Por no ir más lejos, desde 1977 el ‘’ enfermo’’ venía a la capital del Reino y se marchaba con las recetas firmadas por el facultativo de turno, ya se apellidase Suárez, Gonzalez, Aznar, Zapatero o Rajoy. Ninguno asumió que por ese camino más pronto que tarde el paciente llegaría a plantear su amputación territorial.
Al igual que ocurre con las enfermedades del cuerpo humano, el abuso en la medicación ha logrado que el virus independentista se haya vuelto inmune, y que la mera inyección de más dinero a las arcas autonómicas no logre parar los efectos de la fiebre rupturista que embarga a una parte de la clase dirigente catalana, tanto política como empresarial.
Esa herida real, que existe desde hace trescientos años, se ha tratado por la vía de la violencia desde el estado, tanto con Felipe V y el resto de los monarcas que le han sucedido hasta hoy, como durante las dos Repúblicas que intentaron resolver el problema empleando los mismos métodos quirúrgicos.
Se ha tratado de contener la infección por la vía judicial mediante la aplicación de leyes y normas que el propio estado se ha dado para su defensa. Artículos y más artículos que siempre han buscado contener la expansión de la gangrena en las articulaciones de la Nación, pero que nunca han conseguido eliminar el virus que, más activo o más adormecido, se mantiene en el organismo infectado.
Siempre hay cambios al frente de las instituciones, sin que hasta el momento haya servido para atajar la enfermedad con eficacia. Hay un presidente socialista en la Generalitat y un expresidente independentista que huyó tras protagonizar una ópera bufa.