La lucha feminista logró poner los derechos de la mujer en un primer plano político que la izquierda parlamentaria, especialmente en el gobierno de Zapatero, con la legalización del matrimonio gay, despenalización del aborto y la penalización de la violencia machista, y en el de Sánchez-Pablo Iglesias, con el “solo el si es si”, alzó como su mejor bandera frente a la derecha conservadora, sin pensar de que el boomerang feminista podría convertirse en un arma mortal contra esa misma izquierda.
El propio Podemos de Pablo Iglesias tuvo que deshacerse de algunos de sus concejales madrileños, integrados en el gobierno municipal de Manuela Carmena (1915-19) tras acusaciones de acoso sexual a compañeras del partido. Estos despidos tomados con celeridad y sin que hubiera grandes escándalos porque no afectaban a la primera línea de la organización, hicieron pensar a las mujeres dirigentes de esa izquierda que podían llevar hasta la cumbre su lucha contra el machismo más descarado.
Un suceso como el de la violación grupal de una joven en las fiestas de San Fermín en julio de 2016, “el caso de la manada”, proyectó la lucha feminista hasta alturas insospechadas solo unos años antes, llevando la causa feminista a todos los hogares y a todas las mujeres en general. Ya nadie ponía en duda de que la mujer española sufría una violencia sistémica física e intelectual, tanto en su casa como en el trabajo, a manos del hombre.
Lo que no pudieron preveer esos hombres de izquierda es que aceptando esas premisas e incluso poniéndose incluso por delante del movimiento feminista, convirtiéndose ellos mismos en dirigentes feministas, es que sobre ellos iba a acabar cayendo con muchas más razón, porque ellos se habían encargado de pregonarlo, la fuerza de las nuevas leyes.
Ya no fue el caso de un dirigente de segunda fila, como le ocurrió al ex presidente del Parlamento Vasco y secretario general del PSE-PSOE de Guipúzcoa, Jesús Eguiguren, condenado en 1992 por un juzgado de San Sebastián a una pena de 17 días de arresto como autor de una paliza propinada a su esposa.
Todavía en 2014, cuando algún miembro del PP le recordó a Eguiguren, que siguió siendo presidente de los socialistas vascos, este suceso, fue otro dirigente, Ramón Jáuregui, quien justificó el maltrato a su mujer de Eguiguren afirmando que "por mi conocimiento personal del caso, me permito digamos mantener o nos hemos permitido mantener la confianza en esa persona por sus cualidades personales, puede parecer algo contradictorio, pero de verdad que creemos que en aquel incidente se produjo una situación digamos más bien confusa que no voy a empezar a explicar ahora", se justificó en Onda Cero.
Uno de los líderes de Podemos y luego de Sumar-Más Madrid, que más elevó su tono y sus condenas contra la violencia machista fue Iñigo Errejón que ya antes de presentarse como número dos de Sumar a las elecciones de 2023 había sido acusado por varias mujeres de acoso y maltrato emocional, pero nadie se atrevió a ponerle en cuestión hasta que estalló el caso y él prefirió abandonar la política.
Punto y aparte merece el capítulo de los Mundiales de Fútbol femenino en Australia (Agosto 2023) cuando tras el triunfo máximo de las españolas, un alarde machista del presidente de la Federación, Luis Rubiales, tocándose sus partes y dando un beso en los morros a una jugadora, desataron la protesta feminista, a la que sumaron sin ningún reparo todos los dirigentes de la izquierda, tanto hombres como mujeres, para que al final fuera condenado simplemente a pagar a 10.800 euros de multa por un delito “atenuado” de agresión sexual, así como la prohibición de que Rubiales se acerque a Hermoso en un radio de 200 metros y comunicarse con ella durante un año, así como la indemnización de 3.000 euros con intereses que deberá abonar a la futbolista por los daños morales causados, además del pago de la mitad de las costas generadas, incluidas las originadas por la acusación particular. Seguramente el chulo de Rubiales salió bien parado, aunque los políticos habían alardeado, en clave claramente política, de que iba a caer todo el peso de la justicia sobre él.
Y ahora son los máximos dirigentes socialistas sobre los que recae todo el peso de las acusaciones de cometer o permitir actos machistas, como son los ex secretarios de organización, José Luis Abalos y Santos Cerdán, junto a otros importantes miembros de la ejecutiva socialista, Francisco Salazar, Antonio Navarro, José Tomé, Javier Izquierdo y seguramente varios más una vez que se ha abierto el “mee too” de la izquierda.