Las tres crisis de Esperanza Aguirre

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
La presidenta de la Comunidad de Madrid tenía decidido realizar una profunda remodelación de su Gobierno en otoño del año pasado. Su número dos, Ignacio González, se iba a convertir en presidente de Caja Madrid tras un largo periodo de negociaciones con todas las fuerzas políticas y sindicales que le habían alejado de las cuestiones del “día a día”; y su número tres, Francisco Granados, podría centrarse en la preparación de las elecciones autonómicas y municipales en su calidad de secretario general del PP en la región. El resto de cambios se articulaba en torno a estos dos ejes.

Pasó lo que pasó: que Mariano Rajoy impulsó e impuso el nombre de Rodrigo Rato para la Caja de Ahorros, tras “pactarlo” con el propio Rodríguez Zapatero ( de cara al proceso de reestructuración del sistema financiero ) y la cascada de cambios en el Gobierno se paró en seco, con muchos de sus actuales miembros cogidos con el pie cambiado. Se habían desatado las lógicas ambiciones de unos y otras y hasta se esperaba que la presidenta incorporara a una mujer a otra vicepresidencia y que incluso fuera un paso más allá en la reordenación de su equipo cambiando y fusionando – lo que ha hecho al fín y a la postre – algunas Consejerías.

Con Ignacio González reencontrado en el Gabinete, sus malas relaciones con Juan José Güemes no dejaron de aumentar, al igual que las del ya ex consejero de Sanidad con Francisco Granados. A un año de la cita con las urnas, Aguirre es consciente del deterioro de su equipo y de la necesidad de cambios profundos, pero no esperaba que la marcha por voluntad propia del responsable de la Sanidad, portavoz en la Ejecutiva regional del PP y miembro de la dirección nacional desde el Congreso de Valencia, le fuera a romper su calendario político.

Aparece en escena la segunda crisis: La presidenta está decidida a hacer los cambios pero se resiste a “que se los hagan o parezca que se los hagan”, por emplear una frase de uno de sus más cercanos colaboradores. Para hablar de cambios y que así se entiendan entre los ciudadanos, no bastará con modificaciones en las segundas líneas del Gobierno, sólo con salidas en la cúpula tendrá credibilidad y fuerza, tanto dentro como fuera del Partido Popular. Aguirre es muy consciente de sus debilidades respecto al equipo de Mariano Rajoy, pese a contar con el apoyo de Dolores de Cospedal, que intenta tender puentes entre los dos líderes desde que fue elegida número dos del partido, e incluso entre Aguirre y Ruiz Gallardón, el alcalde de la capital. Se acerca la hora de las listas electorales y la presidente no puede , ni quiere dar una imagen “blanda” ante los suyos, plegándose a las exigencias que emanen de la calle Génova. Uno de los posibles puntos de encuentro era Juan José Güemes, pero su marcha aleja aún más un más que deseado pacto.

Los que le conocen aseguran que el yerno del polémico Carlos Fabra ( dispuesto éste a dejar a su hija al frente de la Diputación de la provincia ) tiene intención de “volver” a la política como cabeza de lista por Castellón para las elecciones generales y prepararse así para un “puesto” e un hipotético gobierno de Mariano Rajoy en el 2012, lejos de su adscripción aguirrista. Otros, en cambio, creen que su repentina marcha tiene que ver con la inesperada aparición en la escena política de Eduardo Tamayo, el ex diputado regional del PSOE que protagonizó el mayor escándalo de la política madrileña al impedir junto a su compañera María Teresa Sáez que Rafael Simancas se proclamara presidente de la Comunidad en el año 2003. El ex militante socialista asegura que había quedado para entrevistarse con Aguirre, al igual que lo había hecho con Granados y que quiere informar a la presidenta de algunos compañeros de partido como Ricardo Romero de Tejada, en 2003 secretario general del PP madrileño y ex alcalde de Majadahonda.

Las razones de fondo se irán conociendo poco a poco. Lo que ha propiciado la marcha de Güemes es que dos personas de la confianza de Aguirre como Javier Fernández Lasquetty y Paloma Adrados que se han “repartido” las funciones en dos Consejerías. El ex consejero de Sanidad mantiene muy buenas relaciones con Rodrigo Rato, que fue su mentor al llegar el PP al poder en 1996, mientras se ha alejado de otra compañera de partido y de Gobierno como Anabel Mariño, persona a su vez muy cercana al hombre de mayor confianza del nuevo presidente de Caja Madrid, José Manuel Fernandez Norniella.

Y llegamos a la tercera crisis o a la tercera fase de una crisis no resuelta en los últimos meses. Esperanza Aguirre tiene sobre su mesa casi el mismo esquema de cambios que tenía al comienzo del otoño pasado: dejar que se marche Ignacio González a presidir la “nueva empresa” del agua y poner a Francisco Granados a la dura tarea de organizar las elecciones de mayo del año que viene, dando más poder a Antonio Beteta y a Lucía Figar como nueva imagen de modernidad en el partido en la portavocía, con “premios” para Paloma Adrados, Ignacio Echeverría y una parlamentaria como Cristina Cifuentes que pasaría a funciones más ejecutivas. La posible incorporación de algún alcalde del PP para así dejar “hueco” en alguna de las listas municipales tiene el inconveniente de la dificultad de encontrar candidatos idóneos en tan corto espacio de tiempo.

Si la marcha de Güemes hacen que todo lo previsto se quede en el cajón de lo que fue posible y Aguirre mantiene su actual Ejecutivo hasta las elecciones autonómicas y municipales el desgaste durante el año largo que queda será tremendo y la colocará a ella misma en una situación difícil. Es más, entre los cambios que se consideraban “necesarios” estaba el de la directora general de Telemadrid, Isabel Linares, un puesto para el que tras sonar varios nombres de periodistas ligados a la televisión como Ernesto Sáenz de Buruaga o Alfredo Urdaci, tiene un serio opositor en el que fuera responsable de Comunicación en el Gobierno de José María Aznar y hoy trabajando en Telefónica, Alfredo Timmerman.
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