4 de octubre de 2025
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Sigue el fuego quemando hectáreas de bosque y destruyendo el futuro de miles de familias y todo lo que se le ocurre al jefe de la oposición es pedir una registro de pirómanos y convertir el Senado, la Cámara de representación territorial en una “comisaria política” en la que la mayoría absoluta de la que goza el Partido Popular someta a interrogatorios a varios ministros, comenzando por la titular de Defensa. Error sobre error para intentar, de nuevo, tapar la realidad. Margarita Robles les dió una lección de eficacia y responsabilidad a los que tenían la misión de no escuchar, no entender, no avergonzarse por su comportamiento.
El presidente del PP y único aspirante con posibilidades de vencer a Pedro Sánchez y sentarse al frente del Gobierno ya ha encontrado a los dos mejores puños que tiene dentro de su partido para golpear una y otra vez al inquilino de La Moncloa y a todo aquel ministro que se interponga en su camino. Auténticos pesos pesados en su categoría, con experiencia y que se disputan entre ellos cual de los dos tiene mejor pegada frente a sus adversarios. Miguel Tellado, actual Secretario General, llegó desde Galicia como hombre de confianza de Alberto Núñez Feijóo, al que había ayudado a ganar varias elecciones autonómicas con mayoría absoluta; Elias Bendodo era un fichajes externo, recomendado por el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, y con su propia experiencia política desde sus inicios como concejal en Málaga.
Para entender las razones que tiene Vladimir Putin para no destruir Kiev y acabar con la guerra es necesario leer la gran novela del conde Nicolaievich Tolstoi escrita a partir de 1865 por entregas en la revista “El Mensajero ruso” y editada como libro cuatro años más tarde. En “Guerra y Paz” están todas las claves que explican el deseo del presidente ruso de ganar la guerra de Ucrania sin tener que destruir su capital. En Kiev nació el “alma” de un Imperio que abarcaba gran parte de la actual Polonia, toda Bieolorusia, parte de Turquía y proporcionaba a los Zares una posición de privilegio en el Mar Negro y su salida al Mediterráneo.
Le hace una estupenda entrevista Javier Menendez en La Razón y el gitano que es cantaor y filósofo José Soto Soto, que colocó el Mercé como bandera para subirse a un escenario, inventa una palabra que describe a la perfección el sentimiento que domina a la España de hoy:” tragirrabia”, esa fusión creativa que se esconde en el flamenco para que se entienda el caminar del desgarro, que arranca en la entrepierna, sube por la garganta y estalla en ese idioma de palabras rotas y gritos que susurran entre palmas y cuerdas de acero y bronce, para que el arañazo se convierta en música, y el duende salga de su invisibilidad.
Hace más calor que otros años, pero se sabía; hay más vegetación seca que otros años, pero se sabía; los bosques están más densos y más sucios, pero se sabía, hay más abandono en los pueblos de la España profunda, menos labores agrícolas, más riesgos de incendios, menos presupuestos para proteger el campo… todo lo peor que podía pasar está pasando, al igual que viene pasando año tras años mientras los dirigentes políticos se enzarzan en sus respectivas acusaciones de corrupción y sus demostraciones de ignorancia. La España que arde es la más, desgraciadamente, demostración de que la clase política no tiene ni la preparación que debiera, ni se preocupa de lo que el país necesita. Es endogámica, individualista, insolidaria y no está dispuesta a cambiar.
Se niegan a reconocer en público la evidencia. Todos los líderes políticos, todos con independencia de su credo político, desde Washington a China, pasando por la inquieta América del Sur, el Africa de las guerras tribales y la Europa que intenta mantener una posición en el mundo que ya no tiene, ni parece que lo vaya a tener, saben que ni el presidente ruso, ni el primer ministro Netanyahu van a parar en sus dos caminos en Ucrania y en Gaza y Cisjordania e incluso en el sur del Líbano.
A los 23 años se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad de Santiago de Compostela pero su pasión era el periodismo y la comunicación. Miguel Tellado se ha dedicado con pasión al deporte de la lucha libre política. Primero en su pueblo natal, Ferrol, luego en Galicia para llegar, hace unos meses al cargo más alto que existe dentro del Partido Popular por debajo de la presidencia, la Secretaria General.
Fueron 202 los escaños que consiguió el PSOE de Felipe González el 28 de octubre de 1982. Han pasado 43 años y los socialistas de Pedro Sánchez siguen en el centro de los escándalos, con una estrategia por parte de la derecha política, que dice y hace todo lo que puede siguiendo el llamamiento de José María Aznar; y una derecha judicial que existe y no dice pero hace a través de los distintos sumarios que siguen abiertos. Los que imlican a dirigentes y ex dirigentes del PSOE son de largo recorrido y pasarán años antes de que puedan llegar a juicio y tener una sentencia; los que afectan al PP aparecerán para ser contados de nuevo en las vistas orales en un par de meses. Si los dos grandes partidos se empeñan en mantener las guerra de destrucción los ciudadanos presenciarán el peor de todos los espectáculos políticos de nuestra democracia: el lanzamiento desde los dos lados de la trinchera ideológica de misiles con una palabra en su costado: corrupción.
Viene a galope el nuevo curso político y el inconfundible olor electoral se extiende por toda España. Si el presidente del Gobierno se encierra con su trío de confianza (Zapatero, Illa y Marlaska) en La Mareta para decidir entre convocatorias, procesos judiciales, falsos currículos, y posiciones internacionales entre Washington y Pekín, que afectan de forma directa a grandes empresas multinacionales con los posibles gravámenes a nuestros productos; su máximo rival -mientras mira de reojo al Vox de Abascal - que es Feijóo se ha empeñado en mantener la estrategia de guerra total sin propuestas para el futuro, con su Secretario general cumpliendo con creces su papel de bombardero atómico.
El presidente de Estados Unidos no ha necesitado abrir ningún balcón para que los nobles de la Corte que acompaña al hombre que se sienta en el gran sillón de la Casa Blanca vieran sus cañones. A Donald Trump le ha bastado con extender su brazo sobre el enorme campo de golf de 36 hoyos de Aberdee, en Escocia, mientras le decía a Ursula Von de Leyen, la flamante presidenta de la Comisión Europea: “estos son mis poderes”. Los aranceles del 15% sobre los productos que Europa venda a Estados Unidos son, en palabras de la débil representante de los intereses europeos: “el mejor acuerdo posible”.
Ni el Partido Popular y sus dirigentes son franquistas, ni lo son los de Vox. El franquismo murió con Franco y lo hizo muy deprisa, casi sin darnos cuenta. De igual forma, las herencias de la II República y la oposición a la Dictadura durante los 36 años que duró no tienen nada que ver con las izquierdas republicanos de este primer cuarto del siglo XXI. Núñez Feijóo nunca podría ser Carrera Blanco, de igual forma que Santiago Abascal no podría ser José Antonio Girón y ni siquiera Blas Piñar. Tampoco puede ser Largo Caballero o Indalecio Prieto el presidente Sánchez, como no puede ser José Díaz o Santiago Carrillo el doblemente defenestrado Pablo Iglesias. Las comparaciones son tan obscenas como falsos los argumentos que se inviocan en la actual guerra política. Hay varias derechas y varias izquierdas, de la misma forma que las hubo entre 1931 y 1939, pero ninguna de las de hoy tiene nada que ver con aquellas.
Ni el Partido Popular y sus dirigentes son franquistas, ni lo son los de Vox. El franquismo murió con Franco y lo hizo muy deprisa, casi sin darnos cuenta. De igual forma, las herencias de la II República y la oposición a la Dictadura durante los 36 años que duró no tienen nada que ver con las izquierdas republicanas de este primer cuarto del siglo XXI. Núñez Feijóo nunca podría ser Carrero Blanco, de igual forma que Santiago Abascal no podría ser José Antonio Girón y ni siquiera Blas Piñar. Tampoco puede ser Largo Caballero o Indalecio Prieto el presidente Sánchez, como no puede ser José Díaz o Santiago Carrillo el doblemente defenestrado Pablo Iglesias. Las comparaciones son tan obscenas como falsos los argumentos que se invocan en la actual guerra política. Hay varias derechas y varias izquierdas, de la misma forma que las hubo entre 1931 y 1939, pero ninguna de las de hoy tiene nada que ver con aquellas.
Cambian los titulares y sus protagonistas pero no los formatos que utilizan los partidos españoles y sus dirigentes, la inmensa mayoría convertidos en ágrafos tecnológicos, incapaces de entender y aún menos utilizar las auténticas armas de destrucción masiva. Aparecen los curriculum falsos y se mantienen las corrupciones; aparecen Noelia y Cristobal y se mantienen Begoña y Santos. Los jueces siguen en el centro de las batallas. Y todo es diferente desde hace más de diez años. La mejor referencia está en Estados Unidos y las dos victorias de Donald Trump, bien acompañado en la última de ellas por las mayores fortunas tecnológicas del planeta Tierra. Aquí asistimos a las peleas a garrotazos mientras que tanto en USA como en China se construyen gigantescos almacenes de datos con detallados perfiles de miles de personas, las mismas a las que se lanzarán los drones invisibles del pensamiento inductivo.
| El presidente del TC, Cándido Conde-Pumpido |
El último ejemplo está en la derrota parlamentaria del Gobierno. Hemos visto a las minorias nacionalistas emplear cada una de sus lenguas. El disparate continúa y es la principal arma que tienen desde Junts al BNG o el PNV para avanzar en sus deseos separatista, que terminarían con la España que conocemos. Paso a paso, sin desmayo y con chantajes legalizados se avanza de forma imparable en contra de la razón, la solidaridad y la economía de los recursos públicos. Somos el único país en toda Europa, en la que existen unas abundantes lenguas de carácter regional o autonómico, que se permite ese “lujo desintegrador” que ningún partido se atreve a cortar. Tampoco ese Tribunal Constitucional que debería velar, de verdad, por el bien común y no por los intereses coyunturales de unas minorías. Su actual presidente, Conde Pumpido, pasaría a la historia si diera ese primer paso.
En dos años, los que transcurren entre 1992 y 1994, el sistema político italiano que se estructuró tras la II Guerra Mundial saltó por los aires. El bipartidismo imperfecto que se repartió el poder durante cincuenta años dejó paso a una investigación sobre cinco mil personas y a unas condenadas que afectaron a mil doscientas de ellas. La Democracia Cristiana de Aldo Moro (asesinado), Giulio Andreotti y Francesco Cossiga se deshizo; y el Partido Socialista de Sandro Pertini, Pietro Nenni y Bettino Craxi desapareció con este último huído a Túnez antes de ser detenido por corrupción. Hasta el Eurocomunismo que puso en marcha Enrico Berlinguer junto al francés George Marcháis y el español Santiago Carrillo tuvo que transformarse y cambiar de nombre.
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