Siempre nos quedará Gibraltar

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

Levamos 300 años peleando con los británicos por la ocupación de Gibraltar. No importa el color del Gobierno de turno, siempre aparece en la agenda política la cuestión de Gibraltar. Desde el 13 de julio de 1713, fecha en que se firma el Tratado de Utrech, el Peñon ha servido para  casi todo: para eivindicar su españolidad, para tapar problemas innternos con un ¨enemigo exterior¨, para que el presidente y su ministro de Exteriores lancen proclamas de diálogo o enfrentamiento con los gobiernos británicos. Gibraltar es tan socorrido, tan eterno, que se le puede sacar de su  tumba¨como un zombi todas las veces que se quiera, sabiendo, eso sí, que la última palabra siempre la van a dar los ingleses. 

Gibraltar fue junto a Menorca, parte de Holanda, Napoles, Cerdeña y Sicilia el precio que tuvo que pagar el primer Borbón que se sentó en el trono de España para terminar con la guerra que le había delcarado el otro pretendiente, Carlos III, con ayuda de Gran Bretaña y Holanda que veían en el nieto de Luis XIV de Francia un peligro para sus intereses, tanto en Europa como n el comercio internacional. Felipe V inauguró la actual dinastía y a cambio se firmó un documento que, entre otras cosas, decía que se otorgaba a Gran Bretaña la ¨plena y entera propiedad de la ciudad, puerto, defensas y fortaleza...para siempre, sin excepción, ni impedimento alguno¨.

Unas de las dos columnas míticas de Hercules, que había sido ocupado por los fenicios y por los árabes, sujeta a 700 años de guerras llamadas de religión y que había sido marquesado de los duques de Medina Sidonia hasta que los Reyes Católicos lo suprimieron, entró en el siglo XX cerrada con la verja que construyeron los ingleses para, aprovechando la debilidad española, comenzar a anexionarse parte del territorio declarado neutral, algo que han segudio haciendo con constancia, descaro e impunidad hasta hoy, al margen de las declaraciones españolas y de las resoluciones de Naciones Unidas, que ya en 1946 incluyó a Gibraltar en la lista de territorios sometidos a descolonización.

Protestar ahora por los bloques de cemento que intentan impedir que nuestros barcos de pesca faenen en las aguas de la bahía de Algeciras es poco serio si pensamos que las acciones de los británicos contra los pescadores andaluces se suceden a lo largo y ancho de los años en un ¨volver a empezar¨que no acaba nunca. Y que los desafios de su armada, de sus gobiernos y de la propia corona británica que hoy encarna Isabel II son otra de las características de estos 300 años de mala historia compartida.

El ministro Margallo ha tenido menos tacto que su antecesor Castiella, entre otras poderosas razones porque no va a mantener el pulso del que habla. Ni él, ni el presidente del Gobierno ya que ello les llevaría, de verdad, al cierre de la famosa verja pero para mantenerla cerrada sin fecha de apertura y con el cierre del espacio aéreo. Lo contrario sería repetir experiencias pasadas que siempre se han saldado de forma favorable para los gobiernos de Gibraltar y de Londres. El problema no está en los pescadores, ni en los usos y abusos de los ingleses en las áreas que no estaban incluídas en el Tratado de Utrech pero que ellos se han ido apropiando con su política de hechos consumados ( como el aeropuerto, por ejemplo desde 1938 y aprovechando nuestra guerra civil ) sin que las protestas españolas sirvieran para otra cosa que para sentarse a negociar una ¨paz simbólica¨en una mesa sin contenidos reales.

Gibraltar no es un problema para la sociedad española, ni para la clase política española. Hoy no se vive la necesidad de reivindicar el Peñón como parte de nuestro territorio y de estar dispuestos a mantener un pulso continuado en el tiempo y con todas las consecuencias. Gibraltar se ha convertido en una excusa, en una distracción política de gobernantes agobiados por problemas internos, una vía de escape en momentos de crisis. Lo cual no quita, ni oculta, ni esconde el fondo del problema. Pero para abordarlo se tiene que estar dispuesto, de verdad y para siempre, para llegar hasta el final. Y sabiendo que al otro lado del estrecho, en la ottra columna de Hercules, que era Ceuta, está esperando el reino de Marruecos. Otro de los factores con los que juegan nuestros socios y amigos de Londres: no dejar que las dos columnas de ese paso entre dos mares que abrió de un golpe mítico Hercules estén en manos de un mismo país.

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