En España, dedicarse al arte sigue siendo un desafío. No por falta de talento, sino por la escasa conexión entre la formación académica y el entorno profesional. Muchos jóvenes que quieren hacer carrera en el cine, la música, el teatro o las artes visuales se topan con programas educativos rígidos, donde la teoría pesa más que la experiencia real.
Hoy, más que nunca, las salidas laborales dependen de la versatilidad, el contacto con la industria y la capacidad de colaborar entre disciplinas. Resulta cada más necesario, por tanto, replantear la forma en la que se enseña arte. Y es en este punto donde entran en juego propuestas como las de la Escuela Universitaria de Artes TAI.
Ubicada en pleno barrio de Recoletos, en el corazón cultural de Madrid, la Escuela de Artes propone un ecosistema creativo donde conviven cineastas, músicos, actores, diseñadores, fotógrafos y artistas plásticos en formación. Esa convivencia no es casual: forma parte de un modelo educativo que apuesta por la interdisciplinariedad como herramienta de base para entender el arte en el siglo XXI. El objetivo no es otro que aprender a colaborar, a dialogar y a construir proyectos con otros lenguajes, como ya sucede en la industria contemporánea.
La universidad ha logrado algo poco habitual: diluir los límites entre el aula y la ciudad. O dicho de otro modo, la ciudad no se mantiene al margen, forma parte activa del proceso creativo. Los estudiantes participan en rodajes que ocupan calles del centro, estrenan obras en salas reconocidas o exponen sus trabajos en galerías del circuito profesional.
Esta inmersión urbana transforma el campus en un laboratorio vivo de experiencias culturales, donde aprender no se limita a lo académico, más bien se mezcla con la vida real, con las dinámicas del arte en la calle y con el pulso creativo de Madrid.
El objetivo de cualquier centro universitario vinculado al arte es lograr que sus estudiantes salgan preparados para trabajar. Gracias a más de 700 acuerdos con empresas del sector, el alumnado puede participar en proyectos reales, hacer prácticas, vincularse con productoras, agencias, compañías o festivales y empezar a construir su camino sin esperar a terminar la carrera. De ahí que muchos de sus antiguos alumnos hayan logrado entrar en el circuito artístico nacional e internacional: sus obras ya se han estrenado, publicado o expuesto, fruto de un aprendizaje que nunca fue ajeno al mundo real.
Con estudiantes y docentes de más de 30 nacionalidades, TAI es también un espacio de diversidad cultural, intercambio constante y apertura de horizontes. La convivencia de perspectivas tan distintas enriquece la formación y prepara a los alumnos para una escena artística que cada vez funciona más en red, más conectada. Esa internacionalización, junto al respaldo de títulos oficiales avalados por la Universidad Rey Juan Carlos, da solidez a un proyecto que no solo forma artistas, sino que los lanza con fuerza al mundo.