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El gran 'problema catalán' que procupa a tan pocos españoles
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El gran "problema catalán" que procupa a tan pocos españoles

lunes 27 de febrero de 2017, 07:37h

Ahora y que de nuevo varios dirigentes independentistas catalanes van a comparecer ante la Justicia, y que de nuevo y profusamente los medios de comunicación volvemos a hablar del famoso 3%, junto a nuevos registros de sedes y despachos de los llamados prohombres de la burguesía de aquellas tierras y territorios, los portavoces de la Generalitat, desde el presidente Puigdemont al ex presidente Mas amenazan con la destrucción del estado si sobre ellos o algunos de los que les acompañan cae la más leve de las sentencias. Y sólo hablamos del ansiado Referendum, no de las presuntas comisiones, ni de los presuntos favores, ni de cosas parecidas.

Ocurre, sin embargo, que el "gran problema" catalán del que tanto gustamos de hablar periodistas y políticos y hasta empresarios y financieros preocupa a muy pocos españoles. Y digo muy pocos con las estadísticas de población en la mano. Dudo que preocupe al millón largo de asturianos o a los casi cinco millones de habitantes de las dos Castillas; ni creo que sea tema de conversación para el millón y medio de murcianos o los casi ocho millones y medio de andaluces, como no sea para estos últimos, si son socialistas, para "meterse" con sus compañeros del PSC.

El gran problema de Cataluña no es el problema de sus siete millones y medio de habitantes. Puede que la mitad de ellos desee ir a las urnas, pero no para darles la razón a Homs, Pujol, Romeva, Junqueras y demás apóstoles de la Cataluña que suspIra por Guillem le PIlós, los almogávares y hasta por un archiduque que les abandonó por un trono en la imperial Viena. El problema está en una clase dirigente que busca mantener sus privilegios por encima de eso que se llama bien común, que hay que reconocer que cada vez es más difícil de identificar no sólo en Cataluña sino en el resto de España.

Puede que el millón trescientos mil aragoneses que son vecinos y hasta fueron parte de una misma corona hace mil años sientan que el gran problema catalán les puede afectar por aquello del expansionismo que todo nacionalismo lleva dentro: Hoy defiendo lo que creo que es mio para mañana pedirte una parte de lo que es tuyo. Y algo parecido puede ocurrirles a los cinco millones de valencianos, que tienen tambien a sus nacionalistas dispuestos a pelear por las "longitud" de los viejos reinos que salieron de la Edad Media, ese algo que para la inmensa mayoría de los 46 millones de españoles de toda edad y condición les suena a Jurassic Park con dinosaurios de traje y corbata.

Los casi setecientos mil navarros, que defienden sus Fueros por encima de territorios y circunstancias, miran de reojo a sus dos millones de vecinos vascos, e incluso estos últimos le echan miraditas a los trescientos mil riojanos. Es evidente que no hablo de todos los habitantes de estas Comunidades autónomas, pero si de algunos de sus dirigentes, ya sean de derechas o de izquierdas, que en eso de echar mano a la historia y bucear hasta la llegada del apostol Santiago a Compostela no hay quien les gane, sin importar si Santiago llegó a la ciudad gallega y si fue el rey Alfonso, el rey Sancho o el rey García el que se enfrentó al Papa para defender su "alternativa" a la Roma de tanto veneno y daga por debajo de las vestimentas cardenaliceas.

Si el problema de Cataluña, el gran problema de Cataluña fuese el hacer o no hacer un Referendum sobre su pertenencia a España o su salida de la misma, como se ha hecho en Escocia o en Canada, por poner dos ejemplos ilustrativos pero no comparables al cien por cien, creo que podría pactarse desde el gobierno central y realizarse en un plazo razonable.Lo que ocurre y me temo es que tendríamos a dirigentes de 17 Comunidades buscando sus identidades históricas, que todas las tienen y algunas con más antigüedad que la catalana, mientras se olvidan del futuro y de sus ciudadanos.

Lo que está ocurriendo en Cataluña desde el año 1977, desde el regreso de la democracia, es la historia de un error que han repetido todos los presidentes desde Adolfo Suárez a Mariano Rajoy. Un error que hay que corregir de una vez por todas y del que conviene aprender. Para eso se eligen a los políticos en las urnas.