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    26 de abril de 2024

RAUL HERAS

En Euskadi, el Gobierno del PNV con Iñigo Urkullu al frente, quieren hacer lo mismo que está haciendo en Cataluña el Gobierno de ERC de Pere Aragonés, colocar al euskera como única lengua vehicular y marginar a ese español que volvemos a llamar castellano. El idioma se convierte en la mejor de las armas para deshacer lo que se ha ido haciendo, a trancas y barrancas, durante 500 años, ese territorio de encuentros que es España. Una ceguera histórica de la que en algún momento se arrepentirán los hoy representantes de la dividida izquierda.

Carlos III ya ha comenzado a cambiar la imagen de la Monarquía británica, y la suya propia. Desde Balmoral aterrizaron en Londres y antes de entrar en Buckingham Palace se bajaron del coche, se acercaron a los ciudadanos que esperaban frente a la Residencia real, se pusieron a saludar, a estrechar manos y hasta dejarse besar Carlos en la mejilla por una rubia, emocionada y atrevida mujer. Algo impensable de hacer por Isabel II y aún menos por el Duque de Edimburgo.


Fueron juntos pero no revueltos en busca de una quimérica independencia de Cataluña, que se conseguiría a través de las resoluciones políticas del Parlament, el control del gobierno de la Generalitat y la presión ciudadana desde las organizaciones sociales como la ANC y la CUP.

Nada ha cambiado, con cuatro elecciones generales por medio y dos cambios en el palacio de La Moncloa. Dentro de dos meses hará seis años que la Judicatura en su máximo órgano está en crisis por no ser capaz de renovar a sus integrantes. Son veinte nombres. Todos tienen grandes carreras jurídicas a sus espaldas. Los veinte fueron elegidos por el Parlamento . Por tres caminos diferentes. Deberían haberse marchado de sus puestos hace 50 meses. Unos no quieren y a otros no les dejan. Se han convertido en veinte problemas para España y su democracia.

En un año y medio la España que conocemos y que gusta cada menos a más gente va a cambiar y mucho. Eso parece. Me recuerda el nombre de un grupo de rock de los años 80, con las voces solistas de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el resto de protagonistas será el coro.

Si los que siempre han sido tus enemigos te alaban, algo o mucho estás haciendo mal para tus intereses y los de tu país. Por esa razón Occidente le rinde homenajes a Mijail Gorbachov en su muerte y Rusia lo ve como el responsable de la destrucción de su segundo Imperio, la URSS. En el lejano 1991, de la mano de Boris Yeltsin, terminó la gran operación de desmembramiento con la firma de la “independencia” de Ucrania.

La vicepresidenta segunda del Gobierno lleva meses diciendo que quiere dirigir un nuevo proyecto político desde su todavía pertenencia a Unidas Podemos, pero sin Unidas Podemos; sin Podemos y sin ninguna ataduras con los que siguen siendo sus compañeros, o mejor, sus compañeras. La presidenta de Ciudadanos lleva meses diciendo que está dispuesta a refundar el partido pero sin la gran mayoría de los dirigentes de ese mismo partido.

Al presidente del Partido Popular le va a ocurrir con Cuca Gamarra lo mismo que le ha pasado a Santiago Abascal con Macarena Olono. Dos guerrilleras dispuestas a ir más lejos en el fondo y las formas de la crítica al Gobierno que sus respectivos jefes. Macarena va camino de convertirse en tertuliana de “Sálvame” con Jorge Javier Vázquez, que sabrá explotar su descubierto lado de folclórica desde el sentido teatral que le adorna; y a Gamarra puede que, en una de sus ocurrencias semanales más pensadas que meditadas, el escurridizo Risto Megide le ofrezca una silla en “Todo es mentira”. Los dos programas encajan en sus personalidades como anillos en sus dedos.

Era evidente que una ley, la de secretos oficiales o de información clasificada - que el hábito no hace al monje - en vigor desde 1968, en pleno franquismo, debía ser cambiada con urgencia. Por eso hay que agradecer al ministro Bolaños que haya presentado el anteproyecto de nueva Ley en pleno mes de agosto y que haya restringido el periodo de alegaciones a siete días. Y en la misma línea perpendicular que su compañero Garzón quiera avanzar hacia ese proceso en la infancia.
Sin tregua, con todas las armas de destrucción política que tienen a su alcance, los partidos preparan el regreso a la actividad parlamentaria con el objetivo puesto en las elecciones autonómicas y municipales del próximo mayo. Sánchez y Feijóo, émulos de Putin y Biden, han olvidado la ruta de los acuerdos y se han colocado en cabeza de las ofensivas de PSOE y PP.

Aseguran en el PP de Feijóo y Ayuso ( monta tanto, tanto monta ) que van a recuperar votos de la abstención y que desde Ciudadanos les van a terminar de "devolver" los escaños que fueron suyos. En el PSOE de Pedro Sánchez se afanan por conservar al menos lo logrado en las últimas elecciones, conscientes que para volver a tener tres cifras de asientos en el Congreso tienen que dejar a Unidas Podemos en los “huesos”, algo que tiene su lado malo: para llegar a la mayoría absoluta a base de pactos tras las citas con las urnas necesitan que la hoy rota coalición de izquierdas que encabezan Ione Belarra e Irene Montero no desaparezca del todo.

Ya han probado el amargo saber de la derrota ( PSOE y Unidas Podemos ) y el nectar de la victoria ( PP ) en Madrid, Castilla y León y Andalucía. La siguiente “desgustación” será en mayo del año que viene, y el gran banquete, el de las elecciones generales, no tiene fecha fija, dependerá de la voluntad de ese “cocinero político” que es Pedro Sánchez. Los platos- las promesas- se conocen y tendrán que presentarlas desde la derecha a la izquierda pasando por los nacionalistas.

La presidenta madrileña estableció sus propias línea rojas dentro del Partido Popular nada más llegar al poder en junio de 2019. Ya estaban allí cuando las descubrieron sus compañeros y sus adversarios, tanto de la derecha como de la izquierda. Isabel Díaz Ayuso las electrificó con diez mil voltios para que “achicharraran” a todo el que se atreviera a cruzarlas. Mal aconsejado por su equipo de confianza, Pablo Casado lo hizo. Su sucesor al frente del partido, aprendió la lección.

Envejecida y gastada por siete años de deterioro mediático "la casta" ha muerto en el vocabulario de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez para pasar a llamarse la “ trama de los “oscuros”, el poder en la sombra, los hombres del puro, hasta José María Aznar se ha dado por aludido; y el presidente del Gobierno les ha puesto nombre y apellido: Ana Botín e Ignacio Sánchez Galán, la presidenta del mayor banco español y el presidente de la mayor compañía energética.

Es como si “algunos” acabaran de descubrir que en Cataluña se ataca al español como idioma y se intenta de forma directa y sin subterfugios su eliminación de la vida pública. No es el presidente Aragonés el artífice del genocidio lingüístico y cultural, le acompaña y palmea en el hombro toda la izquierda, desde Illa a Colau. Todos ellos creen que por el camino del idioma se alcanza la independencia y van a tener razón. Basta con escuchar al ministro de la Presidencia para ponerse a temblar.

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