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Ayuso en retaguardia y sus dos guardaespaldas
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Ayuso en retaguardia y sus dos guardaespaldas

jueves 22 de abril de 2021, 11:59h
La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid le lanzó a Pablo Iglesias tres mandobles muy personalizados, los habituales; esquivó como pudo los ataques de Mónica Garcia; ignoró a Gabilondo y colocó en la escena a Pedro Sánchez y desapareció en la retaguardia del debate. Isabel Díaz Ayuso sabía muy bien lo que tenía que hacer. Nada de cuerpo a cuerpo para eso estaban sus dos guardaespaldas.

Desde Vox, Irene Monasterio, que ya es política y está en política quiso salirse de la política. No mencionó a Dolores Cospedal pero pudo hacerlo. Plantea para la Comunidad de Madrid lo mismo que hizo la ex presidenta de Castilla la Mancha para su

Comunidad: menos clase política, que no es mucho ahorro pero sí da mucho ejemplo de austeridad. Era la primera de los dos escuderos con que contaba Ayuso y cumplió su papel a la perfección. El extremo por la derecha soy yo, parecía decir en cada intervención con lo que llevaba al centro del espacio electoral a su co0mpañera de la plaza de Colón.

Menos parlamentarios, menos consejeros y más dinero para esa otra parte de la sociedad a la que se dirigió defendiendo a la que ya coloca de nuevo en la presidencia. Los barrios con menos ingresos y a los que colocó como centro de la inseguridad para mujeres y mayores. ¿Culpables?. Los “menas”, los jóvenes inmigrantes, por un lado, y los “okupas” de viviendas por otro. Su discurso se basa en una idea fija, la seguridad. Directa y sin darle muchas vueltas al discurso. Su bestia negra era Pablo Iglesias y el candidato de Unidas Podemos recibió la mayor parte de sus descalificaciones e insultos.

El otro escudero y defensor de Ayuso, quizás sin proponérselo, fue el candidato de Ciudadanos. Edmundo Bal insistió en sus más de cien propuestas para gobernar, en lo bien que había funcionado el gobierno de coalición con el PP madrileño, y pidiendo que se repitiera. Su partido está contra las cuerdas del 5% de votos. Esa raya invisible que te da escaños o te deja fuera de las negociaciones. Quería trasladar a las urnas del 4 de mayo la idea de que con los “liberales” de Ciudadanos se gobierna mejor. Complicado objetivo.

En esa pelea por ver quién puede ayudar a la presidenta Ayuso a mantenerse en el sillón de mando, si Vox o la formación naranja, Rocio Monasterio se mostró mucho más cruel que su competidor. Le llamó traidor por la derrotadas mociones de censura en Murcia y Castilla y León, y ahí se quedó. Ciudadanos no es de fiar. El resto de la posible argumentación sobraba para desesperación de Bal, que una y otra vez intentaba resaltar su condición de servidor público desde la Abogacía del Estado.

Ayuso se apuntó todos los méritos, salió como pudo de los ataques que hacían referencia a la pandemia y a la situación de la situación sanitaria de la Comunidad, con las Residencias en el centro de las muertes que se han producido, y dejó paso a los slogans de campaña: libertad frente al comunismo, inversión y PIB madrileño frente al resto de Comunidades. Si se le escapó alguna referencia directa a su rival Gabilondo fue para dejarle malherido por la escasa libertad que tendría de movimientos por la presión de su compañero de partido y presidente del Gobierno, junto a sus socios de ERC y Bildu. Tres platos que una de las tres mujeres que vestían de rojo lleva sirviendo a los madrileños desde hace dos años.

Se celebró el debate y sirvió para muy poco. Cada parte cumplió con su papel. La izquierda asume que va a perder y la derecha que va a ganar. Se trata de ver los números, los votos y los escaños. El 4 de mayo las urnas darán la respuesta. Los seis que ayer se sentaron en Telemadrid dirán que no han perdido. Y sólo habrá un ganador.