RAUL HERAS

Las tres cosas que comento y las tres que olvid� Felipe VI

Raúl Heras | Jueves 25 de diciembre de 2014

El primer discurso navideño del Rey fue un buen discurso. Creíble en la forma, contundente en el fondo. Dicho con energía, bien gesticulado cuando el mensaje lo requer�a. Hay que decir que Felipe VI lo hizo bien, cumpli� en el dif�cil papel que le tocaba representar ante una España que estaba dispuesta a escuchar, a comprender y a exigir en partes iguales. Estuvo mal y hasta muy mal la realización, el cambio de planos fue un desastre, lento, sin ritmo, cortando el a veces poderoso discurso del monarca. Y lo mismo cabe decir del escenario, que mas parec�a de una obra teatral de bajo presupuesto que el sal�n, que el hogar navide�o del ciudadano Rey.




Vayamos a lo sustancial, a lo dicho y a lo olvidado; de lo que se habl� y de lo que no se dijo; de los compromisos y exigencias para todos y ante todos y de las ausencias que dejaron un hueco, un agujero por el que colarse las cr�ticas, que siendo necesarias no deben ni imponerse, ni oscurecer una comparecencia ante los espa�oles que despertaba mucho mayor inter�s que las ultimas de Don Juan Carlos y que se sald�, para mi, con un sobresaliente.

Felipe result� cre�ble, comprometido, cercano desde el primer momento. Se dirigi� a todos los espa�oles de frente, con palabras que entraron en los grandes problemas del pa�s y en las que puso el foco de atenci�n para exigir a todos, empezando por la propia instituci�n a la que representa y a los poderes p�blicos que emanan de los partidos pol�ticos un regeneraci�n y una ejemplaridad que devuelva la necesaria confianza que deben tener en ellas los ciudadanos.

El Rey centr� su discurso en tres grandes temas: la corrupci�n, contra la que pidi� actuar con contundencia y sin medianas tintas; el paro, al que calific� de insoportable y sobre todo entre los m�s j�venes; y Catalu�a y la Constituci�n de 1978 a las que uni� de forma indisoluble en su intento de mezclar la unidad y la diversidad de una Pais y una naci�n como Espa�a. En los tres temas se mostr� firme en sus convicciones, decidido en su papel, buscando la complicidad de los ciudadanos, intentando que sus palabras llegaran a los hogares como un compromiso necesario para devolver la credibilidad a aquellos que nos gobiernan y que, por ello y por ser elegidos de forma democr�tica, tienen que tener y trasladar al resto unas conductas ejemplares.

Defendi� nuestro estado de derecho salido de la Constituci�n del 78, defendi� su mantenimiento, defendi� el papel que ha jugado en nuestra convivencia en paz y en libertad durante estos a�os. Defendi� la igualdad de la ley para todos y defendi� a la mayor�a de los representantes p�blicos por su honestidad y su trabajo. Y defendi� - y aqu� est� la primera de las cr�ticas que caben hacerle, el primer olvido notable hacia esos mas de cuatro millones de espa�oles que est�n en el paro y los dos millones en peligro de exclusi�n social - la mejora de la situaci�n econ�mica en un claro gui�o de complicidad hacia el gobierno, algo que sin duda habr� agradecido y mucho Mariano Rajoy.

Su primer gran olvido tuvo nombre y apellidos: Cristina de Borb�n. Era la menci�n o la ausencia je mas se esperaba y ah� le falt� a Felipe VI el valor, el coraje, la intenci�n de mencionar a su hermana o reivindicar para la monarqu�a el necesario papel ejemplar que reclam� para todas las instituciones. Pudo haber incorporado unas breves palabras cuando abord� el tema de la corrupci�n y el necesario combate contra ella, junto al correspondiente compromiso de todos : simplemente a�adiendo " con la Corona al frente". Se habr�a entendido el mensaje y habr�a resultado mayor y m�s claro su compromiso.

El segundo " olvido" notable estuvo en su referencia a la Constituci�n, a la,je convirti� casi en un fort�n de leyes inexpugnable cuando desde toda Espa�a y desde todos los sectores sociales, econ�micos y pol�ticos se pide su reforma, su puesta al d�a. La superaci�n de las condiciones en que naci� en 1978 bien merec�a un reconocimiento y una apertura a los cambios que la Espa�a de hoy necesita. Y junto a esa puerta de futuro haber tenido un reconocimiento a la labor de su padre y antecesor en el trono. Se habr�a entendido esa menci�n, ese elogio medido, esa cita en la que incorporar a su madre, y no ese plano televisivo de una fotograf�a desdibujada y metida con calzador en una realizaci�n, insisto, muy mediocre y falta de alma. Justo lo contrario de lo que tuvieron las palabras de Felipe VI.

El tercer olvido tuvo mucho que ver con la excesiva atenci�n que prest� a Catalu�a y a la necesidad de que permanezca en a Espa�a para bien de todos. Desaparecieron 16 autonom�as, desaparecieron casi cuarenta millones de espa�oles que en ese momento se pudieron sentir injustamente olvidados, cuando sus problemas reales son iguales que los de aquellos que viven en las cuatro provincias catalanas. Carg� demasiado las tintas, coloc� a los nacionalistas e independentistas de Catalu�a en un lugar de privilegio frente al resto.

Para cerrar este comentario de madrugada: Felipe VI ha comenzado con buen pie. Que dure por el bien de todos, que ya se sabe que en �poca de conturbaci�n es mejor no hacer mudanza.