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Rajoy se rinde ante Merkel

jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
El presidente del Gobierno sufre las mismas presiones que Zapatero
Nada parece cambiar en las difíciles relaciones políticas y económicas de España con una Europa sometida al dictado de la poderosa Alemania de Angela Merkel y de su ministro de Finanzas Wolfang Schäuble. Desde Berlín y desde Bruselas se alaban las medidas de ajuste tomadas por el gobierno de Mariano Rajoy en su primer mes y medio de existencia, pero al igual que ocurría cuando el inquilino de La Moncloa era José Luís Rodríguez Zapatero, los llamados mercados y las implacables y oportunistas agencias de calificación siguen penalizando a nuestro país, y logrando que suba la prima de riesgo y los préstamos que nos hacen para pagar los viejos préstamos que nos hicieron nos cuesten más y más. Nuestro PIB baja oficialmente un 0.3%, y mientras nos acerca un poco más a la recesión, confirma que el mercado interior y el consumo siguen cayendo en picado. De la misma forma que lo confirman la inversión empresarial, que se reduce un 6,2 %, la más que prolongada crisis inmobiliaria y el desplome de los precios de las viviendas que están en poder de los bancos ( con descuentos sobre los antiguos precios de venta o las hipotecas que les acompañaron de un 60% ), y el continuado desplome en bolsa de los valores de nuestras principales instituciones financieras. Con dos datos cruciales y precisos: la gasolina está más cara que nunca y de los 570.000 empleos que se destruyeron o desaparecieron en 2011, la mistad era de la construcción. Los gobiernos de Zapatero - sobre todo el último Gabinete - ya incidió de forma importante en la estructura financiera de nuestro país, con las primeras fusiones de Cajas de Ahorro y los cambios de normativa por parte del Banco de España; así como en las normas que regían las relaciones laborales. El gobierno de Rajoy está llevando adelante la segunda fase de esas mismas reformas, y aún tendrá que abordar más `pronto que tarde una tercera que culmine lo emprendido, con apenas siete u ocho bancos en el panorama tendiendo de hecho a un oligopolio de tres grandes ( Santander, BBVA y Caixabank ), mientras que las relaciones entre empresarios y trabajadores entrarán en permanente conflicto pese a la evidente falta de peso social por la que atraviesan los sindicatos. Las culpas por la situación también son las mismas y recaen sobre los mismos: un anquilosado mercado de trabajo, unas reformas financieras que no acaban de terminar, unos activos inmobiliarios ( sobre todo de suelo ) que son sistémicos en muchas entidades, y Grecia, la eterna Grecia, el mal de todos los males, la misma nación a la que se dejó entrar en el euro pese a todos los problemas que arrastraba y a la que se pensó controlar por su pequeño tamaño y por la mínima incidencia que tenían sus cifras económicas en el conjunto de la Europa a 27. Un error tan grave y tan aprovechado por los mismos actores internacionales que lo que suponían las hipotecas subprime en el conjunto del sistema hipotecario norteamericano y a las que, al final, se las ha culpado de ser la base del estallido de todo a nivel mundial. Tal vez sean dos verdades a medias o dos grandes mentiras, pero la contundente realidad es que ni Grecia ha pagado, ni está pagando, ni va a poder pagar todo lo que debe; y que los derivados financieros que utilizaron a las subprime para especular con un "dinero falso" que circulaba y circuló por todos los países, siguen tan libres y sin ser regulados como hace cinco años. Rodríguez Zapatero, sus gobiernos y el PSOE se quedaron sin crédito social y político en apenas dos años, y perdieron todas las elecciones, unas tras otras, desde las autonómicas y municipales a las generales. El peligro para Rajoy, su gobierno y el PP es que eso mismo ocurra pero no en dos años sino tan sólo en seis meses. Pensemos que si los recortes en todo y en todos los lugares de la administración, por un lado, y la subida de impuestos y la bajada real de las pensiones, por otro, pueden bajar el endeudamiento crónico de las distintas administraciones, a nivel empresarial, familiar y personal va a incidir en menos inversión, más paro, menos consumo, menos recaudación tributaria, más descontento social, más tensiones de todo tipo, y una recesión más larga y difícil. Con el euro y su permanencia o su doble velocidad siempre en el punto de mira de los especuladores internacionales, a los que nadie pone freno, amparados por esas tres madrastras que son Fitch, Standard and Poor, y Moody's que cumplen a la perfección su papel de " comandos especiales" en lo que muchos consideran una auténtica guerra mundial que emplea las finanzas en lugar de los cañones pero que sirve lo mismo para decidir cual de los grandes bloques en conflicto saldrá victorioso. El presidente del gobierno y sus ministros de Economía y Hacienda - que siguen junto a la vicepresidenta y portavoz disputándose frases y declaraciones - ha aceptado que este año llegaremos a los seis millones de parados y que la cifra de las familias con todos sus componentes en el mismo se incrementará hasta límites difíciles de soportar social y políticamente. También aceptan que la recesión es inevitable y que será larga, y aceptan en sus salidas al exterior que habrá huelgas generales y malas relaciones con sindicatos y oposición. Cifran sus esperanzas y creo que sueñan con ellas, en que el año próximo comenzará a verse esa luz al final del túnel tantas veces proclamada por sus antecesores socialistas, comenzarán a nacer esos brotes verdes de los que presumía Zapatero y que nunca germinaron. Me gustaría, quisiera creer en esas verdades, en que se van a cumplir esas previsiones, pero el análisis de lo que ha pasado hasta hoy, y el vistazo obligado al inmediato futuro me llevan a creer en lo contrario. Dicho y escrito todo lo anterior, como la esperanza es lo último que se pierde, y sin esperanza es imposible superar los problemas, pus me cuelgo la esperanza como si fuera una mochila y echo a andar por este futuro que construimos cada día.