la crisis financiera y energética y las elecciones políticas estará en juego, con Vladimir Putin y Joe Biden jugando una partida de ajedrez en la que utilizarán todas las piezas de las que disponen.

En Euskadi, el Gobierno del PNV con Iñigo Urkullu al frente, quieren hacer lo mismo que está haciendo en Cataluña el Gobierno de ERC de Pere Aragonés, colocar al euskera como única lengua vehicular y marginar a ese español que volvemos a llamar castellano. El idioma se convierte en la mejor de las armas para deshacer lo que se ha ido haciendo, a trancas y barrancas, durante 500 años, ese territorio de encuentros que es España. Una ceguera histórica de la que en algún momento se arrepentirán los hoy representantes de la dividida izquierda.

Carlos III ya ha comenzado a cambiar la imagen de la Monarquía británica, y la suya propia. Desde Balmoral aterrizaron en Londres y antes de entrar en Buckingham Palace se bajaron del coche, se acercaron a los ciudadanos que esperaban frente a la Residencia real, se pusieron a saludar, a estrechar manos y hasta dejarse besar Carlos en la mejilla por una rubia, emocionada y atrevida mujer. Algo impensable de hacer por Isabel II y aún menos por el Duque de Edimburgo.


Fueron juntos pero no revueltos en busca de una quimérica independencia de Cataluña, que se conseguiría a través de las resoluciones políticas del Parlament, el control del gobierno de la Generalitat y la presión ciudadana desde las organizaciones sociales como la ANC y la CUP.

Nada ha cambiado, con cuatro elecciones generales por medio y dos cambios en el palacio de La Moncloa. Dentro de dos meses hará seis años que la Judicatura en su máximo órgano está en crisis por no ser capaz de renovar a sus integrantes. Son veinte nombres. Todos tienen grandes carreras jurídicas a sus espaldas. Los veinte fueron elegidos por el Parlamento . Por tres caminos diferentes. Deberían haberse marchado de sus puestos hace 50 meses. Unos no quieren y a otros no les dejan. Se han convertido en veinte problemas para España y su democracia.

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