RAUL HERAS

Los abrazos rotos que pueden hundir a la izquierda

Martes 14 de mayo de 2019
Como en la película de Almodovar, acaso ¿no es ese abrazo roto entre los dos principales fundadores de Podemos el origen de la división en el partido y lo que puede hacer que el reparto de votos termine por darle el poder a la triple derecha a la que dicen que quieren combatir?

“ Las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas” sentencia Lluis Homar en su doble papel de Mateo Blanco y Harry Caine en “Los abrazos rotos”. La decimoséptima película de Pedro Almodovar es la que mejor refleja lo que le sucede a la izquierda madrileña y que puede hundirla en las elecciones.

Hace diez años que el director manchego rodaba una historia en la que la lucha por el poder se mezclaba con los celos y los complejos de culpa entre los protagonistas. Trios amorosos que se cruzaban en torno al mundo del cine y la tragedia que viven los personajes, y que hoy pueden trasladarse al mundo de la política. ¿Acaso no es eso, una historia de poder, celos y complejos la que ha llevado a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón a romper su amistad y su proyecto político?. ¿No es ese abrazo roto entre los dos principales fundadores de Podemos el origen de la división en el partido y lo que puede hacer que el reparto de votos termine por darle el poder a la triple derecha a la que dicen que quieren combatir?

El rompecabezas de recelos, pasiones enfrentadas, recuerdos dolorosos y mentiras que construye Almodovar en torno al escritor ciego, su mujer y su amante en ese 2009 es producto de la propia desilusión que él mismo sufre por la segunda etapa de Rodríguez Zapatero en el poder, y que le lleva a “volver” a sus amores y deseos por una izquierda más radical. Son el mismo reflejo social que tiene un largo y hondo parecido con la desilusión que le haría ganar a Rajoy las elecciones generales dos años más tarde.

Para acercarse más a esa doble certidumbre en la que coinciden la realidad y la ficción en nuestra vida pública y completar la visión de Almodovar les recomiendo a los dirigentes de Podemos, a esa pequeña tribu familiar que han creado Pablo Iglesias e Irene Montero en torno a ellos mismos; y a la que pensaban crear - y ya se está deshaciendo - Manuela Carmena e Iñigo Errejón bajo la carpa de Mas Madrid que empleen ocho minutos en ver “La concejala antropófoga”, el corto que hizo aquel mismo año el cineasta de Calzada de Calatrava y en el que la provocación desde el monólogo de una concejala de derechas y responsable de Asuntos Sociales le permitió regresar a su lado más salvaje y transgresor, el que asomó en “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón”, y con cuya realización empezó a “liberarse” de sus diez años como ordenanza en Telefónica.

Si cualquiera de los actores principales de esta tragicomedia que estamos viendo interpretar en directo desde el 28 de abril y que se prolongará mucho más allá del 26b de mayo, tuviera que repetir la última frase de sus propios abrazos rotos, ésta sería, sin duda la siguiente: “las elecciones hay que ganarlas aunque sea a ciegas”.

Con los recuerdos universitarios y los sueños revolucionarios enterrados en los adioses de Pablo e Iñigo; con Irene muy lejos de las confidencias que se hicieron Rita Maestre y Tania Sánchez; con un ex-rector que evita hoces y martillos lo mismo que su compañero de candidatura los tiros libres a canasta; y con una oposición dispuesta a sacar cuchillos jamoneros con la misma facilidad que a amenazar con los miles de “okupaciones” que amenazan a los ciudadanos de bien que se vayan de vacaciones, la primera de las concejalas en todo Ayuntamiento que se precie, que es la alcaldesa, doña Manuela, ejerce de “antropófaga” ideológica y se plantea y plantea la misma pregunta que Vladimir Ilich Ulianov le hizo a Fernando de los Rios en Moscú en 1934 con una “pequeña” variante pero con tanta dinamita intelectual como la que trasladaba el dirigente comunista al dirigente socialista: “ ¿ partidos, para qué ? “.

Una pregunta y una idea que no es nueva en España. La pensó y la hizo pública Felipe González en 1992. Su partido la enterró con enorme rapidez.