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La Gran Comilona ( servido el primer plato)
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La Gran Comilona ( servido el primer plato)

lunes 17 de junio de 2019, 10:59h
Terminado el día 15 el primer plato del gran banquete del poder, el de los Ayuntamientos, vamos a enfrentarnos al segundo, el de las Autonomías, antes el 11 de julio, dejando el tercero, el de la Nación, como postre supremo a consumir bien entrado el verano.

Sentados a la mesa están siempre los mismos comensales, empeñados en agotar las viandas ( los sillones ) como si fueran los protagonistas de una versión política de “La Grande Bouffe”, la película que Marco Ferrari dirigió en 1973 contra una burguesía indolente y ambiciosa que estaba dispuesta a suicidarse comiendo sin parar cargos y cargos. Hasta reventar delante de los espectadores.

Primeros platos.

Servidos a Pablo, Albert y Santiago por sus leales sirvientes Egea, Villegas y Smith, han llegado de los cuatro puntos cardinales de esta España, tan rica en cocina como imaginativa a la hora de mezclar sabores cuando se trata de formar gobiernos. Incluso con el picante de algún que otro cocinero municipal dispuesto a trastocar los pedidos que han llegado desde la capital.

Cucharada a cucharada, tenedor y cuchillo en ristre comienza la gula por los platos más suaves, los aparentemente más fáciles de digerir y de llegar a acuerdos aunque sea sirviéndolos en habitaciones separadas. Granada por aquí con más aires liberales, Málaga para uno de los sabores más clásicos de la tierra por allá, Córdoba que también admite cambios. Del resto de Andalucía ya estamos servidos, incluso con ese Jaen que junta dos salsas.

Un susto inoportuno, Huesca, que tiene solución, pero Zaragoza levanta los ánimos, al igual que lo hace Oviedo, la ciudad que vale su peso en oro dentro de los dominios asturianos del PSOE. Al igual que lo valen las dos capitales manchegas que se van a repartir cada dos años

Albert y Emiliano García Page. Pablo Y Santiago lo comprenden. Desde Europa aprietan y su compañero de mesa tiene que mostrar y demostrar que se sienta con los socialistas, y no lo hace en público con aquellos que en la tienda liberal creen que están anclados al pasado. Siempre quedarán los mazapanes para un final gótico.

Dejan al País Vasco por imposible: San Sebastián, Bilbao y Vitoria se quedan con la alta cocina de las estrellas Michelín con que se han dotado en el PNV, a fuerza de insistir con contundencia que la seriedad en los productos que ofrecen en sus acuerdos está fuera de toda duda. Siempre hay algún sabor amargo o ácido que llevarse a la boca.

Es un sin parar, días y noches de tragar acuerdos, pactos, sillones con la voracidad del cambio en algunos sitios como en la Pamplona de la que se despide Bildu, con los sudores fríos de sentir el cuchillo del adiós en otros como Melilla, una lágrima que se mezcla sobre la imagen del Imbroda que se creía eterno.

Notan la falta de productos de la grande Castilla y del grande León. Palencia, Salamanca y a la espera de que funcionen a la sombra de sus catedrales León y Segovia. Nostalgia entre bocado y bocado. Zamora no se perdió en una hora, pero se perdió y por mucho. De Burgos mejor ni hablar, que a última hora fallaron los fogones y quedó crudo el ansiado chuletón. Habrá que volver a la cocina, con un poco de prisa, que no hay que dejar enfriar las tragaderas.

Ya suenan los segundos platos y hay que acabar con el gran plato del primer festín. Madrid se engulle a dentelladas, con seis manos que se mezclan en busca de las mejores piezas. La vara de mando se vuelve de mantequilla, que ya habrá tiempo para endurecerla durante cuatro años.