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El arte de la guerra obliga a mentir siempre
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El arte de la guerra obliga a mentir siempre

jueves 27 de enero de 2022, 11:38h

La mentira se utiliza como arma frente al adversario pero sobre todo como justificación hacia la propia sociedad a la que se intenta convencer de lo justas que son las medidas que se van a tomar desde el poder

Desde que se “inventó” la guerra como forma de dominar por la fuerza a los que se consideran enemigos el primer episodio de todos los conflictos se basa en la mentira. No hace falta ser chino, ni llamarse Sun Tzu, ni escribir un tratado sobre ese “arte” de la destrucción hace dos mil quinientos años. Tenemos muchos y buenos ejemplos que afectan a los españoles de estos tiempos: en la guerra de Irak se mintió con descaro, en la de Siria igual, en la de Libia, en la de Kuwait … hasta llegar a los Balcanes y a Ucrania. La mentira era y es mejor y más efectiva cuanto más grande.

La mentira se utiliza como arma frente al adversario pero sobre todo como justificación hacia la propia sociedad a la que se intenta convencer de lo justas que son las medidas que se van a tomar desde el poder. Sin mentiras es muy difícil movilizar a un país. Hoy la están utilizando desde este lado de Occidente Joe Biden y Boris Johnson como adalides en la defensa de un país que tiene todo el derecho a decidir sin interferencias, pero cuya clase dirigente busca su permanencia en el poder a costa de la seguridad de sus ciudadanos.

Desde el otro lado, con Vladimir Putin en cabeza, se hace excatamente lo mismo. Las llamadas razones de estado son las razones de la minoria dirigente. La Rusia de Putin tiene que conseguir que sus ciudadanos perciban a Ucrania como una amenaza para ellos, y que consideren ese antiguo territorio de la URSS como un pedazo de la “madre patria”.

El Imperio soviético no existe hoy. Entre el aleman Helmut Kohl y el norteamericano Ronald Reagan le tomaron el pelo a Mijail Gorbachov. El padre de la “perestroika”, en el mejor de los casos, pecó de ingenuo, de creer que los acuerdos basados en las palabras y no en las formas escritas tenían algo de valor, que la destrucción que emprendió de la URSS y del Pacto de Varsovía conllevaba, al menos, que la OTAN no avanzaría hacia el Este y que, al perder la referencia de su enemigo, se iría diluyendo dentro de una unión europea que sigue sin saber qué hacer como bloque político, económico y social.

Entre un Biden, que sigue marginando a España pese al inmediato y generoso ofrecimiento militar que ha hecho el presidente Sánchez, y un Putin aferrado al poder desde hace 23 años tras pasar por la dirección de la KGB, no pueden existír dudas.

En Occidente se cambian a los dirigentes y se ponen plazo a sus mandatos, la democracia tiene muchos problemas y defectos pero es enormemente mejor que cualquier dictadura más o menos encubierta. El problema para la Europa de los 27 es que apenas cuenta a la hora de las decisiones, y en ese territorio nuestro país cuenta aún menos, diga lo que diga el flamante secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stolotenberg, con sus mensajes de agradecimiento hacia España por su pronto reacción. Para confirmarlo podemos recurrir a Javier Solana, durante cuatro años responsable “político” de ese organismo, y el hombre con mayor experiencia en ese terreno político militar desde su puesto de ministro de Exteriores en 1992 a nuestros días, pasando por su puesto de Comandante en Jefe de la UEFOR.

Rodeados de mentiras los españoles de base, los que escuchan noticias y comentarios sobre la tensión en Ucrania, es difícil que puedan elegir entre lo malo y lo peor. Nuestra experiencia democrática nos dice que todas las guerras que hemos vivido y en las que de una forma u otra hemos participado no han logrado los objetivos que nos “vendieron” como imprescindibles para que esos países, en los que morían a miles sus ciudadanos, hayan mejorado en cualquiera de los aspectos que podemos considerar como homologables con los que tenemos en España.

Si tras el rápido posicionamiento de Pedro Sánchez en el conflicto ucraniano está el problema con Marruecos y la defensa de Ceuta y Melilla se podría entender como un mal necesario, pero mucho me temo que ni con el envío de fragatas y aviones de combate a la frontera con Rusia nos vamos a ganar el compromiso de USA y de la OTAN en la defensa de las dos ciudades españoles del norte de Africa si el Rey alauita decide, al igual que hizo su padre, “invadir pacíficamente “ ese territorio que viene reivindicando desde mucho antes de que se conformara Marruecos como un país regido por un Rey descendiente del mismísimo Mahoma.

Está en juego el primer puesto en el mundo global del siglo XXI, con sus minerales estratégicos, su energia necesaria, sus empresas competitivas, su desarrollo tecnológico, sus gobiernos embarcados en luchas partidistas, sus ciudadanos preocupados por su futuro y el de sus familias. Putin no puede ganar en esta partida, pero tampoco va a aceptar una derrota. Estamos en el tiempo de las amenazas y ahí debería quedarse. Mientras tanto nuestro Gobierno está dividido, la oposición de derechas está dividida y los nacionalistas se frotan las manos. Es posible que la única que ha dicho la media verdad sea la ministra de Defensa. Margarita Robles no puede contar todo y está haciendo lo que le toca hacer. Su información es mejor que la del resto del Gabinete. Hay demasiados elecciones políticas en demasiados países con demasiados problemas económicos.