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Los abrazos rotos que pueden hundir a la izquierda
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Los abrazos rotos que pueden hundir a la izquierda

martes 14 de mayo de 2019, 13:52h
Como en la película de Almodovar, acaso ¿no es ese abrazo roto entre los dos principales fundadores de Podemos el origen de la división en el partido y lo que puede hacer que el reparto de votos termine por darle el poder a la triple derecha a la que dicen que quieren combatir?

“ Las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas” sentencia Lluis Homar en su doble papel de Mateo Blanco y Harry Caine en “Los abrazos rotos”. La decimoséptima película de Pedro Almodovar es la que mejor refleja lo que le sucede a la izquierda madrileña y que puede hundirla en las elecciones.

Hace diez años que el director manchego rodaba una historia en la que la lucha por el poder se mezclaba con los celos y los complejos de culpa entre los protagonistas. Trios amorosos que se cruzaban en torno al mundo del cine y la tragedia que viven los personajes, y que hoy pueden trasladarse al mundo de la política. ¿Acaso no es eso, una historia de poder, celos y complejos la que ha llevado a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón a romper su amistad y su proyecto político?. ¿No es ese abrazo roto entre los dos principales fundadores de Podemos el origen de la división en el partido y lo que puede hacer que el reparto de votos termine por darle el poder a la triple derecha a la que dicen que quieren combatir?

El rompecabezas de recelos, pasiones enfrentadas, recuerdos dolorosos y mentiras que construye Almodovar en torno al escritor ciego, su mujer y su amante en ese 2009 es producto de la propia desilusión que él mismo sufre por la segunda etapa de Rodríguez Zapatero en el poder, y que le lleva a “volver” a sus amores y deseos por una izquierda más radical. Son el mismo reflejo social que tiene un largo y hondo parecido con la desilusión que le haría ganar a Rajoy las elecciones generales dos años más tarde.

Para acercarse más a esa doble certidumbre en la que coinciden la realidad y la ficción en nuestra vida pública y completar la visión de Almodovar les recomiendo a los dirigentes de Podemos, a esa pequeña tribu familiar que han creado Pablo Iglesias e Irene Montero en torno a ellos mismos; y a la que pensaban crear - y ya se está deshaciendo - Manuela Carmena e Iñigo Errejón bajo la carpa de Mas Madrid que empleen ocho minutos en ver “La concejala antropófoga”, el corto que hizo aquel mismo año el cineasta de Calzada de Calatrava y en el que la provocación desde el monólogo de una concejala de derechas y responsable de Asuntos Sociales le permitió regresar a su lado más salvaje y transgresor, el que asomó en “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón”, y con cuya realización empezó a “liberarse” de sus diez años como ordenanza en Telefónica.

Si cualquiera de los actores principales de esta tragicomedia que estamos viendo interpretar en directo desde el 28 de abril y que se prolongará mucho más allá del 26b de mayo, tuviera que repetir la última frase de sus propios abrazos rotos, ésta sería, sin duda la siguiente: “las elecciones hay que ganarlas aunque sea a ciegas”.

Con los recuerdos universitarios y los sueños revolucionarios enterrados en los adioses de Pablo e Iñigo; con Irene muy lejos de las confidencias que se hicieron Rita Maestre y Tania Sánchez; con un ex-rector que evita hoces y martillos lo mismo que su compañero de candidatura los tiros libres a canasta; y con una oposición dispuesta a sacar cuchillos jamoneros con la misma facilidad que a amenazar con los miles de “okupaciones” que amenazan a los ciudadanos de bien que se vayan de vacaciones, la primera de las concejalas en todo Ayuntamiento que se precie, que es la alcaldesa, doña Manuela, ejerce de “antropófaga” ideológica y se plantea y plantea la misma pregunta que Vladimir Ilich Ulianov le hizo a Fernando de los Rios en Moscú en 1934 con una “pequeña” variante pero con tanta dinamita intelectual como la que trasladaba el dirigente comunista al dirigente socialista: “ ¿ partidos, para qué ? “.

Una pregunta y una idea que no es nueva en España. La pensó y la hizo pública Felipe González en 1992. Su partido la enterró con enorme rapidez.