La primera responsable del desastre es la gallega Díaz, pero quien la elevó al cargo ministerial fue Pablo Iglesias, quien tras su abandono de las primeras posiciones del mundo político, puede que esté pensando en volver, apoyado de nuevo por el propio presidente del Gobierno. Ya vivieron encuentros y desencuentros para al final descubrir que el acceso al poder del Estado pasaba por su unión. La hicieron y comenzaron las equivocaciones, que no han terminado por la lucha sin cuartel que han protagonizado en el último años Yolanda, por un lado, e Irene Montero e Ione Belarra, por otro.
La vicepresidenta segunda es prescindible para el futuro de Pedro Sánchez, que puede que no tenga más remedio que afrontar cambios en el gabinete que vayan más lejos que el simple nombramiento de un sustituto o sustituta de Teresa Ribera, si finalmente la todavía ministra de Transición Ecológica consigue un puesto en la Comisión Europea y hasta una vicepresidente si, entre la socialdemocracia que parece que van a dirigir el canciller alemán Scholz y el español Sánchez, consigue que Ursula von de Leyen ( si renueva su presidencia como forma de detener el avance de la ultraderecha a nivel continental ) acepte el nuevo esquema de poder que emanará del Parlamento de Estrasburgo.
Al evidente fracaso de Sumar como proyecto político se suma que Podemos no parece que pueda aglutinar a la izquierda. Ni siquiera lo podría hacer Antonio Maíllo, el nuevo responsable de IU, que sin ser gallego, no se sabe si sube o si baja en un futuro que parece encaminarse hacia los peores resultados de la coalición. Lo mismo ocurre con Enrique De Santiago, lo mismo que Iñigo Errejón, que tiene en Madrid el único bastión a defender bajo el liderazgo de Manuela Bergerot, desde la Asamblea madrileña, y con Mónica García como ministra de Sanidad. Todo un Laberinto en el que la salida aparece lejana y muy poco reconfortante para sus protagonistas.
Volver a empezar, que podría ser una segunda o tercera parte de la película de José Luís Garcí, Nestor primer Oscar cinematográfico en el lejano 1981, es lo que le queda a la izquierda a la izquierda del PSOE. El 30% de los votos conseguidos por los socialistas son otra piedra en el camino de los cada vez menos marxistas ortodoxos que quedan en España. Ninguno de los dirigentes se declarará culpable y responsabilizará a los otros del fracaso pero el mayor favor que le podrían hacer a sus ideas sería el de marcharse y dejar que fueran otros los encargados de la necesaria regeneración. El problema son los sillones y el reparto económico que sale de los mismos. Las matemáticas no parece que sean la fuerte de los herederos lejanos de José Díaz.