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En Galicia, a Pablo Iglesias no le dejaron abandonar el barco de Podemos
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En Galicia, a Pablo Iglesias no le dejaron abandonar el barco de Podemos

Por Rafael Gómez Parra
Las elecciones gallegas han supuesto un a nueva decepción para Pablo Iglesias que estaba convencido que la única opción clara de batir al PP era el BNG pero que al final tuvo que ceder ante sus compañeras Irene Montero e Ione Belarra, para apoyar a Isabel Faraldo a la que concedía el mérito de haber puesto “el cascabel al gato intocable de la oligarquía gallega y española: Amancio Ortega. Si es elegida diputada, el cambio está asegurado. Fuerza”. Hasta aquí llegó la marea pablista.

Iglesias hubiera ido con gusto a apoyar personalmente a Ana Pontón, pero al final tuvo que admitir bajo presión ir a darse un paseo con Isabel Faraldo por la Coruña cinco días antes de las elecciones, No sabemos que habría pasado de haber aparecido junto a Pontón en el mitin de fin de campaña, pero no le dejaron abandonar el barco de Podemos. Ya veremos lo que hace en Euskadi o en Cataluña en sus elecciones autonómicas.

Salvo el Poder todo es ilusión se dijo así mismo Pablo iglesias cuando tras su primer éxito personal en los comicios europeos de 2014. La izquierda marxista llevaba 40 años en el Parlamento español sin haber conseguido “tocar” el poder que da entrar en La Moncloa. Sus únicas experiencias en este sentido había tenido lugar en los Ayuntamientos y en algunas, pocas, comunidades autónomas, allí donde un PSOE rácana le había necesitado.

La consigna pablista de “conquistar el cielo” tenía el objetivo claro de lograr tomar La Moncloa, como había conseguido hacer Alexis Tsipras en Grecia. Después del éxito griego todo parecía posible incluso el de enviar al PSOE a la cuneta de un bandazo. En las primeras elecciones generales a las que se presentaba Podemos le dieron 69 escaños en 2015 y dos más, 71, en las de 2916. Siempre a costa del PSOE que llegó a hundirse hasta los 85 diputados. Hasta ahí llegó la caída socialista y la crecida de Unidas Podemos.

La primera decepción para Pablo Iglesias y los suyos, que querían demostrar que se puede tomar el poder en un país capitalista por la fuerza de las urnas y no de las armas, llegó cuando Pedro Sánchez estuvo a punto de cerrar un pacto de gobierno no con ellos sino con el Ciudadanos de Albert Rivera dejando bien claro que no le perdonaba al líder de Podemos haberle intentado lapidar al PSOE.

Su segunda decepción vino de la mano de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena que, tras darle a Florentino Pérez todos los permisos para construir el super Estadio, prefirió romper con Unidas Podemos en las elecciones de 2019 perdiendo por culpa de una y otro, el Ayuntamiento de la capital.

El tercer chasco llegó cuando en abril de 2019 cuando tras haber defenestrado Sánchez a Rajoy con la ayuda inestimable de Iglesias y del PNV , el PSOE se recupera con 123 diputados, mientras Unidas Podemos se deja en el camino el 40% de sus escaños, pasando de 71 a 42. Si Sánchez y Rivera hubieran entonces alcanzado un acuerdo de Gobierno, Podemos hubiera tenido que pasar a la oposición.

Al mismo tiempo, se demostraba que la estrategia pablista de apoyo a Sánchez se traducía en una pérdida considerable de votos, al mismo tiempo que se ponía de manifiesto que el nuevo partido carecía de organización propia fuera de las grandes ciudades y sus famosos Círculos de militantes se iban evaporando. Salvo Cataluña y el País Valenciano con sus propias organizaciones, las demás estructuras iban desapareciendo. Y en Madrid se dividía en dos con la creación de Mas Madrid.

De nuevo una genialidad personal le devolvió a Pablo iglesias el mando a distancia del poder cuando en noviembre de 2019, el PSOE tras repetir las elecciones se quedaba en 128 escaños y sin la posibilidad de recurrir a Ciudadanos, que había caído de los 57 escaños conseguidos en abril a los 10 de noviembre. Además Iglesias hizo valer su interlocución personal con los independentistas catalanes y vascos para lograr de nuevo la investidura de Sánchez, eso si con la condición de entrar en el Gobierno.

Convertido ya en un posibilista maduro, Pablo Iglesias, tuvo además que recurrir a algunos dirigentes de IU, organización a la que siempre había criticado por inoperante en la práctica, para poder tapar los fallos organizativos de Podemos que cada vez eran más evidentes. En este nuevo camino del posibilismo a ultranza, Podemos fue perdiendo no solo a dirigentes como Xavier Domènech (el del beso en la boca en el Congreso) o a los troskistas del Partido Anticapitalista, sino que tuvo que comenzar a ceder de algunas de sus propuestas más radicales como la no derogación de la Ley Mordaza, del encarcelamiento de raperos que habían “insultado a la Corona”, (el caso de Pablo Hasél, que lleva tres años en prisión o de Valtonic exiliado), tragarse el apoyo a Zelensky, su incapacidad a oponerse a la traición al Polisario o a la cumbre de la OTAN en Madrid,

La acción de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición quedó en manos de dos personas, las de Yolanda Díaz, ex IU, con la subida del salario mínimo, y las de Irene Montero, con sus Leyes Trans y Solo el Si es si. La primera rompió una unidad feminista y la segunda se convirtió en un escándalo que permitió al PSOE cargar todas las culpas a la ex ministra.

Llegó entonces la “traición” de la entonces ministra de Trabajo que comenzó a hacer manitas y a poner caritas a Pedro Sanchez ante las atónitas miradas de Pablo Iglesias que se dio cuenta del error que había cometido dando a una ex dirigente de IU la vara de mando de Unidas Podemos.

Fue cuando Pablo Iglesias se dio cuenta de que la entrada en el Gobierno no llevaba a la Revolución ni a la toma del Cielo, sino que iba directamente a que el PSOE se comiera a Podemos y loo convirtiera en un bayeta de usar y tirar.

Su salida de la vicepresidencia , en solitario y muy precipitada, para tratar de frenar a Isabel Díaz Ayuso fue su último fracaso dentro del Poder, al que han seguido ya convertido en gurú de la izquierda desde su televisión Canal Red nuevas fallos que le han hecho perder a los únicos compañeros de aventuras que le quedaban, Ada Colau que sobrevive como puede, Arnaldo Otegi que también ha preferido hacerse a un lado, y sobre todo a alter ego Juan Carlos Monedero, que lleva el nombre del Rey al que tanto odia. La vida a veces te juega malas pasadas.