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Mohamed VI y Pedro Sánchez: el inicio de una hermosa amistad
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Mohamed VI y Pedro Sánchez: el inicio de una hermosa amistad

viernes 08 de abril de 2022, 13:15h

Si en lugar de Rabat la escena de 35 minutos con Pedro Sánchez y Mohamed VI de protagonistas se hubiese rodado en Casablanca en lugar de Rabat, el presidente del Gobierno español le hubiese podido decir al rey de Marruecos la misma frase que le dice el cínico, descreído pero honesto con sus amores, Rick, al también cínico, descreído pero honesto con sus amores, el gendarme francés :” presiento Louis que este es el inicio de una hermosa amistad”.

Si en lugar de estar en el palacio real, sentado uno en el trono, y el otro dos palmos más abajo, y hubieran estado en el aeródromo de Casablanca, podrían haber reproducido ese instante entre la niebla, mientras despega el avión en el que se marcha el único amor que ha conocido el apátrida norteamericano, y encajado la frase con la que termina la película de Michael Curtiz con el sentimiento del protagonista, obligado a escoger entre lo que le pide su corazón y lo que le obliga la razón, por más que la niebla se convierta en un siroco que se extiende entre las dunas del Sahara y entierra la propia historia de un pueblo que soñó con ser independiente y enormemente rico.
Sánchez no es Bogart ni el hoy Reino de Marruecos se parece a la Casablanca que estaba controlada por el Gobierno francés de Vichy pero con los alemanes de Hitler como auténticos dueños y señores de esa parte del norte de Africa, pero como en todo drama o tragedia llevada al cine, la realidad supera a la ficción: el presidente del gobierno español aceptó, con su mal escrita carta, convertirse en un traidor para los saharauis, para los argelinos, para una gran parte de sus conciudadanos, para una gran parte de sus compañeros políticos, incluso dentro de su propio partido, a cambio de garantizar unos años de tranquilidad a dos ciudades españolas como son Ceuta y Melilla, y sumarse a las políticas imperiales de Estados Unidos, sin olvidar que tanto Francia como Alemania - las otras protagonistas “políticas” de la película norteamericana - estaban como siempre a la espera de coger algo del botín.
Las traiciones en la vida pública, ya sean en el ámbito político como económico, son parte esencial de la misma. La lista de traiciones, con nombre y apellidos, que podríamos hacer de los últimos 40 años es demasiado larga. Mentiras y engaños que han servido para convertir a España y a Europa en lo que son. Sus propios ministros y socios traicionaron a Adolfo Suárez. Le traicionó el Rey cuando creyó necesario hacerlo para que fuese el PSOE de Felipe González quien asegurase el futuro de la Corona y de la naciente democracia. ¿Y cual fue el primer viaje de estado del flamante ganador por mayoría absoluta de las elecciones de 1982?: el que realizó a Marruecos para entrevistarse con Hassan II y garantizarle que España dejaría que la anexión del Sahara se marchitara en los largos pasillos de las Naciones Unidas.
Enumerar las traiciones dentro de la izquierda española es una tarea tan agotadora como hacerlo en la derecha. ¿ No traicionaron hasta arrojarlo del puesto de presidente que había conseguido en un Congreso los llamados barones de Alianza Popular a Antonio Hernández Mancha, con Manuel Fraga a la cabeza?. Lo hicieron - de la misma manera que lo han hecho ahora con Pablo Casado - y tardarían seis años en justificarlo con la victoria de José María Aznar en las elecciones de 1976. Su primer viaje al extranjero también fue a Marruecos, de la misma manera que lo fue el de José Luís Rodríguez Zapatero y el de Mariano Rajoy. La ruptura de la costumbre con Pedro Sánchez ya se ha corregido ante la certidumbre de males mayores.
Para que no parezca que es Madrid, la capital del Reino, el centro de todas las traiciones, habrá que recordar que Xavier Arzalluz traicionó a Carlos Garaicoechea en el PNV ; que Jordi Pujol traicionó a Miguel Roca y a José Antonio Durán Lleida en la CiU catalana; que a Eduardo Zaplana le traicionaron en Valencia, lo mismo que a Joaquín Leguina en Madrid; y que como ejemplo de una de las mayores traiciones políticas en los últimos 40 años está la que se cometieron por partida doble los dos hombres que habían llevado al PSOE al poder, Felipe González y Alfonso Guerra. Ese historial es el que Pedro Sánchez ha trasladado a los suyos y el que desde Núñez Feijóo a Pere Aragonés o Iñigo Urkullu pueden utilizar los dirigentes políticos que han atacado en el Congreso la última decisión de España sobre el Sahara.
Nuestras relaciones con Marruecos siempre van a ser difíciles y sujetas a los cambios que se produzcan en la esfera internacional sobre todo en el norte de Africa. Ceuta y Melilla van a estar en la misma balanza que lo está Gibraltar. Es el paso del Estrecho el que está en juego por su papel estratégico, de la misma manera que lo está el control del Mar Negro para su salida al Mediterráneo por parte de la Rusia de Putin o del mandatario que se haga con el poder en Moscú.
Mohamed VI y su sucesor - dentro de la complejidad del mundo árabe, su cultura y su religión - serán buenos o malos vecinos dependiendo de los problemas internos que afronte su trono. Así eran las cosas con Hassan II y con Juan Carlos I; así lo son con Felipe VI; y así lo serán con la Reina Leonor y sus futuros primeros ministros. Conviene mirar al Reino Unido de Isabel II y sus tensiones con Irlanda y Escocia; a los Países Bajos y los complicados acuerdos entre flamencos y valones bajo0 la mirada de la dinastía Orange.
Es cierto que Pedro Sánchez consiguió ganar una presidencia por un golpe de mano parlamentario y que la mantiene sobre un montón de traiciones programáticas de sus socios. Mucho tienen que reprocharse unos a otros, pero une más el interés del reparto del poder que las señas de identidad ya sean de origen marxista o independentista. La herencia que dejó Mariano Rajoy y la derecha que representa el PP tuvo de todo, malo en los político, aceptable en lo económico y malo en el ámbito internacional. Con esos materiales, bastante degradados por el uso de los últimos tres años, está gobernando y habrá que esperar a las futuras elecciones para comprobar hasta qué punto las traiciones ( buenas y malas para el país ) merecen un premio o un castigo.