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España, entre el burro y el elefante
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España, entre el burro y el elefante

viernes 26 de mayo de 2017, 10:45h
Sánchez ha demostrado que tiene la paciencia y la tozudez que se le atribuyen al burro, y Rajoy tiene más que acreditada su piel de elefante y el efecto que produce sobre sus adversarios y enemigos cuando se siente amenazado y recurre a su memoria

Si nos guiáramos por los iconos políticos norteamericanos, Pedro Sánchez aparecería montado en un burro, tal y como se muestra a los demócratas de Estados Unidos desde que en 1877 el dibujante Thomas Nast aprovechara el apodo del presidente Andrew Jackson para dotar a ese partido de un "símbolo" que les ha acompañado hasta hoy; mientras que Mariano Rajoy y los suyos tendrían en el elefante a la "mascota" que les acompañaría en todos sus actos.

Sánchez ha demostrado que tiene la paciencia y la tozudez que se le atribuyen al burro, y Rajoy tiene más que acreditada su piel de elefante y el efecto que produce sobre sus adversarios y enemigos cuando se siente amenazado y recurre a su memoria. Seguro que los dos líderes aceptarían la comparación con sus colegas norteamericanos, y hasta es posible que los otros dos rivales que han aparecido en la escena política en los últimos años sientan envidia por carecer de su propio "animal de compañía".

Nast, que era cronista político y amigo o enemigo de presidentes y senadores además de caricaturista, consiguió su máximo triunfo con sus denuncias contra el senador William Tweed al que persiguió de forma implacable con sus sátiras desde los medios de comunicación de la época hasta conseguir que se le procesara por estafar 70 millones de dólares a la ciudad de Nueva York en la que se había convertido en el principal acaparador de suelo. Tweed, al que apodaban el "Boss", consiguió huir del tribunal al que le llevaban en 1875 tras su condena para iniciar un peregrinaje que le llevó primero a Cuba y, tras embarcar en el buque español "Carmen" , dar con sus huesos en el puerto de Vigo. Allí le reconocieron por los dibujos de Nast y el gobernador de Pontevedra, Victor Novoa, ordenó a la guardia civil que lo detuviera.

Dicho y hecho, Estados Unidos mandó a la fragata "Franklin" con sus 39 cañones a que lo recogiera y lo "devolviera" a Estados Unidos. Ya en Nueva York hizo un pacto para librarse del ingreso en prisión pero, una vez que delató a sus cómplices en el saqueo, se encontró con que el gobernador de la incipiente ciudad de los rascacielos incumplió lo acordado. El 12 de abril de 1879 el "Boss" moría de una neumonía en la cárcel.

Burros y elefantes aprovecharon por igual el escándalo, las detenciones y las condenadas. Ulises Grant, republicano como Thomas Nast y amigo de éste, que era el presidente en aquellos años supo utilizar la mala imagen del demócrata Tweed para dejar a los "elefantes" en el poder durante doce años, hasta que el "burro" Grover Cleveland consiguió que los electores olvidaran el oscuro pasado de su ex-compañero. Una historia que ha sido llevada al cine y a la televisión hasta cuatro veces con desigual fortuna pero de la que pueden aprender y mucho nuestros propios "jumentos" y "paquidermos". A veces basta con un dibujo o un artículo para que el muro de aparente impunidad y mejor construido se derrumbe.

En la Norteamérica de finales del siglo XIX, al igual que sucedería en agosto de 1974 con Richard Nixon y el caso Watergate, la libertad de prensa fue la base para que los equilibrios de los poderes democráticos funcionaran, para que las relaciones entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial no se mezclaran y se contagiaran mutuamente con el virus que podía destruir al propio sistema; sobre todo si sobre ese triángulo y como argamasa del mismo aparece el verdadero cuarto poder, que no es el informativo sino el financiero.

Algo o mucho de todo eso, de lo que le llevó a Nast a convertirse en el más despiadado y hasta cruel cronista de la Norteamérica de su tiempo; de lo que rompió el libre juego político entre "burros" y "elefantes" y que no fue otra cosa que la corrupción nacida del desarrollo de las ciudades con Nueva York a la cabeza; de los juicios, fugas, detenciones y sumarios con pactos incluidos que luego no se cumplen; algo o mucho de todo eso estamos viviendo en la España de hoy. Y puede que a nuestros Nast se les quiera quitar su lápiz y su cuaderno.