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PP y PSOE abren el libro de cuentas del 25 de mayo

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
En 2004 con Josep Borrell por parte del PSOE y con Jaime Mayor Oreja al frente de la lista del PP lograron 25 y 24 respectivamente. Cinco años más tarde las cosas cambiaron y fue el PP, que repetía con Mayor Oreja, el que se ponía en cabeza con 23 asientos y dejaba al PSOE de Juan Fernando López Aguilar con 21. El resto de las formaciones tuvieron que conformarse con cinco escaños en el primer caso y con seis en el segundo. Y si miramos los porcentajes de ese bipartidismo a nivel europeo el dominio de las dos siglas es total, aunque descendente: un 85% para ambos en 2004 y " sólo " un 80% en el 2009.

Hubo más electores, que no participación en 2009, con 15.935.147 ciudadanos que ejercieron su derecho al voto, mientras que cuatro años antes esa " voluntad" de ir a las urnas se quedó en 15.417.268. Datos y números que si los unimos a la cifra de formaciones que se presentaron , treinta y seis en ambos casos, comprobaremos que son numerosos los que llaman a los electores, pero muy pocos los elegidos. Esos 30 grupos que se quedaron en cero representaban desde la derecha nostálgica de la Falange a los grupúsculos de la izquierda más radical, y entre todos apenas sumaron cuatrocientos mil votos.

No a todos les costó lo mismo conseguir sus escaños. A los dos grandes mucho menos que al resto. Miles de votos se perdieron por culpa de una Ley Electoral penalizaba y penaliza a las formaciones más pequeñas. Por ejemplo: mientras que PP y PSOE tenían que conseguir 270.000 votos en 2004 para que uno de los integrantes de su lista se sentara en el Parlamento de Estrasburgo, el bloque que formaron CiU y el PNV tuvieron que llegar a los 400.000. Y esto volvió a pasar cinco años más tarde y alcanzó a las otras candidaturas que tuvieron como su "coste" por eurodiputado pasaba de los trescientos mil.

Es posible que en esta ocasión, en ese 25 de mayo que se nos viene encima, las cosas cambien algo, pero tanto populares como socialistas seguirán contando con la ventaja que les dan unas normas electorales pensadas para favorecer el bipartidismo desde el ya lejano 1997. Si sigue bajando la participación y se queda este año en el 40-42 por ciento de los 36.209.684 ciudadanos que tienen derecho a votar, cada escaño "costará" entre 265.000 y 275.000 sufragios y tendremos lo que auguran todas las encuestas: que los dos grandes se repartirán 40 de los 54 asientos a los que tiene derecho nuestro país. Habrán dado un importante bajón en sus aspiraciones, habrán perdido otro cinco por ciento y sus rivales - que pueden ser más - podrán repartirse catorce en lugar de cinco o seis.

El bipartidismo no habrá muerto, será tal sólo un poco más imperfecto y habrá que esperar a las elecciones municipales y autonómicas de dentro de un año para ver como evolucionan estos datos. Mientras no cambien las reglas del juego político, con reformas importantes en la Ley electoral y en el funcionamiento de los partidos, con mayores dosis de democracia interna, el esfuerzo de las formaciones que hoy por hoy están " fuera de juego" pese a tener algunas mas de cien mil votos, chocará contra la muralla interesada del PP y el PSOE. E incluso con la complicidad de las fuerzas afines en Europa que, bajo la dirección de los democristianos alemanes de Angela Merkel, sueñan con extender su ejemplo al resto del Continente: dos grupos mayoritarios con un tercero de comodín entre ambos y con capacidad para moverse hacia la derecha o la izquierda.

Lo que está en juego son números y nombres, siglas que encarnan las pequeñas diferencias que existen entre los grandes a la hora de abordar los problemas fundamentales de la política europea, desde la competitividad al paro, desde las reformas educativas a los cambios sociales. En España, en esta larga campaña electoral de los últimos meses, hemos escuchado más las críticas internas y los ataques personales que las propuestas de regeneración y alternancia que piden, pedimos, todos los ciudadanos de los 28 países, cada uno con sus diferencias pero sufriendo el mal común de la crisis que descubrimos a partir del año 2006. Las ideologías, que hasta el último tercio del siglo XX estaban vivas por mucho que nos intentaran vender lo contrario, siguen ahí, dispuestas a volver a jugar un papel en este arranque del nuevo siglo, con todas sus grandezas y miserias, con todo el mesianismo que encierran y en el que caben el horror y la esperanza.