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Cinco horas con Pedro y el lenguaje de sus manos
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Cinco horas con Pedro y el lenguaje de sus manos

miércoles 08 de mayo de 2019, 10:58h
El preisidente ha colocado su mano desde arriba en un lenguaje verbal muy estudiado y que le comunicaba a su “invitado” que el poder lo tenía él, que su mano sometía a la otra mano, que la obligaba a una subordinación que era la que se quería trasladar a los ojos de los ciudadanos

La gran guerra no ha terminado. Quedan las batallas de los mil frentes, las de la España de las grandes ciudades y los pequeños pueblos. Van a decidir si el poder es compartido o tiende al absolutismo, si los pactos necesarios de gobierno se van a hacer mirando hacia la izquierda o van a ser de geometría variable.

Si la derecha española apoya a Pablo Casado o a Albert Rivera para ejercer de líder de la oposición y si Vox es un partido pequeño condenado a apoyar a sus mayores si quiere “tocar poder” en los próximo cuatro años. Por la izquierda las dudas son menores: el universo Podemos, tanto el que capitanea Pablo Iglesias como el que se mira en los ojos de la alcaldesa madrileña y su fiel escudero, han aceptado que el liderazgo lo mantiene el PSOE y que cualquier asalto al cielo de La Moncloa está condenado al fracaso. Viene siendo así desde 1977.

Si Pedro Sánchez ha leído mucho, poco o nada a Miguel Delibes es algo que le pertenece. Cuando se publica “Cinco horas con Mario” no había nacido y cuando Lola Herrera se transforma en Carmen Sotillo sobre un escenario apenas cuenta con seis febreros en su haber. 40 años más tarde, los que van de 1979 a 2019 las representaciones de la novela convertida en un largo monólogo teatral son tantas que es más que posible que haya acudido con Begoña a alguna de ellas.

En ese periodo de falsa paz que hay entre las votaciones del 28 de abril y las que habrá el 26 de mayo, en estos quince días que faltan para la formación del Congreso y el Senado, Pedro ha tenido sus cinco horas con los líderes de tres de los partidos que han conseguido representación parlamentaria.

Cinco horas que han servido para que Pablo Casado ensaye su conversión centrista y le ofrezca al ganador acuerdos puntuales en temas de estado, sin mencionar ni al terrorismo, ni a Cataluña, lo cual es de agradecer. En el PP han descubierto a sus auténticos enemigos, que no adversarios e intentan un giro de 180 grados cargado de incertidumbre y malos presagios para los equilibristas.

Cinco horas para que Albert Rivera confirme sus ansias de liderar a la derecha total y dura, con una única oferta de acuerdo: aplicar el 155 de forma inmediata en Cataluña. Del resto de temas que serán los que marquen el carácter de la Legislatura ni están, ni se les espera...salvo que las urnas autonómicas y municipales aconsejen lo contrario. Rozar el sorpasso, estar a 200.000 votos de su auténtico rival enardece y mucho a las neuronas.

Cinco horas para que la cordialidad de Pablo Iglesias con el presidente se confirme y que el diálogo en la izquierda y desde la izquierda sea la gran baza de ambos de cara a esas batallas de los mil frentes. Habrá acuerdos y los veremos en la composición de las Mesas del Congreso y del Senado. Y habrá puestos en la Administración del Estado a distintos niveles. Los 42 escaños se necesitan.

Se trataba de hablar y dejar constancia del papel de cada uno de los protagonistas. Y el que ha empleado la ocasión para mostrar su “poderío” es Pedro Sánchez. Desde la propia escalinata de La Moncloa. Desde el primer apretón de manos.

El presidente colocaba su mano desde arriba en un lenguaje verbal muy estudiado y que le comunicaba a su “invitado” que el poder lo tenía él, que su mano sometía a la otra mano, que la obligaba a una subordinación que era la que se quería trasladar a los ojos de los ciudadanos. Casado no se pudo escapar y la aceptó. Rivera lo intuyó pero cuando intentó cambiar la orientación del apretón y llevarlo a posiciones de igualdad era tarde y por dos veces. Con Iglesias fue distinto y las dos palmas se encontraron en vertical y en condiciones de igualdad. Uno no estaba dispuesto a la subordinación visual y el otro no quería forzar una imagen menor de su necesario socio.

“Cinco horas con Mario” se desarrollan en un velatorio pero sirven para repasar la vida del matrimonio, de dos ejemplos de la derecha y la izquierda española de los años sesenta que no parece que hayan cambiado mucho. Las cinco horas con Pedro que han tenido sus tres principales adversarios les han servido a los cuatro para mostrarnos a los españoles el inmediato futuro político.

Si el presidente no ha programado a Santiago Abascal no creo que sea por cuestiones ideológicos. Se trata de mantener la imagen de Vox como eficaz destructor de la antigua derecha que unificaron Fraga y Aznar. Todo estudiado y representado hasta el mínimo detalle de las manos.