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El menú político que todos quieren sin sentarse a la mesa
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El menú político que todos quieren sin sentarse a la mesa

jueves 11 de agosto de 2022, 16:44h

Ya han probado el amargo saber de la derrota ( PSOE y Unidas Podemos ) y el nectar de la victoria ( PP ) en Madrid, Castilla y León y Andalucía. La siguiente “desgustación” será en mayo del año que viene, y el gran banquete, el de las elecciones generales, no tiene fecha fija, dependerá de la voluntad de ese “cocinero político” que es Pedro Sánchez. Los platos- las promesas- se conocen y tendrán que presentarlas desde la derecha a la izquierda pasando por los nacionalistas.

A todas las citas gatronomico-políticas van a llegar con el miedo en el cuerpo. Ninguno de los “invitados” sabe dónde le van a sentar y qué cantidad de votos les va a sostener en el futuro. Les tienen miedo, desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo, pasando por Oriol Junqueras y Carles Puigdemont hasta Iñigo Urkullu, con la incognita sin desarrollar que es Yolanda Díez en perenne lucha con el semi desaparecido Pablo Iglesias y su “compañero” Alberto Garzón, hasta llegar a Santiago Abascal y a una Inés Arrimadas que se conformaría con mantener su propio escaño.
Unos lo ocultan diciendo que no es el momento; y otro lo hacen pidiéndolas con urgencia. Dos extremos que se unen en la falta de confianza que cada uno tiene en sus propias fuerzas.
Desde la derecha, en la que hay que meter a los nacionalistas vascos del PNV y a los catalanes del PdeCat, no pasa día en el que no demanden al presidente del gobierno la convocatoria de elecciones generales o amenacen con obligarle a ese trámite, ya sea por la aprobación o no de los Presupuestos Generales, por la situación de Cataluña y el fantasma del artículo 155, o por la acumulación de dimisiones y acusaciones hacia miembros del Gabinete. Antes y ahora, con remodelación y sin ella.
A la cabeza de las demandas están los dirigentes del PP, más por boca de Cuca Gamarra y de Díaz Ayuso que por el resto de sus compañeros . Lo que dicen y lo que desean son dos cosas muy distintas. Hablan para su electorado pero, de verdad, prefieren que la Legislatura se alargue lo más posible para que, mientras tanto, comprueben en otros y en otros ámbitos su propia fuerza como líderes. Desde el poder por mantener los sillones y seguir gobernando; desde la oposición para mantener lo que consideran un beneficioso desgaste por las inevitables medidas energética y de consumo.
Al nuevo presidente del PP no le apetece tener que poner en juego su cargo y su futuro en unas elecciones generales en las que según todos los sondeos su partido va a ganar votos y escaños, pero que a lo mejor es insuficiente para conseguir la investidura y el poder. Si sólo sucediera eso, sería malo pero pasajero, el problema está en la posibilidad cierta de que la desaparición de Ciudadanos y el estancamiento de Vox no sume más que todo el resto de presentes en el Congreso.
Es más que posible que Núñez Faijóo no resista una derrota y que sus enemigos internos demanden otro cambio en la presidencia de los populares, empezando por José María Aznar y terminando por Mariano Rajoy, ya se sabe que el peor de los adversarios es el que se sienta a tu lado. Sabiduría política se llama.
Desde Ciudadanos como grupo y de Inés Arrimadas como líder ocurre lo mismo. Hasta ahora sus ya viejas pretensiones de adelantar al PP fracasaron en las urnas y por dos veces. Creen que tienen una última oportunidad de supervivencia , pero Arrimadas prefiere que llegue - si es que lo hace - tras pasar por la criba de los comicios en las municipales y autonómicas del próximo mayo.
El caso de los nacionalistas es parecido, con matices importantes y diferenciadores. Al PNV no le interesa poner en cuestión sus actuales pactos con el gobierno central. Ni los que consiguió con Mariano Rajoy, ni los conseguidos con Pedro Sánchez. Sus seis diputados valen su peso en oro, pero si las urnas cambiaran el mapa y la futura mayoría parlamentaria no dependiera de ellos, sus demandas y exigencias perderían fuerza. Y mucha. Van despacio pero seguro, consiguiendo ventajas sobre ventajas y sin alarmar en demasía.
En el seno del nacionalismo catalan de derechas la situación es más compleja por la propia división en la que viven por la falta de un liderazgo claro - no lo tienen desde que se marchó Jordi Pujol - y por la acumulación de escándalos, corruptelas y situaciones jurídicas y legales en las que se mueven. Ni Puigdemont, ni Torra, ni Aragonés, ni Junqueras, son capaces de negociar en nombre de la amplia y moderada burguesía catalana; y su distancia respecto al PSOE, al PP, a En Común y hasta a la CUP, se irán alargando en el transcurso de los meses. Los unió el maximalismo de la independencia y poco más.
En el ámbito de la izquierda ocurre lo mismo, empezando por el PSOE, dentro del cual no existe la paz y la concordia de la que aparentemente hacen gala. Parece que las encuestas han dejado de sonreirles y que tras la conquista del poder por Pedro Sánchez puede bajar a los 100 escaños en unas elecciones generales. Se mantendría en el agujero en el que les metieron las dos últimas citas con las urnas, pero que, sin embargo, les han permitido gobernar. A Sánchez ya no le bastaría con ganar - algo que hoy por hoy parece casi imposibleno - tendría que mantener el poder con nuevas negociaciones más complejas que las que le llevaron en junio de 2018 y diciembre de 2019 a La Moncloa.
Lo que en el PSOE y en Pedro Sánchez es esperanza de mantener el poder y el claro liderazgo en la izquierda, en Podemos, Pablo Iglesias, Izquierda Unida, Alberto Garzón y esas Suma que no pone suma dos en la operación, hasta ahora, es incertidumbre. Han conseguido, por fin, ser “partido de gobierno” pese a no participar en él, tal y como no se cansa de repetir el líder Supremo. Tienen Ministerios y hasta una vicepresidencia pero no manejar las claves del poder. Situación que cuanto más dure, mejor, salvo que tuvieran la convicción de que van a mantener lo conseguido a los socialistas, algo que no parece que puedan alcanzar.
Si Podemos baja en votos y en representación parlamentaria, mejor que lo vaya haciendo a nivel autonómico y local que no en el estado. Es la lógica aplastante de las herederos de Iglesias. Y para empezar - y con las diferencias y divisiones internas en torno a las corrientes que lo habitan, con Anticapitalistas al frente - Andalucía reunía todas las características y el resultado no ha podido ser peor: de un laboratorio para un futuro gobierno de unidad se ha llegado a la constatación de mayor división, incluida Teresa Rodríguez, que también se ha se estrellado.
Hecho el recorrido por todos los dirigentes de los grande grupos que tienen representación parlamentaria, la conclusión sólo puede ser una: digan lo que digan en público, desean lo mismo: que sean otros los que se examinen en las urnas.