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Cuatro puntos y 36 décimas

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Todos los sustos que han llegado de Italia a Europa y a España tras los resultados electorales se explican en cuatro puntos, que son los que separara a las formaciones de Bersani y Berlusconi de la de Beppe Grillo; y en 36 décimas, que son las que separan o unen, según se miré, a Bersani y Berlusconi.

Las curiosidades electorales del país hacen que esas pequeñas décimas le permitan al Partido Demócrata tener 340 diputados en el Parlamento mientras que el PlD se queda tan sólo en 124, con las 5 Estrellas en 108 y el centro derecha de Mario Monti, el gran castigado por las medidas contra la crisis, en 45 escaño. En el Senado ocurre algo parecido a lo que sucede en España: Bersani tiene más votos pero Berlusconi más senadores, dada la diferencia de representación por regiones.

Si creemos que el número de parlamentarios en nuestro país es grande, con sus 350 congresistas, el tema en Italia es aún peor: en su Parlamento hay 617 y en su Senado 301, con poblaciones muy parecidas, en torno a los 46- 47 millones de habitantes. Tal vez por eso una de las líneas de fuerza de Grillo y sus seguidores haya sido la de disminuir el número de políticos en la vida pública. Algo que en España se habla, entre otros por Esperanza Aguirre y Dolores de Cospedal, pero sin dar los pasos necesarios para llevarlo a cabo, sobre todo por la negativa del PSOE de entrar en ese terreno dada la .imitada capacidad representativa que tiene en estos momentos tras los duros resultados de las elecciones generales autonómicas y municipales del año 2011.

Italia, los ciudadanos italianos le han dicho no a los planes de la Unión Europea. Para ser más exactos le han dicho no a Ángela Merkel y a sus socios del norte de Europa. Han dicho no a los recortes sociales, han dicho no a la política económica y financiera de Bruselas y del Banco Central que comanda su paisano Mario Draghi. Han dicho no a un país que camina rumbo a la pobreza mientras su clase dirigente dirime sus ambiciones en las urnas. Y han dicho si, no a dos comicos como Beppe Grillo y Silvio Berlusconi ( capaz de resucitar cien veces). Han dicho si a una esperanza de cambio y a una engañifa de cambio pero ambas lejos de los designios de un euro que gana cada vez más en desafectos, por mucho que las defensas oficiales de los partidos oficiales se empeñen en proclamar sus virtudes para los ciudadanos de a pie, y de todos los países que han adoptado la moneda única.

Italia no es ingobernable, lo que ocurre es que los ciudadanos de ese país están hartos de que les gobiernen siempre los mismos y de la misma forma. Ocurre algo parecido en España y si ahora hubiera elecciones, lo veríamos. Veríamos como se derrumbaban tanto el Partido Popular como el Partido Socialista, e incluso como no recogían ese voto y se estancaban fuerzas como Izquierda Unida y la UPyD de Rosa Díez, esta última escondida e incapaz de salir a escena tras la metedura de pata de su diputado Toni Cantó.

Se requiere un cambio de modelo, en Italia del modelo de Republica que no supo aprovechar el escándalo de la Tangentopolis para iniciar otro modelo de sociedad y de relaciones dentro de ella, limitando se a cambiar el nombre de los partidos y las caras de los que los lideraban; y en España de un modelo de Monarquía que se ha agostado y necesita de un repulsivo que la devuelva al papel que jugo durante la llamada Transición democrática.

Las mismas o muy parecidas tensiones norte-sur entre las regiones de Italia existen en España. La union que propició y dirigiò Garibaldi se arrastra en cada elección, en cada apuesta de las fuerzas políticas por mantener sus privilegios, los suyos y los de los territorios que representan, en ese caso el de la Liga Norte, por ejemplo. Aquí, la unión que salió de la Constitución de 1978, con sus 17 autonomías y sus diferencias entre las que se desarrollaron por el articulo 151 y el resto en función de sus singularidades históricas, idiomáticas o territoriales (caso de Andalucía), hace agua por todas partes. Los Estatutos de cada una de ellas ha consagrado el principito de que ninguna quiere ser menos, ni tener menos derechos que la de al lado, haciendo que desde todos los puntos de vista, ya san políticos, económicos o sociales, España se haya convertido de verdad en ingobernable como país, como nación, como estado. El disparate del " café para todos", que se explicaba hace treinta años por la necesidad de que las fuerzas que salían de la Dictadura no entorpecieran la puesta en marcha de una democracia parlamentaria de corte occidental, se ha consumido en sí mismo y necesita de urge tes y profundos cambios. De la crisis económica y financiera saldremos un año ante o un año después, peor o mejor respecto a una Europa y un mundo globalizado, pero de la crisis estructural e institucional, tal y como se están comportando los partidos políticos y sus dirigentes, no saldremos y terminarán por hundir a esta España nuestra.