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Trincheras políticas con judiciales para ganar o perder en las elecciones
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Trincheras políticas con judiciales para ganar o perder en las elecciones

miércoles 22 de febrero de 2023, 18:40h
Es una lluvia gorda que no cesa, una granizada de nombres públicos y siglas de partidos afectados por la corrupción. Se siguen llenando los juzgados de sumarios y de líderes políticos y empresariales que tienen que ir a declarar como investigados o como testigos. Mientras, se llenan las calles de manifestaciones y huegas de funcionarios públicos, ya sean judiciales o sanitarios. Es una situación asfixiante que convierte la vida pública en un campo de batalla, con trincheras y alambradas entre las que quedan atrapados nombres y apellidos poderosos de los grandes partidos y de las grandes empresas. Aparece Camps y aparece Borrás o Fuentes, desde Cataluña a Canarias. Da igual.
Recordemos casos que terminaron con la muerte. El que fuera presidente de Bankia, Miguel Blesa estaba atrapado en una condena por el uso de las tarjetas black en Bankia y tenía por delante otros dos juicios que podían sumar nuevos años de cárcel a los que ya tenía, si bien el recurso al Supremo podía cambiar ese fatal destino de las rejas. Es posible que ese fuera un elemento determinante en su muerte tal y como ha señalado uno de sus amigos: el oscuro horizonte penal y la presión social imposible de soportar. Realizada la autopsia e incinerado el cadaver esa es la verdad que quedará en los archivos judiciales y en los medios de comunicación. De la misma manera que quedó en “natural” el infarto de Rita Barberá, la ex alcaldesa de Valencia. Uno y otra víctimas de un tiempo nuevo que arrasó con la forma de entender y de usar los bienes que se les habían entregado para su custodia.
Hay otro apartado más difícil de desentrañar, puede que nunca se consiga y que ni siquiera se intente, el de la familia Pujol. Sigue atrapada en la misma telaraña judicial que lo estuvo la familia Ruíz Mateos, dos sagas todopoderosas en otro tiempo y que ahora - cárcel y condenas por medio- arrastran decisiones judiciales que les llevaron a la picota público y al escarnio social. Manejos de cientos de millones de euros, paraísos fiscales, favores políticos, todo un entramado que se hizo posible por la degradación de la propia democracia, que nació en 1977 y de la que acabamos de celebrar sus cuarenta y cinco años.
Celebración que debería haber puesto en valor las palabras e ideas del Rey Felipe VI, y que estará en las hemerotecas y en los libros de historia como estará el castigo o el despreció que se ha hecho de forma todavía inexplicable y partidaria a uno de los máximos responsables de que se enterrara la Dictadura, que además sigue siendo Rey, con el amargo sabor del exilio. Juan Carlos I reconoció buena parte de sus pecados, desde las cacería a los amores, pasando por sus deudas saldadas con la Hacienda pública, pero sigue rodeado del misterio de su existencia en el mar de arena y lujo que son los Emiratos árabes. Otra familia a la que por error o ignorancia del poder de la comunicación instantánea de las redes sociales se la embarca en un enfrentamiento interno que ha obligado a que Juan Carlos I y Felipe VI tengan que hablarse desde la distancia y negarse, junto a mujeres, hijos y nietos, lo que nunca debe ponerse en cuestión, por más que algunos busquen en el pasado de la dinastía Borbón antecedentes del desplante, la famlia y las relaciones internas. El “oficio público” de la Jefatura del Estado, el papel en la vida pública es otra historia.
Padres e hijos, hermanos que entran en la misma cárcel acusados de los mismos delitos, ya se apelliden González o Villar, ya hayan mandado y mucho en la Comunidad de Madrid o en el futbol nacional. Sumarios que van de los juzgados de Instrucción a la Audiencia Nacional o a los Tribunales Supremos de las autonomías. Jueces y fiscales que necesitan apoyos para afrontar las voluminosas cargas de trabajo que llegan a sus despachos. Unidades de élite de la Policia y la Guardia Civil que se convierten en protagonistas de la vida nacional en medio de batallas personales entre antiguos y nuevos jefes que mantienen en su poder, y los usan, los informes secretos que no vieron la luz público y que sirven para negociar y presionar sobre sus futuros. El comisario Villarejo es apenas una nota a pié de página en esta España de 2023.
Estamos en la recta final de las nuevas elecciones de mayo y nos encaminamos de forma decidido, con la clase política al frente, a que vivamos la Primavera con otra subida de calor judicial. Irán a declarar como testigos o acusados ex- presidentes de gobiernos autonómicos, diputados, presidentes de empresa públicas…. Los colores políticos quedará sumergidos por el aluvión diario de noticias. Es triste e indignante pero entre el “sólo si es si”, la ley Trans y la guerra de Ucrania o el terremoto de Turquia y Siria, el resto pasa a un segundo o tercer plano.
Los acusados insistirán, como es lógico, en su inocencia, que no sabían nada de financiaciones irregulares de su partido pero la oposición intentará clavarles todos los puñales dialécticos que puedan. Y mientras, en las Cámaras que debían legislar para la buena salud política, económica y social de los españoles, se arrojarán vicios y corruptelas a la cara, se hablará de policias políticas como si se estuviera en una dictadura, y se olvidarán sus señorías de la educación, la sanidad, las pensiones, el mercado de trabajo y de ese billón y medio de euros que nuestro país debe y que nunca podrá pagar por más que las "culpables" directora general del FMI y presidenta del BCE, y los “señores de negro” vuelvan a insistir una y mil veces en que en España tienen que bajar los salarios, tiene que aumentar la precariedad laboral y se deben controlar a la baja las pensiones.
Hasta donde alcanza la vista, noventa días mal contados, aparece el 28 de mayo como la fecha maldita de un pais que se ha dejado descoyuntar en 17 pedazos en base a una carrera de taifas en la que nadie quiere ser menos que los demás y todos quieren lo que esta España no puede darles. Cataluña, siempre Cataluña, ya sea con Pujol o Aragonés, Más o Junqueras, es una parte del problema, pero no el problema visto de forma global. Por eso mirar sólo a esa fecha “municipal” es un error. O se arregla el estado y eso es algo que tienen que hacer los políticos o tras esa fecha vendrá la del resto del calendario y no sólo a nivel autonómico, municipal y estatal. Europa siempre nos estará esperando.
No se si el 19 de julio de 2017 Miguel Blesa pensó en suicidarse unas horas antes, unos días antes o una semana antes de viajar con su rifle de caza a la finca de sus amigos. Pudo tener la idea y pudo haberla superado, pudo haber vencido la maldita tentación si hubiera hablado con alguno de los suyos, si hubiera expuesto su problema y solicitado ayuda. Lo mismo que no se si el 23 de noviembre de un año antes Rita Barberá, que había estado en polític desde 1976, que había sido alcaldesa de Valencia durante casi un cuarto de siglo, hubiera superado el ataque al corazón si su partido, el PP, no la hubiera suspendido unos meses antes. España lleva mucho tiempo en esa senda que conduce a su ruptura como Nación, como Estado, como País, como territorio en el que viven y conviven 46 millones de personas. Y que los que tienen que hablar para evitarlo no lo hacen.