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Cuerpo, el hombre elegido para unir en la distancia a cuatro mujeres
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Cuerpo, el hombre elegido para unir en la distancia a cuatro mujeres

viernes 29 de diciembre de 2023, 13:39h
El presidente del Gobierno vuelve a demostrar que es el más listo de la clase. Puede que no sea el más inteligente o el más leído o el que más sabe de economía, pero de política y de uso del poder lo sabe todo. Y lo utiliza. Los movimientos dentro del Gobierno tras la salida de Nadia Calviño al BEI son la mejor demostración.
Carlos Cuervo no será vicepresidente, ese puesto lo amortiza con María Jesús Montero, que desde Hacienda sube al segundo escalón del poder, convertida en la mano derecha de Sánchez tanto en el partido como en el Gobierno. Lo mismo que hicieron Felipe Gonzalez y José María Aznar con Alfonso Guerra y Francisco Alvarez Cascos, para luego cambiar a ambos con la proximidad presidencial a Carlos Solchaga y Rodrigo Rato. Nada nuevo, pero muy oportuno.
El nuevo ministro de Economía, al que nadie le ha restado ninguno de sus méritos profesionales y sus conocimientos de la Europa Comunitaria, va a ser el gran comodín que una, acuerde, negocie con las cuatro mujeres que van a marcar la senda económica y financiera de España en los próximos años: Nadia Calviño desde el centro neurálgico del reparto de los Fondos europeos a los 27 países de la Unión como es el Banco Europeo de Inversiones; Christine Lagarde desde el todopoderoso Banco Central y su control de las finanzas y de los bancos de esos mismos países dentro de la ortodoxia que marca la lucha contra la inflación; Kristalina Guerorgieva desde su puesto de Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, responsable de las grandes medidas de control a nivel mundial de todos los países; y dentro de España la nueva vicepresidenta primera, a quién van a ayudar tanto el nuevo ministro como el reforzado José Luís Escrivá, al que junto a la necesaria digitalización de nuestra economía se le añaden las de la Función Pública, la gran negociación dentro de la Administración del Estado.
Gana el presidente en coherencia y se deja a él mismo total libertad para ejercer la política tanto dentro como fuera de España. Será él quien negocie en primera persona con Carles Puigdemont y con Andoni Ortuzar al mismo tiempo que lo hace con Úrsula von der Layen. Pierde y mucho la oposición de Alberto Núñez Feijóo en sus deseos de acortar la Legislatura y poner al Gobierno en crisis permanente desde el bombardeo a cualquier iniciativa basado en el poder de las Autonomías que controla y de los grandes Ayuntamientos; y pierde de forma descarada y paulatina la vicepresidenta segunda y responsable de Sumar, que irá viendo como su poder será meramente declarativo, sobre todo su desde Podemos trasladan su menguante poder a las formaciones nacionalistas de Galicia, País Vasco y Cataluña, un movimiento de piezas del ajedrez político al que estaba obligada la formación que nominalmente dirige Ione Belarra, pero que cuenta con un auténtico experto en el arte de sacrificar peones e incluso reinas sobre el tablero como es Pablo Iglesias, con tal de conseguir el jaque mate de las que se convirtió en su enemiga nada más abandonar el Gobierno.
Entramos en 2024 con los frentes de batalla bien delimitados y con muchos fondos a repartir, tanto a nivel de las distintas Administraciones Públicas como de los propios partidos. Se irán cumpliendo los plazos electorales en Galicia, Euskadi y Europa; se cumplirán en Estados Unidos y casi al mismo tiempo en Cataluña. Seguirá en el gran sillón del Palacio de La Moncloa el mismo inquilino que lo ocupó en junio de 2018. Si todo lo que va utilizando según las circunstancias que se le presentan le sale bien, Pedro Sánchez llegará al verano de 2027 dispuesto a competir con Felipe González por el récord de permanencia al frente del Ejecutivo. Mientras tanto y gracias a la mala administración del poder que tiene la oposición se habrá convertido en el mejor de los aliados posibles de la Monarquía ante los cambios, más o menos profundos, que va a tener que abordar la Constitución de 1978. Cincuenta años después la habilidad demostrada por el Rey Juan Carlos para hacer que la Democracia le debiera su rápida llegada tras la muerte de Franco y, de forma inmediata, esa misma Democracia sellada constitucionalmente en 1978 se convirtiera en el mejor escudo para la Monarquía.Una jugada digna del mejor de los estrategas políticos que ha tenido España en los últimos cien años.