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La España sobresaltada

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Cada mañana un nuevo susto se une al anterior y lleva a los españoles a mayores cotas de depresión y escepticismo sobre su futuro.



Desde hace cinco años los españoles vivimos pendientes de lo que "digan" los mercados, el Fondo Monetario, el Banco Mundial, la Comisión Europea, Fitch, Moody's, Standard and Poors, las agencias de rating o de valoración, las Bolsas, y todo aquel gurú que se precie de vaticinar lo que va a ocurrir en el futuro inmediato. Faltan los astrólogos y videntes que, curiosamente, ya no hablan del fin del mundo justo cuando el mundo que conocemos y en el que llevamos viviendo desde el fin de la II Guerra Mundial y la posterior caída del Muro de Berlín, está desapareciendo. Nunca antes tantos españoles habían aprendido ( o desaprendido ) tanto de economía financiera como en estos años: en las tertulias de bar y café se habla mucho menos de fútbol y mucho más de prima de riesgo, intereses de la deuda, hipotecas, rescates financieros y recortes sociales. Nuestro mundo de hace apenas treinta años, el que creíamos estar construyendo desde la muerte de Franco y la llegada de la democracia parlamentaria, se está derrumbando bajo nuestros pies y la angustia y el miedo se están uniendo peligrosamente a la cólera y la falta de confianza en nuestros dirigentes. En todos nuestros dirigentes, desde los políticos a los económicos y sociales.

España vive sobresaltada y ninguno de los mensajes que reciben los ciudadanos desde las esferas del poder le parece creíble. Los datos del último estudio de Metroscopia que publicaba el diario El País deberían llevar a los dirigentes a una profunda reflexión y a un cambio radical en sus comportamientos, pero no es así. Más bien, todo lo contrario, como si estuviesen atrapados en sus propias telas de araña y sin saber como salir de ellas.

Si el presidente Rajoy y todo su gobierno suspenden en valoración social, al líder del principal partido de la oposición y a su grupo les ocurre exactamente lo mismo. La desconfianza es tan abrumadora que asusta: un 84 por ciento en el caso del inquilino de La Moncloa; y un 90 por ciento en el del inquilino de la calle Ferraz. Y en ambos casos con un rechazo entre sus propios votantes que llega al 62 y al 77 por ciento respectivamente.

En ese contexto los tres meses que tenemos por delante no pueden estar cargados de peores augurios: ya no se habla de una recuperación en el 2013, ahora se especula en que al vez pueda llegar en el 2015, y desde luego no antes del segundo semestre del 2014. Una recuperación lenta, muy lenta, con crecimientos por debajo del 2 por ciento del PIB, que es la cifra a partir de la cual se crea empleo. Mientras tanto se destruye. Y si es así podemos encontrarnos con que las cifras de desempleados - muchos de ellos con la mínima renta de supervivencia de los 400 euros mensuales - lleguen al 30 por ciento de la población activa, con lo que esa cifra representa de cargas en la Seguridad Social, en menos consumo, en menor actividad industrial y económica, en menos ingresos para el estado y en mayores gastos, dentro de una espiral que conduciría a nuestro país a una larga recesión y a un declive de nuestra posición internacional como nación. Y como colofón de este último apartado, a mayor tensión en nuestras estructuras territoriales y constitucionales, con un claro aumento de las reivindicaciones nacionalistas e independentistas.

Mientras el gobierno y su presidente deciden si piden o no el rescate para España, y si la cifra que necesitan nuestros bancos está por encima o por debajo de los 50.000 millones de euros, base a partir de la cual se abordará la penúltima reforma del sistema financiero y las fusiones, absorciones y compras que están por venir; mientras eso ocurre, los datos de las instituciones que tienen que aprobar y tutelar cada uno de nuestros pasos siguen "empeñados" en llevar la contraria a la continua y descafeinada euforia de nuestras autoridades económicas. Vamos mal y a corto plazo iremos peor, para luego, de forma un tanto misteriosa y alambicada empezar a salir del agujero. Nos dicen que de todas las crisis se sale, pero se olvidan de algo fundamental: también se puede vivir y por mucho, mucho tiempo dentro de la crisis, tanto económica como política.

El calendario electoral, por ejemplo, no ayuda mucho: dentro de dos semanas tenemos elecciones en el País Vasco y en Galicia. Y un mes más tarde en Cataluña, los tres territorios en los que existen fuerzas nacionalistas que reclaman una independencia para esos territorios frente al poder del estado. Un "detalle" que ya se ha sumado a los de la propia crisis económica a la hora de hacer el retrato de esta nuestra España por parte de todo aquel que nos mira desde más allá de las fronteras. Y siempre para mal.

Si en el País Vasco aparecen las dos fuerzas nacionalistas, de derechas y de izquierdas, como vencedoras en las urnas, con una caída muy importante de socialistas y populares, con lo que se acrecentarán los deseos de mayores cotas de autonomía y de aquellas voces que reclaman de forma directa la separación de Euskadi del resto de España; en Galicia, pese al triunfo seguro del Partido Popular e incluso de Núñez Feijóo por encima de sus siglas, la duda y las consecuencias están en si será capaz de reeditar la mayoría absoluta de 38 escaños de que dispone, o de si tendrá que aprender a gobernar en minoría. Que se unan el resto de fuerzas ( un cuatripartito, por lo menos ) es muy difícil y conllevaría una crisis grave en ese territorio, y hasta una crisis dentro del propio PP nacional y del gobierno de Mariano Rajoy.

Para "postre" político de este rallye electoral, la Cataluña de Artur Más, empeñado de forma personal y partidista en llevar sus deseos de independencia hasta sus últimas consecuencias, en un camino que ha emprendido y en el que cada día que pasa encuentra más dificultades para dar marcha atrás. El espectáculo de las senyeras y pancartas reclamando independencia durante el partido del Barcelona y el Real Madrid ha sido visto por millones de personas en todo el mundo. Y por supuesto en las esferas del poder. También parece que al igual que en Euskadi, el retroceso del PSOE ( con su división interna ) y del PP es un hecho, con el aumento hasta rozar la mayoría absoluta por parte de CiU y el mantenimiento de la más radical Esquerra Democrática. Entre los dos, otra mayoría amplia de cara a nuevas reivindicaciones internacionales, nuevas proclamas desde el Parlamento catalán, y la celebración de un plebiscito/referéndum en el que se planteen los deseos de soberanía propia, ligados a acuerdos coyunturales y temporales en el tiempo con el "estado español".