02/03/2011.- Al pobre Galileo, rehabilitado varios siglos después de haber sido amenazado con la hoguera de la Inquisición y del fuego eterno del infierno, le jodieron vivo en vida porque no hay cosa más dolorosa que tener que renunciar a tus propias convicciones bajo la presión.
La Iglesia, que durante mucho tiempo fue la cuna de la cultura y de la investigación en algunas áreas, tiende a llevarse regular, tirando a mal, con los avances científicos y tecnológicos y, de la misma forma que tardó siglos en admitir que la tierra giraba alrededor del sol, hoy se resiste a dar por bueno lo que para mucha gente, sencillamente, es bueno.
La noticia que últimamente me ha llamado la atención es que Rouco Varela, que es un hombre culto, ha afirmado que las redes sociales provocan entre los jóvenes un estilo de vida vacío, que, unido a la actual crisis económica, aumenta las incertidumbres y el todo vale.
La manía de algunos obispos y cardenales de jugar al maniqueo, señalando con precisión qué es absolutamente bueno qué es radicalmente malo solo sirve para reafirmar en sus costumbres a los más fieles a su doctrina pero también para distanciarse de la gente que no comulga con ruedas de molino.
Las redes sociales no son malas ni buenas, pero son un fenómeno social imparable a quien nadie puede ser ajeno salvo que quiera vivir en un mundo irreal.
La evolución doctrinal y costumbrista de la Iglesia oficial o institucional es lenta, tiene su ritmo y allá ella, pero el resto de los seres humanos aspiramos a vivir no de la esperanza futura sino de la realidad presente.
Estamos ahítos de promesas que no sabemos si algún día se cumplirán, pero el día a día nos conduce a saber que, gracias a las redes sociales, los dictadores son más débiles, los demás están más cerca y los amigos existen aunque creamos que les hemos perdido.
Señor o monseñor Rouco: si no quiere jubilarse, a pesar de que los Papas a su edad lo hacen, no lo haga, pero no es necesario que confunda a la gente ni satanice a quienes no tienen nada que agradecerle al diablo.