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Aguirre: tocata y fuga

Por Rafael Gómez Parra
Lo bueno que tiene Esperanza Aguirre, a diferencia de otros gobernantes españoles, es que dice siempre lo que piensa. Lo peor es que debería pensar más lo que dice porque no está en una cafetería opinando en voz alta sino en un despacho oficial con mando en plaza, como se decía antiguamente.

Su propuesta de celebrar la final de la Copa del Rey en Madrid a puerta cerrada para que los hinchas del Atletic de Bilbao o del Barça no puedan pitar el himno nacional o abuchear al Príncipe son tan populistas como incendiarias y lo único que pueden conseguir es que algún energúmeno de extrema derecha crea que los forofos bilbaínos son de ET
Ella misma ya sabía, cuando estaba haciendo su propuesta, que el Gobierno de Rajoy no le iba a hacer ningún caso, pero lo que ha conseguido es poner en evidencia al ministro del Interior, Jorge Fernández, y a la propia delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, de la misma manera que criticó su “generosidad” cuando dejaron que los “indignados” tomaran la Puerta del Sol en el primer aniversario del nacimiento del 15-M.

De un tiempo a esta parte, la lengua le está haciendo perder demasiadas batallas políticas, más de las que debería si quiere seguir en la política activa, cosa que ella misma debería saber porque si algo no perdonan los mediocres políticos que reinan en los dos grandes partidos oficiales, el PP y el PSOE, es que alguien se salga del tiesto porque, como decía Alfonso Guerra, uno de los fundadores del nuevo PSOE, “el que se mueve no sale en la foto”.

La presidenta de la Comunidad actúa cada vez más como una política a la que le da igual todo porque sabe que está ya en la puerta de salida y que no le merece ya la pena callarse y entrar en la lógica de los dirigentes de su propio partido. Con el agravante de que en su equipo no hay nadie que se atreva a llevarla la contraria o a decirla nada, con lo que la espiral de “versos sueltos” puede llegar de esta manera al infinito.

La lideresa se ha cansado de ser una persona que ponía por encima de todo la disciplina dentro del PP -no hay más que recordar sus ataques a Gallardón porque iba siempre por libre- y se ha pasado a la actitud contraria, como comenzó a demostrar en esta legislatura cuando se fue a visitar a Rajoy a La Moncloa para decirle a él y a todos los españoles lo que tenía que hacer con las Comunidades Autónomas: devolver las competencias de educación, sanidad y justicia.

Se notó entonces demasiado su “desesperación” por la noticia que ella ya sabía y que luego ha estallado como una bomba de relojería, que la Comunidad de Madrid había duplicado su déficit en 2011 y que durante los tres años que le quedan de gobierno vana ser no el de las inauguraciones y el de los homenajes, sino el de los recortes y el de las subidas de los precios. Y eso es algo a lo que ella no está acostumbrada. Por eso prefiere hablar de fútbol y del “miedo a los vascos” que de economía y de que su desviación brutal del déficit ha estado a punto de causar al Gobierno de Rajoy y a la España que ella tanto quiere un fiasco y que la Unión Europea haya puesta en tela de juicio todo el plan de ajuste del líder de su partido.

Otro balón que ha intentado inútilmente tirar fuera ha sido el de Caja Madrid y Bankia, afirmando ante el asombro de todo el mundo que la culpa es del Banco de España que obligó casi “a punta de pistola” a Rato a fusionarse con Bancaja -por cierto, una caja valenciana también dirigida por el PP. Eso es tanto como olvidar que en los últimos diez años, el PP de Madrid ha estado controlando la mayoría de los puestos del Consejo de Administración -en connivencia, eso sí, con los del PSOE e IU, que también tendrían que explicar sus actividades- y que Rodrigo Rato, el factotum de la fusión de Bankia ha sido uno de sus gurús económicos más preciados.

Todo lo que hace y dice ahora Esperanza Aguirre suena ya a tocata y fuga de la política aunque haya que aceptar que sigue teniendo gracia en cómo dice las cosas y que sus respuestas demuestran que tiene ingenio para el cara a cara con los periodistas: "Hay quien dice que no debería haber dicho lo que he dicho y que hay que amparar la libertad de expresión de quienes quieren hacer pitadas... espero que amparen también la mía". Pero de ahí a decir que eso es lo que haría un “país serio” va un abismo. Seguro que no ha ido a ningún partido de fútbol y de rugby en Gran Bretaña, país que ella idolatra, para escuchar lo que gritan escoceses, galeses o irlandeses sobre el himno inglés, su bandera, o su reina. Ni a Margaret Thatcher se le hubiera ocurrido algo parecido.
¿Cuánto puede durar un político proponiendo acciones y cosas que ni su propio partido acepta? Con Esperanza Aguirre lo vamos a comprobar, salvo que Rajoy, que es muy suyo, se de cuenta de que mientras se habla de las ocurrencias de la lideresa no se meten con sus planes de ajuste y de la subida de la prima de riesgo. Es una táctica que también utilizó Zapatero: cada vez que se veía en apuros creaba alguna polémica artificial para incitar a los curas a salir en manifestación. El problema es que al final le salió también el tiro por la culata.