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La metáfora política de Onetti en Juntacadaveres
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La metáfora política de Onetti en Juntacadaveres

martes 02 de agosto de 2022, 17:49h

Tenía 56 años cuando publicó “Juntacadáveres”. Era 1964 y el uruguayo Juan Carlos Onneti se convertía junto a Julio Cortazar y Jorge Luís Borges en el adelantado del redescubrimiento del español - hoy llamado castellano por la estulticia de la clase política - que convirtió a García Marquez y a Vargas LLosa en los sucesores de José Echegaray, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jimenez y Camilo José Cela en recibir el Premio Nobel de Literatura.

Deberíamos hablar más de aquellos que tomaron Barcelona como su casa y la hicieron universal de la mano de Carmen Balcells y José Manuel Lara, siendo la una catalana e inventora de autores, y el otro sevillano fundador de imperios, el mismo al que Juan Carlos I convirtió en marqués, después de que le diera Jordi Pujol la Creu de Sant Jordi.
Una fortuna cultural dilapìdada por asaltantes de instituciones y vigilantes sin devoción que son incapaces de comprender que la capital catalana, en particular, y Cataluña en general, está amputada sin el idioma que lleva cinco siglos navegando entre cinco Continentes. Los porcentajes matemáticos son lanzas, flechas, dardos, balas y obuses viejos que deberían acompañar las mortajas de sus creadores, al igual que acompañaban los vasos canopos a los faraones en su viaje al más allá.
En la novela, construida sobre el imaginario pueblo de Santa María, que bien podría ser cualquier pueblo de de nuestra España, tan acostumbrada a los caciques de viejo y nuevo cuño, a sus mentiras, envidias, traiciones, avaricias y envilecimiento, Onetti también se adelantó al relato político de la España que vive a caballo de dos siglos. Nuestros gobernantes y sus opositores se han hartado de “juntar cadáveres” de amigos y adversarios. Armarios llenos que, al igual que ocurre con los nichos de los cementerios, se alinean con nombres, fotos y vasos en los que se marchitan las flores de cada año o se llenan de polvo sus sustitutas de plásticos coloreados.
Me ha asaltado la memoria de los años en los que la lectura convertía en magia las palabras que se deslizaban por las páginas, cubriendo de negro, capítulo a capítulo, como si fueran estaciones en las que los andenes se llenaban de pasajeros misteriosos y maletas gastadas que permitían saber sus atrevidas andanzas por aquellos mundos que nos estaban esperando, sin conocernos.
Visitantes oscuros de la necrofagia que se nos impide olvidar y de la corrupción que nos impiden que la olvidemos. Palabras que guillotinan la convivencia y nos dejan mirar los cestos de cabezas cortadas mientras ruge la domesticada multitud a base de pan y circo. Han pasado casi sesenta años, casi tan imposibles de adivinar como eran imposibles las putas de alquiler que recogió el que fuera contable de periódicos y chulo de ensoñaciones eróticas al por menor.
Se escapan los personajes creados por la aplastante prosa de Onetti, y se convierten en carne, sangre y huesos de sus herederos políticos en la que fuera llamada madre patria, esta Mamá Grande que nos dejó a todos el “ Gabo” transgresor, tan amigo de dictadores siempre en traje de faena y puros de su Habana - mezcla de razas, y rica en pobreza - como de las libertades democráticas que le permitieron admirar a Gaudi, sentarse en un bistró del Boulevard Saint Michel, presidir una de las sesiones del Tribunal Russell en la Roma eterna, y mirar a los ojos de piedra de la Estatua de la Libertad. Tantos mundos comprimidos y listos para estallar entre burbujas de ácido achampanado. Esas que sirven para brindar por los otros cadáveres que no somos nosotros.
Iba a poner los nombres reales de nuestros políticos de hoy a los nombres literarios del ayer del escribidor uruguayo, espero que lo hagan los que hayan leído o vayan a leer con urgencia “ Juntacadáveres”. Descubrirán el placer de unir dos mundos.