Con ese esquema y la dificultad añadida del sistema electoral, todo lo que sea dividir los votos o aumentar la abstención se traducirá en una menor representación en el Congreso. ¿Irán esos votos o esa representación matemática de la Ley D´Hont al PSOE?, parece difícil en la situación actual de los escándalos de corrupción que atan a los socialistas. Una de las muchas ventajas con que cuenta actualmente el PP de Núñez Feijóo, de ahí su renovado intento de alejarse de Vox y acercarse a esa zona de centro liberal socialdemócrata que representa Emiliano García Page.
El propio Sumar es una formación inestable en su interior, con un nuevo Pablo (Bustinduy) en la escena mediática que va a competir, quiera o no, con su hoy jefa de filas. Los 31 escaños de 2023 aparecen como un sueño imposible de alcanzar. Las encuestas reflejan ese proceso de degradación, con los últimos datos que señalan ya a Podemos como el grupo más fuerte y con mejor posición a la hora de lograr pactos con otras fuerzas, desde Bildu a la Cup e incluso con Izquierda Unida. Si se empeñan en ir por separado cada uno de ellos puede que los dirigentes consigan su escaño, dependiendo de la circunscripción por la que se presenten, pero poco más. El número diez sería todo un éxito.
Ya no se trata de diferencias doctrinales y ni siquiera de opciones tácticas, todo ese entramado de izquierdas con base ideológica de carácter marxista se ve abogado a una pelea por los sillones del Congreso, de los Parlamentos autonómicos o las Corporaciones locales. Un futuro personal para la mayoría, muy lejos de unos planteamientos globales que ofrecer a los ciudadanos.
Yolanda Díaz ha fracasado en su intento de reagrupar a la izquierda de la izquierda en una única formación. Esa es la síntesis de estos diez últimos años. No hay alternativa al PSOE, les queda el papel de escuderos, sea cual sea el dirigente del PSOE que se presente como aspirante a presidente de un futuro Gobierno. Intentará mantenerse al frente de sus diez diputados y de ese Sumar que es más un nombre comercial en política que una realidad programática. No es que Antonio Maillo o la propia Ione Belarra e incluso Ada Colau puedan ofrecer muchos más. Se han convertido en voces individuales que intentan sobrevivir a una caída en ñpicado ntras pensar que podían alcanzar el cielo.