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El desafío

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
Artur Mas convierte las elecciones catalanas en un acto soberanista


Lo que no se atrevió a plantear Jordi Pujol, ni quisieron hacerlo Pascual Maragall y José Montilla, lo está llevando a cabo Artur Mas. El actual presidente de la Generalitat ha adelantado dos años las elecciones en Cataluña y las ha convertido en un acto soberanista. Si consigue que la coalición obtenga los seis escaños que le faltan para la mayoría absoluta su siguiente paso - que ya ha pactado con Esquerra Republicana - será la celebración de un Referendum en el que se plantee la independencia con toda claridad. Así, por lo menos, se desprende de las propias palabras de Mas en el Parlament:" llega el momento histórico en el cual resulta necesario consultar a los ciudadanos sobre la posibilidad de que Cataluña se convierta en un nuevo Estado de Europa".

Apoyado en la manifestación multitudinaria de la Diada y en la negativa del presidente Rajoy de negociar un nuevo pacto fiscal, la estrategia del líder de CiU cuenta con muchas bazas a su favor: la primera, el descontento general en toda España hacia las políticas que está aplicando el PP para salir de la crisis, con unas alternativas populistas y cargadas de demagogia pero efectivas entre unos ciudadanos que asisten cada día a más y más recortes, sin que vean o se les ofrezcan salidas a corto y medio plazo.

La segunda, su convencimiento de que muchos votos de otros partidos y formaciones pueden ir a engrosar los de la coalición, desde los que consiguió Solidaritat, la formación de Joan Laporta, que cuenta hoy con cuatro escaños, a parte de los que consiguió ERC con Joan Puigcercós, traducidos en diez parlamentarios, e incluso una parte de los que votaron al PSC que encabezaba el ex- presidente Montilla. Si con esas sumas llega a los 168 de la mayoría absoluta podrá "mostrar" el apoyo que el pueblo de Cataluña da a su proyecto y poner en marcha las siguientes fases de su "camino de transición nacional".

Y una tercera, que tiene mucho que ver con el actual esquema de equilibrios a nivel europeo e internacional, dentro de una realidad económica en la que los países más grandes y fuertes ven como los más pequeños y débiles carecen de los recursos necesarios para afrontar las batallas financieras e industriales que plantean las grandes corporaciones. Desde CiU y desde el actual gobierno de la Generalitat están convencidos de que su futura independencia, a través de cauces democráticos, se aceptaría por parte del resto de países, ya que se enmarcaría en lo ocurrido con violencia en centro Europa, en los procesos que están teniendo lugar en Canada, Escocia y Belgica; e incluso en la fórmula de estado asociado que tiene Puerto Rico respecto a Estados Unidos.

Hoy, Cataluña es la Comunidad autónoma más endeudada de España, tanto en cifras absolutas: 43.954 millones de euros, como en ratio respecto al PIB , un 22%, muy por encima de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, que se queda en el 9,1% en porcentaje del PIB, y en 17.108 millones de euros en cifras absolutas. Cataluña tiene casi un tercio de la deuda total de las Autonomías, que supera en muy poco los 150.000 millones. Aquí está la primera de las razones "ocultas" que llevan a Mas a dar los pasos que está dando: se ve incapaz de reconducir la situación sin tener que "pagar" el precio del enfrentamiento con sus votantes por las medidas brutales de reducción del déficit que tiene y tendrá que tomar, con camino independentista o sin él. La segunda de las razones "ocultas" está en los casos de corrupción que afectan a la formación nacionalista, desde el sumario del Palau de la Música, a los de los hospitales o aquellos en los que aparece como implicado Oriol Pujol, uno de los delfines del propio president.

Hay que tener en cuenta un factor global e histórico sobre el que se asienta el desafio del máximo responsable de la Generalitat de Cataluña: el estado español, los sucesivos gobiernos democráticos que han dirigido España, desde Adolfo Suárez a Mariano Rajoy pasando por José María Aznar y José Luís Rodríguez Zapatero han hecho dejación continuada de sus obligaciones constitucionales y jurídicas respecto a Cataluña. Han permitido una continua escalada de reivindicaciones y hechos diferenciales a cambio de un puñado de votos que les permitieran de forma puntual conseguir las mayorías necesarias para gobernar desde Madrid. Y eso en coincidencia con una pertenencia a Europa que limitaba las potestades de los Ejecutivos nacionales de los países o naciones miembros.

Ahora, cuando el estado está muy débil, cuando el alejamiento de los ciudadanos de los representantes políticos es más evidente, los nacionalismos - que reivindican lo pequeño y excluyente frente a lo general y unitario - tienen mucho ganado para su causa. Los problemas, así, siempre tienen un culpable exterior, una fuerza ajena que impone unas normas que van contra los ciudadanos y la mejor forma de oponerse es reivindicar lo propio y más cercano. Un razonamiento que se derrumbaría al día siguiente de conseguir esa "independencia", pero que funciona hasta ese momento.

Para terminar de situar el desafío de Artur Mas en el escenario español de finales del 2012, miremos al informe auditor de Oliver Wyman sobre la banca española y la profunda reconversión que está sufriendo desde hace tres años y en la que va a seguir, con la desaparición de más de cincuenta entidades en este periodo, de miles de oficinas que se cerrarán y de más miles de empleados que engrosarán las ya agobiantes cifras de parados, por encima de la cuarta parte de los que están en edad de trabajar. Y pensemos en que el 25 de noviembre, fecha de las elecciones en Cataluña, está por detrás de los comicios de octubre en Galicia y el País Vasco. Las relaciones entre las tres citas con las urnas es evidente y perniciosa para España en su conjunto.