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La guerra política va a continuar y con mayor virulencia en las dos Españas
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La guerra política va a continuar y con mayor virulencia en las dos Españas

lunes 29 de abril de 2024, 15:01h
Estaban ahí, agazapadas, emergiendo poco a poco, la España de las dos Españas, esa España bicolor que creíamos enterrada bajo el esfuerzo de concordia que supuso la Constitución de 1978, una Constitución mejorable como toda obra humana pero cuyos principios se han ido alterando poco a poco, con machacona insistencia por parte de los distintos Gobiernos - central y autonómicos - que durante 46 años la han deformado hasta hacerla irreconocible en su parte fundamental: dejar a los españoles que sean libres para vivir. Algo tan fácil de entender como complejo de cumplir.

Si en lugar de quedarse el presidente Sánchez hubiera informado esta mañana de lunes, 29 de abril, de su dimisión, las reacciones desde la izquierda, la derecha, el nacionalismo y el independentismo habrían sido las mismas. La guerra de Pedro Sánchez no es la del actual presidente del Gobierno, es la de dos proyectos de España que llevan siglos a sus espaldas. Ya ha empezado una nueva ofensiva en el campo de batalla, dibujando en el mapa político, judicial y mediático las trincheras en las que están cada uno de ellos. Podría ser de otra manera, podrían no existir esos frentes que atacan la convivencia social, pero existen los frentes y existen las trincheras.

Va a ser una confrontación muy larga, con distintos escenarios, en la que los amigos y socios de ayer y hoy se convertirán en adversarios; y en la que a cada avance de uno de los contendientes se responderá con la petición y obtención de más munición para la respuesta. Los símiles, las comparaciones militares son las que mejor permiten entender el próximo futuro. Pedro Sánchez, al igual que Alberto Núñez Feijóo, Yolanda Díaz o Santiago Abascal lo saben muy bien. De igual forma que lo saben Andoni Ortuzar, Arnaldo Otegui, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Todos ellos son políticos profesionales y son capaces de plantear y poner en marcha planes de doble dirección, adecuados a las circunstancias.

Ninguno lo reconocerá, ninguno lo querrá asumir, pero el temido regreso de esas dos Españas - que no nacieron en 1936, ni en 1931 y que no desaparecieron durante los treinta y seis años de poder de Francisco Franco tras su levantamiento y triunfo en la Guerra Civil - es un hecho evidente. Cada Gobierno de la Democracia ha ido levantando su propio montón de tierra, convertida sobre todo en los últimos años, en montón de fango.

La carta de Pedro Sánchez distribuida por las redes sociales el miércoles 24 tras una pelea más en el Hemiciclo del Congreso era tan sólo una primera declaración de sus intenciones. La comparecencia de este lunes, tras ir a informar al Rey en su papel de Jefe del Estado, representa un paso más, un avance más en el frente. Si alguien pensaba o piensa que ya hemos asistido a lo más duro del combate, se equivoca. Apenas ha empezado. Demasiados frentes abiertos y demasiadas incertidumbres, demasiadas ambiciones, demasiadas irresponsabilidades, la mayor de las cuales recae en el presidente y en sus Gobiernos.

Se pueden vislumbrar y hasta descubrir los siguientes pasos que van a dar Pedro Sánchez y los socios que apoyan su Gobierno. Si Núñez Feijóo y Santiago Abascal están prisioneros de su propia forma de entender la oposición, más prisioneros están aún los dirigentes del PNV, de Bildu, de Junts y de ERC. Por supuesto aún más el amplio espectro de siglas que quería unificar Sumar. Entender al más insólito, sorprendente, irracional y mudable de todos los presidentes que han ocupado el palacio de La Moncloa sólo puede hacerse si se deja a un lado el mecanismo de análisis que se ha empleado hasta ahora y se introduce en el mecanismo de las decisiones lo improbable, por un lado, y la casualidad, por otro. Sánchez gobierna para el hoy, de la misma forma que lo hacen el resto de dirigentes. Su fecha de caducidad es la misma para todos, depende del poder electoral que sean capaces de mantener en las urnas.

Vamos a comprobar con enorme rapidez propuestas sorprendentes, legales y constitucionales pero insólitas hasta este momento. Cuando los tradicionales y viejos tres poderes que garantizaban las Democracia en las Naciones desaparecen y el Ejecutivo quiere estar por encima del Legislativo, mientras el Judicial demanda una independencia absoluta de los otros dos, el choque, la guerra es inevitable y de desastrosas consecuencias. Muy difícil de pronosticar el resultado, quién vencerá y quién será derrotado. Lo cierto y seguro es que habrá muchas víctimas inocentes en el campo de batalla.