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Los clones imposibles de la politica española ( 2 )

Rivera, la identidad pendular entre Renzi y Macron

Rivera, la identidad pendular entre Renzi y Macron

martes 01 de octubre de 2019, 11:49h
Si se mira en cualquier enciclopedia la palabra péndula se encontrarán dos grande definiciones, una física sujeta a las fuerzas gravitatorias que son las que hacen que la masa que pende de un hilo se mueva de izquierda a derecha; y otra mágica que se utiliza para que el zahorí canalice la energía hacia los misterios del amor y la fortuna.

La identidad de Albert Rivera encaja más en la magia que en la física, más en los caprichos del destino que en la reflexión política necesaria para acertar en los momentos claves, sin dejarse llevar por falsas ilusiones y promesas. La física tiene unas reglas medibles, que son las que el líder de Ciudadanos ha despreciado en los dos últimos años. Y esa es la gran razón de su ruptura con los dos modelos que aspiraba a representar en España y con los que se sentó en Roma y París.

A su izquierda tuvo a Matteo Renzi, el alcalde de Florencia que se convirtió en primer ministro de Italia en 2014. A su derecha a Emmanuel Macron, que abandonó las filas socialistas para fundar “En Marche” para convertirse en el jefe de estado más joven de Francia desde Napoleón. Los dos espejos en los que se miraba el catalán-andaluz que es Rivera lograron su objetivo. Los dos tras pasar por el socialismo y acumular una gran experiencia de gestión. Los dos alejándose de cualquier veleidad de pactar de forma directa o indirecta con la ultraderecha.

Ese fue el pecado que alejó a Rivera de los sueños liberales europeos. Y por si tenía alguna duda sobre su error -fruto de una ambición acelerada - se lo recordaba el propio Renzi al presentar su nueva formación “Italia Viva”, convertida en este comienzo de octubre de 2019 en una de las claves del gobierno italiano y del ostracismo del radical Salvini.

A Renzi y al otro gran modelo del “jefe” de Ciudadanos, Emmanuel Macron les une su edad en el ascenso al poder. Ambos se convirtieron en jefe de gobierno y presidente de la República con 39 años. Los mismos que tiene Albert Rivera en abril de 2019 cuando hace su gran apuesta: superar en votos al tambaleante Partido Popular, que acaba de elegir a Pablo Casado como su nuevo presidente, también al PSOE de un Pedro Sánchez, que se sienta en La Moncloa sin haber ganado ninguna elección, y lograr así el gran sillón del Consejo de Ministros. El precio que está dispuesto a pagar se llama Santiago Abascal, la derecha dura que no quieren en Europa.

Quiere ser el tercer hombre, el tercer vértice del triángulo liberal del que le hablaron sus colegas italiano y francés. Su paso por la derecha sería breve, un “regate” electoral en busca de los votos que creía iban a perder socialistas y populares. La magia del péndulo sustituyendo a la física del péndulo. Se quedó lejos de su “antiguo socio” Pedro Sánchez, y a muy poca distancia del que creía débil adversario, Pablo Casado. Insistió en el error y no hizo caso a las llamadas de Renzi y Macrón aconsejándole un pacto de gobierno con los socialistas. Sumó poder vicario de segundo y tercer orden en autonomías y ayuntamientos, atado a Vox, y comenzó a descubrir el tamaño de sus malas decisiones.

Condenado, como parece, a perder de forma definitiva la lucha por el primer puesto, está más cerca de volver al cuarto y tener que cambiar de estrategia y de calendario a la espera de los siguientes combates electorales. Renzi y Macron se alejan como modelos de éxito, de la misma forma que se alejó la memoria de Adolfo Suárez en sus breves apelaciones al centrismo hispano del ex presidente del gobierno. Y con la misma rapidez que sus esperanzas conservadoras cuando un astuto José María Aznar le utilizó para terminar de derribar internamente al Partido Popular que había construido Mariano Rajoy frente a lo que consideraba su herencia política.

Mientras se acerca la gran prueba de las urnas del 10 de noviembre, en la que puede estar su futuro político, sería aconsejable que revisara la biografia de León Foucault, el físico francés que utilizó el péndulo para demostrar en 1851 la rotación de la Tierra. Si se situa bien en el escenario que salga de la cita electoral puede que vuelva a encontrarse con la oportunidad perdida. Otra alternativa, menos ciéntifica, pero mucho más amena, la encontrará en la novela del semiólogo italiano Umberto Eco, publicada en 1988, y que mezcla la cábala judía con la nigromancia, el ocultismo, los ritos africanos y la historia tan secreta como conocida de los templarios. Puede que incluso encuentre las señales de los masones que terminan en Washington.