RAUL HERAS

Rajoy quiere conquistar al santo de los marineros

Raúl Heras | Jueves 02 de octubre de 2014
Con toda la pompa, el boato y los cantos a la unidad del partido que requería la ocasión, Mariano Rajoy lanzó en Sevilla a la nueva promesa del Partido Popular en el territorio de Al Andalus con el encargo de conquistar San Telmo, que es el edificio barroco que acoge a la presidencia de la Junta que hoy dirige Susana Díaz.

Lo que tal vez ignore el presidente del gobierno es el origen del nombre del santo patrón que alberga la fuente del poder socialista en esa autonomía desde que arrancó nuestra joven y desgastada democracia: le viene de su primera función como Universidad para los hijos huérfanos de los marineros, construida en unos terrenos que fueron de la Inquisición hasta que bajo el último de los reyes Habsburgo se ceden para ese uso.

Por sus aulas pasará dos siglos más tarde Gustavo Adolfo Becquer y convertido en palacio de los Montpensier sus paredes debieron escuchar y ocultar las conjuras de Antonio de Orleans y de su mujer Luisa Fernanda de Borbón para intentar llegar al trono en lugar de Alfonso XII, maniobras que sólo terminarán cuando el joven rey se case con su hija María de las Mercedes, convertida en copla por su muerte temprana.

Ladrillos que en el centro de Sevilla y pegados a la Universidad pasan a manos de la Iglesia hasta que el arzobispo franciscano de la diócesis, Carlos Amigo, lo cede a la Junta de Andalucía para instalar allí la presidencia del gobierno regional. Ladrillos y argamasa que conocen los entresijos del poder, que podrían contar las mil historias de ambiciones, luchas internas, zancadillas y secretos de las cloacas que les han acompañado en los últimos 25 años.

Eso es lo que Rajoy le ha encargado a Juan Manuel Moreno que conquiste: el santo, el edificio, y con ellos el poder en un territorio que se le resiste a la derecha española desde que Rafael Escuredo se convirtió en su primer presidente, para " saborear" la amargura de la incomprensión por parte de los que en aquel momento dirigían y controlaban el PSOE: Felipe González y Alfonso Guerra. Aún recuerdo sus explicaciones - sin rencor y sin dolor - en el jardín de su casa del Aljarafe en las que aceptaba su salida del poder con el mismo semblante que tuvo que tener Boabdil al abandonar Granada.

En el fin de fiesta de los populares, en Sevilla, estuvieron todos menos Maria Dolores de Cospedal, que había cumplido con su papel en la inauguración del Cónclave electivo para retirarse el resto del fin de semana a su terruño manchego. La secretaria general habrá visto por televisión y le habrán contado las sonrisas de satisfacción de sus rivales en el partido, desde Soraya Sáenz de Santamaría a Javier Arenas; y la cara de "circunstancias" del derrotado sin ni siquiera subir al ring de unas elecciones internas que hubieran dado una pátina democrática al funcionamiento del PP.

Convertido en líder del partido y candidato de la derecha andaluza para las próximas elecciones, que pueden ser el próximo 25 de mayo si la presidenta Diaz decide aprovechar su buen momento y hacerlas coincidir con las europeas, lo que le daría un buen empujón en esas tierras a su compañera Elena Valenciano y a su " líder nacional", Alfredo Pérez Rubalcaba, el ya ex Secretario de estado de Sanidad, tendrá por delante, aunque pierda, un largo futuro de opositor y hasta de posible presidente. Lo que no consiguió Javier Arenas en cuatro intentos puede que Moreno lo consiga en dos. Más de 40 años presidiendo un gobierno y una Comunidad un mismo partido son muchos años y un buen ejemplo de cómo se deteriora la propia democracia cuando una de sus bases principales, la alternancia en el poder, deja de existir.