www.cronicamadrid.com
    26 de abril de 2024

RAUL HERAS

Ni a Pedro Sánchez le gusta Yolanda Díaz - de la misma forma que no le gustaba Pablo Iglesias - ni a Alberto Núñez Feijóo le gusta Santiago Abascal. A ninguno de los cuatro les gustaba Albert Ruvera y menos aún Inés Arrimadas. Desaparecido Ciudadanos y con las “tribus” independentistas como último recurso - sobre todo en el caso de Sumar - para formar las mayorías necesarias que llevan al Gobierno, en esta partida del hispano mús en que se ha convertido la campaña de las elecciones generales del 23 de julio, Sánchez y Feijóo no tiene más remedio que aceptar la incomodidad de esos dos compañeros de viaje mientras intentan transformar la partida de cartas, con sus señas y trucos, en una fina individual de Gran Slam de tenis.
España no puede pagar su deuda con Europa, ni ahora ni dentro de treinta años, que es el marco en el que el presidente del Gobierno ha colocado a nuestro país para asegurar que en 2050 seremos más ricos y felices. No hay un sólo dato en el que basar ese slogan. Lo cierto es que las sucesivas crisis han desmantelado la democracia del bienestar en la que creíamos en 1977.
Los toreros siempre se enfrentan al mismo dilema cuando buscan el triunfo: puerta grande o enfermería, o lo que es lo mismo: si quieres la gloria de salir a hombros por la puerta grande de alguna de las grandes plazas tienes que arriesgarte a recibir una cornada que te lleve al hospital e incluso pueda matarte. El 23 de julio de 2023 esa frase taurina ya la tiene muy presente Pedro Sánchez: o mantiene el poder, ncluso aunque pierda las elecciones, o le espera la enfermería política con muy malos pronósticos para su salas dentro del propio PSOE.
Todos y cada uno de los quince meses de guerra que sufre Ucrania producen destrucción, muertos, un futuro muy negro para sus habitantes y una lista incontable de mentiras. Mentiras que esconde la realidad material del conflicto, al igual que ocurre en otras partes del mundo. Basta con mirar la lista de recursos naturales que existen en Ucrania para entender la llegada, salida y nueva llegada de los talibanes al poder en Afganistan. Riqueza energética y mineral que necesitan y quieren explotar las grandes potencias, desde Estados Unidos a China, pasando por Rusia y la inestable Europa.

La historia tiene, mucha veces, un humor negro que se basa más que en la Risa de los que lo gozan en el rictus amargo de los que la parecen. No hay nada nuevo bajo el sol en la guerra inacabable de Ucrania. Es una frase que la convirtió en teatral un religioso cordobés mientras huída de Roma hacia Venecia mientras las tropas del emperador Carlos vencían a las del Papa y sus aliados. El cristianismo cambió con Lutero, el islamismo tan sólo se dividió entre los seguidores del suegro y el yerno del profeta Mahoma. Unir a civilizaciones es más fácil que aceptar credos religiosos.
Es fácil entender la guerra de Ucrania si se miran las ambiciones personales de los dirigentes, las ambiciones territoriales de los países que desean explotar sus recursos naturales y, sobre todo, el papel que juega la religión en las relaciones de poder, que van de Moscú a Estanbul y que se remontan al propio nacimiento de la identidad rusa en lo que fueron los oblats que llegan a Crimea. Geopolítica del siglo XXI bajo los mismos principios del siglo XVIII. Demasiados compromisos estratégicos y demasiadas zonas oscuros en los cÍrculos del poder.
Es más que posible, casi una certeza, que la guerra en Ucrania se va a mantener hasta pasadas las elecciones generales de marzo de 2024 en Ucrania y Rusia, en las que con seguridad volverán a vencer Zelenski y Putin, y las que tendrán lugar en Estados Unidos en noviembre, con la incertidumbre que quién será el candidatos del Partido Republicano, con Donald Trump de claro favorito pese a sus imputaciones judiciales, y si los demócratas mantendrán al actual presidente, Joe Biden, o lo cambiarán por otro más jóven Esas tres fechas marcarán el futuro de Europa y del mundo. Veinte meses más para que el ofrecimiento que hizo Winston Churchill a los ingleses al inicio de la II Guerra Mundial, “ sangre, sudor y lágrimas” se cumpla en el que fue el gran granero de Europa.
Terminada la Liga de futbol y las diferentes Copas que permiten títulos y llenan las arcas de los clubs, esos otros clubs que son los partidos han decidido alargar la lucha por el título de presidente del Gobierno. Como en el futbol hay dos favoritos, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, pero puede que, como ha pasado en la última jornada de la competición futbolística, ambos tengan que esperar hasta el último recuento e incluso hasta la última negociación, una vez el árbitro - que son las urnas - haya pitado el 23 de julio el final del partido.

Todo el abanico político que Yolanda Díaz ha conseguido englobar bajo el difuso paraguas de Sumar logró en las elecciones de noviembre de 2019 tan sólo 38 escaños, los 35 de Unidas Podemos, los dos de Más Madrid y el solitario de Compromís. Esa es la cifra casi imposible que la actual vicepresidenta del Gobierno espera alcanzar. Para llegar a ese objetivo no basta con que sume los votos conseguidos por las formaciones muy pequeñas que se quedaron sin escaños, merced al castigo de la Ley D´Hont, debería “recibir” desde el área del actual PSOE un flujo de votos que es más ilusión que realidad.

Todo un doctor en Ciencias Políticas y profesor de esa materia debe o debería conocer lo que ocurrió hace 157 años en las costas sudamericanas y que dió lugar a que un gallego y contralmirante de la Armada Real pronunciara una de esas frases que llevamos repitiendo a lo ancho y largo de ese siglo y medio. Puede aplicársela a sí mismo, comentarla con dos ministras que están a punto de dejar de serlo dentro de unos meses, y utilizarla para responder a los que fueron compañeros y ahora enemigos, desde Yolanda Díaz a Ada Colau pasando por supuesto por Iñigo Errejón. Uno tras otros les han humillado cobrándose cumplida venganza. Siempre las traiciones por medio con la vista puesta en los sillones del Congreso y no en la gobernación del país. “Más vale honra sin escaños, que escaños sin honra”. En 24 horas veremos si Iglesias tiene la valentía de Méndez Núñez y ordena disparar contra Sumar o acata el ultimátum de la Comodora Díaz.

En el mundo del boxeo es el aspirante el que reta al poseedor del título la mayoría de las veces. Sólo cuando el dueño del cinturón está convencido de su victoria élije al contrincante que cree más débil y le deja subir al cuadrilátero. En la política española de estos días está ocurriendo todo lo contrario, es el campeón, Pedro Sánchez, el que renta al aspirante, Alberto Núñez Feijóo, no por considerarlo el más débil; lo que busca el actual presidente del Gobierno es acentuar ante los ciudadanos el mismo mensaje que le llevó hasta el palacio de La Moncloa: la izquierda no tiene otra alternativa, o me vota de forma masiva a mí o le entrega el poder a la dura derecha.

La misma pesadilla que tenía Pedro Sánchez a comienzos de 2019, con Pablo Iglesias paseándose por sus sueños con el cargo de vicepresidente del Gobierno a cambio del apoyo de sus 35 escaños, la tiene ahora Alberto Núñez Feijóo con Santiago Abascal exigiéndole lo mismo. El presidente del PP quiere que los escaños que consiga Vox le den la mayoría absoluta en el Congreso a cambio de incorporar exigencias de Vox pero sin ninguno de sus dirigentes en el Ejecutivo.
Tras el batacazo socialista y la euforia popular tanto Pedro Sánchez,con su convocatoria de las generales por la vía rápida, como Alberto Núñez Feijóo con su llamada a mantener el espíritu de victoria, buscan lo mismo: seguir avanzando hacia el bipartidismo perdido.

Una larga noche de recibir golpe tras golpe en toda España han llevado al presidente del Gobierno a tomar la decisión que entraña más riesgo para él y para su partido. La más democrática y la más estratégica para intentar el milagro de la supervivencia. Fiel a su manera de comportarse desde que consiguió la dirección del PSOE, Pedro Sánchez ha lanzado un auténtico órdago a su partido y por encima de todos los dirigentes políticos, a España.

Comienza la etapa de los pactos en la mayoría de las doce Autonomias y los más de ocho mil Ayuntamientos que estaban en juego este domingo. Habrá ganadores que no gobernarán y ganadores que sí lo harán pero a costa de caras cesiones a sus necesarios compañeros en las mayorías absolutas. La ola azul que pedía Núñez Feijóo se ha convertido en un tsunami en la Comunidad de Madrid, en Andalucía y en la Comunidad Valenciana. Cabalgando sobre élla el presidente de los populares está más cerca de La Moncloa.
0,5