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Leguina, el pepito grillo de Zapatero

Por Rafael Gómez Parra
jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h
El expresidente socialista de la Comunidad de Madrid, José Leguina, que ganó tres veces consecutivas las elecciones autonómicas, en 1983, 1987 y 1991, ha decidido novelar sobre los propios acontecimientos que vivió en primera persona hasta que cayó vencido por Alberto Ruiz Gallardón en 1995. Desde entonces el PSOE no ha conseguido ganar ni en la región madrileña ni en la capital. Enfrentado primero a Alfonso Guerra y a Felipe González, y luego a Zapatero, Leguina dejó la política y su puesto de diputado estatal en 2008 un tanto amargado y ha tratado de ajustar algunas cuentas a través de su trabajo como novelista con un cierto éxito mediático, aunque no de lectores, por ahora.

En su última otra, “La luz crepuscular” que ha ilustrado con una foto, en portada, de su madre con una amiga, Leguina aprovecha para criticar la pasividad del ministro del Interior en 1989, Luis Corcuera, que no se atrevió a “cazar” al “broker” Gustavo Durán que ofreció 200 millones de pesetas a un diputado de IU para que votase a favor de la moción de censura que Gallardón planteó contra el Gobierno socialista de la Comunidad en 1989. Leguina propuso a Corcuera tender una trampa al empresario que quería poner a Gallardón de presidente, algo parecido a lo que 14 años después ocurrió con la traición de dos diputados socialistas Tamayo y Sáez que se negaron a votar al líder socialista Simancas, dando la victoria a Esperanza Aguirre, sin que hasta la fecha se sepa por qué lo hicieron o quien les pagó.

Otra de sus críticas van dirigidas a Adolfo Suárez, al que acusa de apoyar esa moción de censura de Alianza Popular y de haber colocado como alcalde de Madrid a Agustín Rodríguez Sahagún –el “eficiente” ministro de Defensa en el momento del golpe de Tejero (sic)- al que califica de “ocurrente” y de hacer “disparates” como pactar millonarias subidas de salarios con un sindicato corporativo de la E.M.T.. O meternos a todos en un lío a la hora de renovar los cargos de la Caja de Ahorros”. Por no hablar de otra ocurrencia que aún subsiste según la cual los concejales que están en la oposición cobran lo mismo que los que tienen la responsabilidad de gobernar…
Y lo remata : “No sé por qué escrito estos párrafos en contra de un hombre que ya murió… quizá porque durante su estancia en la Alcaldía gozó del apoyo entusiasta de la prensa –municipal y espera - siempre dispuesta a ensalzar las naderías”, escribe Leguina.

Otro de los objetivo de sus críticas “literarias” es Alfonso Guerra al que acusa de “exigir fidelidades que soy incapaz de otorgar a nadie”, ya que el entonces número dos del PSOE defendía “un sistemas jerárquico que se colocaba por encima del sistema electoral interno…Será un defecto, pero no soporto a quién hace exhibición obscena del poder”. Y otras puntaditas del mismo estilo.

Leguina se pasó los últimos meses de su mandato en la Comunidad de Madrid tratando de entrevistarse con Felipe González para tratar de evitar el “ordeno y mando” de Guerra, pero no lo consiguió, hasta tal punto de que era “vox populi” que el entonces presidente ni siquiera quería verle.

Desde que empezó la “era Zapatero”, Leguina, que todavía conservó el puesto de diputado nacional durante el primer mandato, se fue sintiendo arrumbado y sus críticas al estilo de ZP fue aumentando, hasta el extremo de que muchos socialistas le acusan de haberse vendido a la derecha, cosa que él niega. Sus principales críticas van contra los jóvenes ministros y dirigentes socialistas colocados por Zapatero.
“De repente, lo nuevo y lo joven se convirtió en un adorable becerro de oro y todo lo que sonara a veteranía era tan delenda como lo había sido Cartago por los generales romanos”, dice Leguina en su novela acusando a los jóvenes -“nuestros alumnos”, les llama-, de “no haberse preocupado de iniciar carrera profesional alguna y que; la mayoría, solo había cotizado a la Seguridad Social a través del Partido, ocupados como habían estado –casi desde la primera comunión- en cargos políticos o burocráticos.

José Blanco, el número dos de Zapatero, no ha querido nunca entrar en polémica con Leguina, pero en privado suele echar en cara al expresidente madrileño que cuando ganó las elecciones en 1983 y 1987, no hacía falta ni organizar una campaña, que entonces ganaba cualquiera.

El expresidente madrileño ha tomado, además, el relevo de Rodríguez Ibarra, el expresidente extremeño, en las críticas a voces contra los actuales dirigentes socialistas.
“¿Pero qué broma es esa de que el presidente de Aragón tiene que autorizar el trasvase de agua del Ebro para surtir a dos pueblos catalanes”. El agua es de todos los españoles y no es de las Comunidades Autónomas”, en una clara referencia a las reformas de los Estatutos de Autonomía hechos por el Gobierno Zapatero. Leguina es de los que piensan que la controversia provocada por estas reformas y más concretamente con el Estatuto Catalán ha hecho “imposible” que el PSOE pueda ganar las elecciones en Madrid.

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