RAUL HERAS

Cambiar, sin destruir la Constitución del 78 para evitar nuevos errores

Raúl Heras | Sábado 06 de diciembre de 2025
Hace 47 años los llamados “padres de la Constitución” redactaron nuestra Carta Magna con un ojo mirando a los cuarteles y otro a la II República. Todos los partidos que habían conseguido representación parlamentaria en las elecciones de 1977 se pusieron de acuerdo para sentar las bases de un texto que debía unir a los españoles en una meta común y evitar más golpes de estado y más dictaduras, ya fuese blandas, como la de los generales Primo de Rivera y Berenguer, o duras como la de Francisco Franco. Partieron de un principio básico e intocable, sore el que se construyó el resto: España sería una Monarquía parlamentaria o no sería, con el Rey como jefe de las Fuerzas Armadas, un “pequeño detalle” que parece que más de un político de hoy ha olvidado.

De los siete miembros de la Comsión constitucional, tres pertenecían al partido gobernante, la UCD: Gabriel Cisneros, Miguel Herrreo y José Pedro Pérez Llorca; uno representaba al PSOE, Gregorio Peces Barba; otro al PCE, Jordi Solé Tura; potro a Alianza Popular, Manuel Fraga, y en representación de las minorías nacionalistas de Cataluña y Euskadi estaba Miguel Roca, el único que sigue con vida y puede recordar con precisión los largos debates que protagonizaron para conseguir un texto que, con el tiempo, se ha ido quedando obsoleto y necesita cambos.

Ni el que redactaron era un dechado de perfección constitucional e incluso legal, para impedir las transformaciones que se han hecho a lo largo debates estos 47 años y que lo han ido pervirtiendo sobre todo desde las 17 autonomias y sus respectivos Estatutos. Modificar, si; destruir,no. La historia real de España, sin partidismos y sin ensoñaciones debería mantener las vigas maestras y cambiar las que el tiempo ha dejado inservibles. La España de hoy no es la de 1978, pero no puede ser ni la de 1931, ni la de la Leyes Fundamentales del franquismo. Si desde la Monarquía incipiente a la República añorada se fue generoso y realista, volver a reabrir las heridas cicatrizadas sería el mayor de los errores.


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