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Equivocación o chapuza diseñada por el PP
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Equivocación o chapuza diseñada por el PP

Por Rafael Gómez Parra

No es razonable pensar que justo cuando se vota lo más importante, un diputado se equivoque y logre salvar lo que querían los empresarios y Bruselas

La aprobación in extremis y con sorpresa de la reformita laboral de Yolanda Díaz no se sabe si se debió a una equivocación de un diputado del PP amigo de Garamendi o a una chapuza diseñada por Pablo Casado para dejar pasar la ley laboral sin dar su brazo a torcer.

Yo si tuviera que apostar lo haría claramente a favor de la segunda opción porque la primera se sostiene mal entre otras cosas porque es impensable que sabiendo ya que el PNV, ERC y Unión del Pueblo Navarro (UPN) iban a votar en contra, si de verdad te quieres asegurar el echar abajo la reformita aprobada por empresarios y sindicatos no dejas al azar que uno de tus diputados se vaya a equivocar.

El PSOE, que sabía la importancia de la votación, ya procuró que ninguno de los suyos votara por libre y en su casa.

El numerito del diputado Alberto Casero avisando de que el voto certificado por la Cámara no se correspondía con lo que él había hecho o que había querido hacer -cosa que tan siquiera está claro- y luego llegando a todo correr al Pleno para intentar arreglarlo es de película de los hermanos Marx, lo que explica lo nerviosa que se puso la portavoz del PP, Cuca Gamarra, cuando tuvo que hacer el papelón de explicarselo a los periodistas.

Además Casero no es un diputado cualquiera ea secretario de Organización del PP a las órdenes de la vicesecrtetaria Ana María Beltrán, presidenta del PP navarro, aliado de UPN, por lo que no sería extraño que tras saber que los de UIPN se negaban a votar la reformita, alguien en el PP decidiera que Casero se equivocase de tecla.

Eran evidentes las presiones de la CEOE sobre Casado para que dejara pasar la reformita laboral e incluso los gestos que le llegaban desde Bruselas de su propia correligionaria del PP europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pero el jefe de la oposición no quería ceder y de ahí la chapuza que nunca sabremos si fue obra suya o de algunos de los poderes fácticos españoles o europeos.

Al circo se unió la propia presidenta del Congreso, Meritxel Batet que tras anunciar que el decreto de la reforma tenía 175 votos a favor y 174 en contra anunciaba que quedaba derogado provocando el pasmo del presidente del gobierno, Pedfro Sánchez y de sus dos vicepresidentas, Nadia Calviño y Yolanda Díaz que no sabían si habían oído bien.

En el campo conjtrario, los diputados del PP, que tampoco debían entender por qué con 175 votos a favor y uno menos en contra se derogaba el decreto, no les importó en absoluta la incongruencia y se lanzaron a celebrarlo.

Cuando los servicios de la Cámara le advirtieron a Batet de su error y ella dio por aprobada la reformita, el grupo del PP enmudeció y los del PSOE saltaron de alegría como niños en un colegio.

Las palabras posteriores de Sánchez hablando de gran victoria solo pueden entender como un glorioso remate a un día de pan y circo en las Cortes.

Es la primera vez, y no parece que sea la última, que el gobierno PSOE-Unidas Podemos se ve huérfano de los votos de sus aliados nacionalistas y que tiene que sacar su reformita laboral gracias a Ciudadanos, Puigdemont y el PP.

A partir de ese momento tendrá que pensarse muy bien sus próximos pasos. Pero si el PNV, por su parte, o ERC y Bildi, por la suya, querían dar ujna lección al gobierno, tampoco podrán presumir de su éxito, porque también han sido derrotados por las circunstancias. Si su intención era demostrar a Sánchez que sin ellos no podía seguir adelante, ahora ya no lo tendrán tan claro.

Todos y todas salen tocadas del circo organizado en el Congreso por un tema que era unas condiciones de Bruselas para girar a España las ayudas económicas pactadas.

Y todo ello en el día en que los precios de las gasolinas alcazaban precios estratosféricos y la luz seguía disparada.