Jueves 02 de octubre de 2014
Barcelona es una ciudad de contrastes. Y eso se ve con cosas como la actitud oficial frente al nudismo: si un ciudadano procedente de alguna otra parte de España se pasea por las zonas céntricas de la ciudad puede toparse, si hace buen tiempo, con uno o dos ciclistas “en bolas” que, sin aspavientos se pasean por la ciudad.En Barcelona orinar en la calle supone ser objeto de multa, igual como ejercer la prostitución o practicar la nueva costumbre del “botellón”, pero no ir desnudo, si ello no implica obscenidad o hay niños presentes.
Lo cierto es que el nudismo está oficialmente limitado a ciertas playas de la capital catalana, pero nada dice la ley de pasear por la calle tal como dios nos trajo al mundo. Y a esa realidad legal se acoge por ejemplo un ciudadano que se llama o hace llamar Irwin, que además de andar en cueros por Barcelona. Cuando se le pregunta, responde afirmando que trabaja sobre un libro que mostrará la relación entre legalidad, ley y tolerancia.
Al ser una ciudad marítima, el nudismo está muy arraigado en Barcelona. Formó parte a principios del siglo veinte de lo que se consideraba la cultura del hombre nuevo: un conjunto de actividades que aúnaron el nudismo, anarquismo, el esperantanismo y el vegetarianismo. Con la democracia volvieron a la normalidad los clubes nudistas. Fue tal su aceptación que en el año 2004 el entonces alcalde, Joan Clos, llegó a financiar con 600 euros un tríptico en el que se loaba la idoneidad de pasear desnudos por la ciudad.
El PP catalán ha intentado, sin éxito erradicar la práctica del paseo en pelotas presentando una enmienda para que se incluyesen el deambular desnudos como un objeto de prohibición: Fernández Díaz no consiguió ni el apoyo del moderado Xavier Trias, de CiU. Así que si andando por Barcelona ven pasear personas desnudas, no se alarmen, puede ser raro pero no ilegal.
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