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Salvar el bipartidismo

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Aquí nadie escarmienta y cita tras cita europea nuestros políticos nos venden que está en juego una parte del futuro y que las cosas están cambiando para mejor: que nuestro país genera más confianza, que ya no vamos a necesitar más rescate bancario, que el principio del fin de la crisis ha comenzado, que es bueno y hasta muy bueno el dar una imagen de unidad política entre las dos grandes formaciones del panorama público...y así hasta mil, hasta que cada uno se canse de escuchar las mismas frases que a nada conducen.

La reunión del Ecofin ha sido un desastre por la misma razón de siempre, la postura de Alemania, que no va a cambiar en nada hasta que no pasen sus elecciones generales en otoño. Y ya veremos en que cambian. A lo mejor nos hacen un favor a todos y a ellos mismos y se marchan del euro como único camino para que la moneda única sobreviva, que a este paso su mantenimiento político va a acabar con los ciudadanos a los que se les vendió que era un paso trascendental para su bienestar futuro. No ha sido así pero los dirigentes de los países que integran la llamada zona euro se resisten a colocar a la sociedad y a las personas por delante y por encima de la moneda, como si la persistencia en el error fundacional, con países que tenían muy poco en común en cuanto a desarrollo y modelo económico y sobre todo fiscal, fuera una especie de salvavidas al que agarrarse en medio de una tormenta perfecta como la que llevamos soportando desde 2008.

En este escenario y en el que se montará a finales de mes en la nueva cumbre europea de jefes de estado y de gobierno, la reunión entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba sólo ha servido - como era de esperar- para uso interno. Ha sido y es un intento de salvar el bipartidismo en el que estamos instalados desde el año 1982 y que llegó a su máximo esplendor en 2008 cuando entre el Partido Socialista y el Partido Popular acapararon el 90 por ciento de los escaños del Congreso tras conseguir en las urnas el 83 por ciento de los votos, con una participación del 75, 32 por ciento de los españoles con derecho a voto.

De los 350 escaños los socialistas consiguieron 169 y los populares 154 dejando para el resto de los grupos de la Camara apenas 27 asientos. El casi 45 % obtenido en las urnas por el PSOE y el casi 40% del PP simbolizaron la mayor apuesta de los españoles por el llamado "voto útil" entre la izquierda y la derecha en los inicios de una crisis que empezaba a notarse en todos los bolsillos pero que aún no había llegado a los límites del miedo y la decepción de tres años más tarde. En el 2008, junto al bipartidismo, la mayoría de los ciudadanos apostó por dar una oportunidad al partido que estaba en el gobierno, el de José Luis Rodríguez Zapatero. En 2011 las expectativas cambiaron, aparecieron y crecieron nuevas fuerzas, como UPyD o Izquierda Unida, y si bien el bipartidismo como tal se mantuvo en 296 escaños para los dos grandes, la caída en picado de la oferta socialista encabezada por Rubalcaba abrió la puerta a lo que ha pasado en el año y medio siguiente.

Hoy, con los últimos sondeos en la mano, el voto directo de PP y PSOE no llega al 20 por ciento y la proyección en votos electorales les dejaría en apenas un 62 por ciento mientras que Izquierda Unida y UPyD doblarían sus resultados. Si en los dos años que quedan para las elecciones generales se mantiene esa tendencia el bipartidismo que ha regido nuestra democracia desde sus inicios y para el que fue concebido el sistema electoral, con su reparto de circunscripciones y escaños en base a la Ley D'Hont, habrá muerto. Y eso no les interesa ni a Rajoy, ni a Rubalcaba, ni al resto de sus colegas europeos por encima de sus diferencias ideológicas. Lo que esta en juego en medio de la crisis son los equilibrios estructurales de cada uno de los países europeos, unos equilibrios que pueden cuarteares y romperse si aparecen nuevas fuerzas y se atomiza la representación ciudadana hasta hacerse ingobernable con las actuales normas y esquemas de poder.

El desencanto, el miedo y la falta de alternativas creíbles están haciendo de barrera de contención ante la indignación y el malestar ciudadano. Pero todo tiene un límite y nuestra democracia basada en la representación política de la sociedad a través de la existencia de los partidos y las votaciones en las urnas cada cuatro años hace aguas debido a la burocratización de las organizaciones y a la esclerosis del sistema que se resiste a evolucionar por el egoísmo y los intereses particulares de los representantes públicos, constituidos en casta elitista que defiende unos privilegios exagerados y que se ha unido de forma simbiótica con los poderes financieros y económicos, al margen y por encima del resto de la sociedad.

Es en ese escenario en el que hay que ver y analizar el brusco cambio de actitud de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Su pretendida unión para Europa en solitario -por más que ofrezcan al resto de partidos que se sumen a una iniciativa que han " cocinado" en el mayor de los secretos y con la ayuda de José Luis Ayllon y José Enrique Serrano - no se ha plasmado, ni lo va a hacer en los temas fundamentales de la educación, la sanidad, las pensiones, la reforma laboral o la reforma administrativa del estado. En esos temas quienes dictan el qué, el cómo y el cuándo son el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario y la Comisión, todos ellos " obedientes" a lo que se piensa y se decide en Berlín.