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Los “ Monarcas” políticos y las baronías de las taifas
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Los “ Monarcas” políticos y las baronías de las taifas

miércoles 05 de octubre de 2022, 13:29h

La presidenta madrileña ya ha colocado a sus candidatos para las elecciones de mayo. Hay que hacer listas de nuevo. Miles de nombres que suben y bajan en los centros de poder de cada partido político. Los que desean seguir, los que desean volver y los que sueñan con llegar. Todos miran hacia el líder no hacia las bases.

Saben que su destino depende de ese Rey laico que es el presidente o el secretario general de su formación.

Todas las monarquías europeas, incluida por supuesto la española, han renunciado al carácter absolutista que tuvieron en el pasado. Los Reyes reinan pero no gobiernan, se ajustan al papel que les dan sus Constituciones y dejan que sean los jefes de los distintos gobiernos los que administren las cosas públicas.

Podríamos pensar que el absolutismo, la voluntad " real" como suprema forma de decidir sobre los asuntos sociales ha desaparecido con el cambio de papel de la realeza en aquellos países que mantienen esa figura en la cúspide del estado; y que por supuesto no existe en los que imperan las Repúblicas. Craso y tremendo error como es fácil de descubrir mirando, por ejemplo, lo que ocurre en España.

Juan Carlos I no era un Rey absolutista, como no lo es Felipe VI, a diferencia de lo que fueron sus antepasados, y la aristocracia existente no tiene más privilegios que los que consiga con el trabajo, la herencia o la fortuna, como cualquier otro español que parta de situaciones económicas y sociales parecidas. Los privilegios de " sangre" son mínimos y han estado restringidos a las figuras del Rey y sus sucesores. Y, sin embargo y como pasa con las meigas gallegas, existir no existen pero haberlas, haylas.

El absolutismo real y la aristocracia de antaño se ha refugiado y sobrevive en los partidos políticos, en el centro y en la taifas regionales, en los que el ascenso al poder y el mantenimiento en el mismo se produce. Así por los mismos procedimientos por los que se alternaban las monarquías e incluso dentro de la misma familia el puesto que ocupaba cada cual. Es la voluntad del líder la que se impone siempre sobre los deseos y las voluntades de los que le siguen, y cuando no es así porque los de abajo tienen la fuerza suficiente para oponerse al gran y único dedo de visorio, asistimos al " magnicidio" interior, que suele desarrollarse como una tragedia, la primera vez, como una drama la segunda, y como una comedia bufa en las siguientes.

En los días en los que se tienen que elegir nuevos presidentes y nuevos alcaldes la aristocracia partidista comienza a moverse en la "Corte madrileña" para conseguir que el "trono" autonómico sea para uno de los suyos, al mismo tiempo que en el virreinato de turno se cruzan los cuchillos entre los barones provinciales.

Ese Rey laico y sin corona que es Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal siempre han esperado hasta el final, hasta los últimos minutos para hacer saber a todos lo que su gran dedo había decidido. Y hecho el gesto y tomada la decisión se produce la reacción de la obediente y sumisa " aristocracia" del partido.

Nada de democracia interna, nada de dejar que los militantes andaluces, madrileños o valencianos decidieran quien quieren que les dirija en su lógico afán por conquistar o mantener el poder, nada de candidatos que presenten sus programas y sus ideas.

Se exige disciplina y unidad con la amenaza de ser expulsados de las doradas listas. Incliuso, como ha pasado de forma reciente en Andalucia, se mantiene a un candidato que “no gusta” como Juan Espadas para cambiarlo tras la derrota que se daba por segura en el socialismo autonómico.

Cuando lo que se produce, como ocurrió en 2019 y 2021 en Madrid con Ayuso, el candidato que consigue el poder de forma inesperada se convierte en líder autonómico y con aspiraciones de influencia directa sobre la cabeza central del partido.

En estos días que nos llevarán al mes de mayo, también en el PSOE, se tienen que confirmar a los que están en el poder o elegir a los nuevos candidatos, la lista de dirigentes que tendrán que pelear por unos escaños en las Cámaras autonómicas y municipales, sobre todo en las grandes capitales , primero, y en el futuro Congreso, después.

Muchos deseos de celebrar elecciones internas para ese cometido, muchas menciones de la palabra " primarias", nombres que entran y salen de las páginas y de las imágenes de los medios de comunicación. Hasta qué, de nuevo y desde las llamadas izquierda y derecha, centralista o nacionalista, se habla y elige al otro "monarca" sin corona para llevar la bandera del socialismo, el populismo o el independentismo, y sólo queda quien acompañará y en que puesto a los encargados de buscar su victoria y de propiciar a su mentor la posibilidad de su propio y posterior triunfo en las urnas, a ser posible con mayor ventaja sobre sus oponentes que la conseguida en las últimas elecciones.

Sueña a broma macabra, a oportunismo, a engaño social y mayúsculo que mientras se lanza de forma periódica el debate entre monarquía y república se mantenga el carácter absolutista y aristocrático en las cúpulas de los partidos. Estos, todos ellos, deberían predicar y proponer con y desde el ejemplo. La democracia bien entendida comienza desde las propias organizaciones y desde las bases de las mismas. De abajo hacia arriba, no al contrario.