22 de junio de 2025
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El presidente del Partido Popular quiere actualizar el programa electoral con el que se presentará en las próximas citas con las urnas, tanto a nivel nacional como autonómico y municipal. Quiere que los votantes que logró su partido en 2023 se mantengan con una renovada confianza y que una parte - pequeña o grande - de los que lo hicieron a Vox, al PSOE o decidieron abstenerse se inclinen por las siglas de esa derecha moderada y liberal que desea encarnar en su persona. Eso dijo al llegar desde Galicia pero no es lo que ha hecho durante los últimos meses.
El expresidente del Gobierno y ex Secretario General del PSOE se ha convertido en el infiltrado de mayor rango que el Partido Popular tiene dentro de las filas socialistas. En El Hormiguero de Pablo Motos reproduce de forma exacta lo que ocurre en ese hormiguero gigante en el que se ha convertido el PSOE. Felipe González no se reconoce como militante y mucho menos como dirigente jubilado del partido al que cambió, de forma radical y con corte de cabezas incluido, en los lejanos años setenta y ochenta del siglo pasado. S u objetivo directo es animar a los actuales líderes del socialismo a que se levanten en armas contra Pedro Sánchez, en su doble condición de presidente del Gobierno y de Secretario General, por representa el mayor mal que puede sufrir España en estos momentos.
El actual presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, dejó muy atrás su paso por el Gobierno central como ministro de Sanidad durante la pandemia y, con habilidad, se ha convertido en la mejor apuesta de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder con el apoyo de los socios nacionalistas. En ese mundo, el lider de Junts, desde su autoexilio en Bélgica, sigue proponiendo imposibles, por la propia legislación Europea, y que le sirven para no perder su posición de privilegio. Carles Puigdemont, políticamente, es menos de lo que le gustaríaa y más de lo que se merece. Mirar su pasado es descubrir sus fortalezas y sus deblidades.
Dentro de dos años habrá elección autonómica en la Comunidad de Madrid y el candidato del PSOE, Oscar López, comprobará que sufre de una maldición electoral, que le persigue desde el lejano mayo de 2011, cuando quiso llegar a la presidencia de Castilla y León, y el candidato del PP, Juan Vicente Herrera, le derrotó en las urnas. Era capaz de ganar en el interior del partido pero no frente a los adversarios exteriores. Pelear contra Isabel Díaz Ayuso para los comicios de mayo de 2027 es su último compromiso obligado, tras dejar el palacio de La Moncloa y su puesto de Jefe de Gabinete de Pedro Sánchez.
Adelantar el Congreso Nacional del Partido Popular obedece a la necesidad que tiene Alberto Núñez Feijóo de trasladar a sus dirigentes, militantes y votantes que está al mando, que toma decisiones y que es capaz de integrar en su equipo personal a los dos grandes vencedores con quien cuenta para ir a las urnas. No le basta con que sean los presidentes autonómicos de Madrid y Andalucía, necesita que les vean como los dos líderes que aceptan su jefatura y que aportan dos victorias por mayoría absoluta, en las dos autonomías claves para la derecha, que son Madrid y Andalucía. Sin la plena incorporación de Isabel Díaz Ayuso y de Juanma Moreno, el nuevo proyecto saldrá sin fuerzas y con muchas dudas sobre su capacidad para echar del poder al PSOE de Pedro Sánchez, por más datos que lancen las encuestas privadas y por más miedo que se tenga a la subida de Santiago Abascal y de Vox.
Desde hace tres años, y sin contar los miles de millones que se intervinieron en cuentas y bienes a los oligarcas rusos, en el Euroclear están 260.000 millones de activos soberanos de Rusia, más los intereses que se hayan producido durante ese periodo; en total, la cifra que quiere utilizar la Unión Europa para “reparar” la destrucción de Ucrania ascendería a los 300.000 millones. De eso, al lado de la soberanía de los territorios del Donest, es de lo que hablan Zelensky y sus mejores amigos: Macron, Starmer,Mertz y Tusk. A ninguno les importa que cada día aumenten los muertos, ni que cuando se llegue al acuerdo de paz al que se llegue, Ucrania habrá dejado de ser el país que era antes de 2014, la fecha real de un conflicto que era tan inevitable como lo es el que terminará produciéndose en Oriente Medio dentro de unos años, en un ciclo de destrucción que parece imposible de parar.
El presidente del PP ni quería, ni podía esperar más para cambiar~ la dirección de su partido. Dentro de siete meses comienza un año cargado de procesos electorales que van a decidir su futuro político, que le pueden llevar al palacio de La Moncloa o a tener que dejar que sea otro dirigente el que se encargue de liderar a la derecha española. El evidente desgaste del Gobierno y de los socios parlamentarios que le apoyan juegan a su favor, pero la presencia de Vox a su derecha le complica los resultados electorales y la posible forma de gobernar. Los casos de Francia, Gran Bretaña y Rumania son muy recientes; y lo que ha ocurrido en la elección de Mertz como canciller de Alemania es la mejor prueba de que Europa está cambiando, en la línea que deseaba Donald Trump, por mucho que se le critique al presidente USA. Quería el inquilin de la Casa Blanca más inversión en Defensa por parte de los países europeos y ya la tiene; quería alejar a China del control del canal de Panamá y lo ha conseguido a través del gran fondo de inversión que es Black Rock, quería imponer aranceles y los está poniendo en una negociación empresarial, que está transformado la política.
Este jueves, 15 de mayo de 2025, dos dirigentes políticos intentarán vender a sus ciudadanos y al mundo que los dos han ganado y que ninguno ha perdido. Lo cual es una de esas grandes mentiras que aparecen en la historia cuando se tiene que explicar el acuerdo de paz que pone fin a una guerra. Vladimir y Volodomir quieren un imposible, que Putin y Zelensky ganen en el mismo combate. Ya hay un ganador y un perdedor, lo había desde hace once años, pero los dirigentes políticos han preferido que murieran cientos de miles de personas y que un país quede en ruínas.
En Santiago de Compostela se instaló el botafumeiro para lograr que en la catedral se oliese a incienso en lugar de a sudor de peregrino. Con la elección del nuevo Papa ha ocurrido lo mismo: toneladas de incienso en el botafumeiro mundial para ocultar que nada ha cambiado. Lo que pase a partir de este viernes, ocho de mayo de 2025, será tan misterioso como las advocaciones al Espíritu Santo para que los cardenales que pueden votar en el Cónclave al que va a dirigir - o al menos intentarlo - las actuaciones de la Iglesia católica durante los próximos años.
Ni quieren cambiar, ni les dejan cambiar, ni sabrían hacer otra cosa. El presidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular están empeñados en alejarse de las preocupaciones reales de los españoles cada vez que se suben a la tribuna del Congreso. Cualquier motivo es bueno para que Núñez Feijóo se harte a pedir dimisiones ministeriales, le da igual que sea por el apagón universal, por el evidente sabotaje a los trenes o lo que llama “entreguismo” del Gobierno a los bárbaros indpendentistas y a los más bárbaros representantes de la otra izquierda. La derecha con sentido del estado ni está, ni se la espera. A fuerza de tener miedo a su derecha, la dirección del PP ha adelantado a Santiago Abascal y a Vox llendo tan lejos por ese extremo del arco político, que se está volviendo irreconocible.
La OPA hostil del BBVA sobre el Sabadell, tras un año de recorrido lleno de declaraciones y campañas publicitarias, va a fracasar por decisión política de dos partidos que defienden sus territorios autonómicos. El presidente del PNV, Aitor Esteban, no quiere que “su banco” pierde áun más la identidad que le arrebató el gobierno de José María aznar, tras colocar en la presidencia de la entidad bancaria a Francisco González. Las heridas que causó el financiero gallego en la estructura accionarial y en la dirección del banco no se le ha perdonado; al igual que no le perdonan a Carlos Torres y a su consejero delegado, el turco Onur Genç, sus intentos de crecer para superar a sus otros dos grandes competidores, el Santander de Ana Botín y el Caixabank de Tomás Muniesa y Gonzalo Gortazar.
Una obra de teatro rescatada del pasado y una novela que siempre será futuro tienen de protagonista a un mismo nombre, Pedro, y a un mismo creador, Luís Martín Santos. Los dos Pedros quieren romper los límites de sus vidas y terminan aceptando su fracaso, al igual que lo hacen todos los que les acompañan. Puede que el presidente del Gobierno, el tercer Pedro, haya leído “Tiempo de silencio”, publicada diez años antes de que naciera. Está a tiempo de hacerlo o de recordarla en uno de eso largos viajes alrededor del mundo. Lo que debería hacer, sin falta, es acercarse al Teatro Español y disfrutar de la obra que ha rescatado Fernando Domenech del olvido en el que estaba: “Viaje hasta el límite”. Dentro de los tres Pedros está la España de hoy.
Un muy enfadado presidente del Gobierno, una escurridiza presidenta de Redeia y un burocrático director de Operaciones de Red Eléctica España ya han dado el primer paso para conovocar a esta isla negra, en la que se convirtió España durante muchas horas, a los “diez negritos” que podrían ser los responsables del gran apagón que dejó a este país sin energía. La obra que escribió Agatha Christie hace 85 años, para descubrir al autor de un crimen, trasladada a la España de 2025 para descubrir lo mismo.
La izquierda marxista, ecológica y feminista que intentó sustituir al PSOE como referencia de la España del progreso frente a la derecha conservadora y reaccionaria ha fracasado. Esa es la realidad, por más vueltas que intenten darle los representantes de los veinte partidos, movimientos, agrupaciones electorales, nombres regionales y provinciales y un largo etcétera, que deja lo que quiso ser Podemos y luego Unidas Podemos en un cementerio de cadáveres, tanto personales como ideológicos.
Si los documentos filtrados a los medios de comunicación sobre las bases que se negocian para una paz en Ucrania son auténticos, la paz es imposible. Lo que desean Donald Trump y Vladimir Putin no tiene nada que ver con lo que que defiende Volodomir Zelensky y la Comisión Europea de Ursula Vin der Leyen. Si se mantienen las posturas el resultado será malo para todos y peor aún para los ucranianos.
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