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La humillación compartida que sufre todos los días Nadia Calviño
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La humillación compartida que sufre todos los días Nadia Calviño

jueves 02 de diciembre de 2021, 18:21h

Un día sí y al otro también, nuestra vicepresidenta primera lo intenta pero choca contra ese Leviatán sin rostro aparente que llamamos "mercados", los líderes políticos de Europa ( y por supuesto de España ) han decidido convertirnos en súbditos de don Dinero, que es a quien adoran aquellos que ponen ojos y voz a los "mercados".

Es una humillación compartida por sus colegas europeos, desde la propia Comisión al Parlamento de Estrasburgo. Una situación que de mantenerse mucho tiempo puede romper aún más nuestra convivencia y hasta la propia estructura europea.

España está peor que Italia, Francia o Alemania, y mucho peor que Holanda, Austria y Finlandia, es verdad. El norte rico contra el sur pobre. Los ahorradores, aseguran, contra los que despilfarran sus recursos. Somos más débiles y más vulnerables. Todos los datos macro económicos lo dicen, por más que se empeñen desde el gobierno en llevar la contraria a la OCDE, al BCE y a los informes periódicos de los grandes bancos mundiales.

Es una metástasis económica que afecta de forma muy directa al sentido último y básico del sistema político construido en Europa a lo largo del siglo XX y este principio del XXI. Dejamos de ser ciudadanos de democracias constitucionales y convertimos las Cartas Magnas de los países, las razones supremas de la convivencia en meros instrumentos al servicio de la riqueza de unos pocos. Unos pocos que han convertido una mentira como la de la deuda soberana de las naciones y los estados en el mejor de los yugos posibles. Tanto debes, tantos derechos pierdes.

Si las deudas soberanas existen, que existen, es tanto por la dejadez y estulticia de los gobernantes como y sobre todo por la actuación de los que "dirigen" y manipulan los "mercados" en provecho propio a través de mecanismos tan poco transparentes y controlables como los de los "derivados", ese dinero falso, esa suma de hipotecas, bonos, warrants, obligaciones convertibles, emisiones de todo tipo que han sido y son la mayor de las estafas piramidales de la historia.

Una estafa perpetrada por la suma de actuaciones individuales - en el mejor de los casos y sin entrar en teorías conspiratorias de grupos o países - que buscaban el mayor beneficio personal al poder operar a nivel planetario sin apenas controles y con la colaboración y la complacencia de algunos dirigentes políticos.

Así llevamos doce años, por no remontarse más al´á de la crisis de 200872009 con las subprime inmobiliarias como excusa para la debacle financiera: usted país tal o nación cual nos debe tantos miles de millones y como no puede pagarnos ni el principal de la deuda, ni los intereses de la misma, le volvemos a dejar más dinero a más largo plazo y a un interés mayor, con lo que nos deberá un poco o un mucho más que antes y nunca podrá devolverlo. Y así hasta el infinito. Es lo que ha pasado en Grecia, lo que ha pasado en Portugal e Irlanda. Lo que está pasando en Italia y España. Y de laque quieren salvarse Francia y Alemania. La misma deuda que los llamados frugales se encargan de convertir en un pescados saco de piedras para el resto con la excusa - sobre todo en el caso de Holanda - de que ellos han hecho las “cosas” bien, dejando a un lado su carácter de las trampas fiscales que utilizan.

Mientras eso sucede nuestros representantes políticos colocan esa obligación de "devolver" lo que les han dejado a los respectivos países dentro de los textos constitucionales, por encima de cualquier otro derecho consagrado con anterioridad, desde la educación a la sanidad, desde la vivienda a las pensiones. Y lo hacen al margen de los ciudadanos y de sus opiniones. Lo aprueban en los órganos legislativos apoyados en unas mayorías parlamentarias y en unos partidos que se arrogan la voluntad popular sin haber llevado en sus programas electorales ese tipo de medidas y ese tipo de reformas en la Ley de leyes.

Si la Europa del "estado del bienestar" tiene que morir o desaparecer lo mínimo que deben hacer los políticos y los partidos que piden la representación ciudadana en las urnas cada cierto tiempo es presentar ante todos las medidas que piensan tomar y las razones para hacerlo. Dejar todo el ejercicio democrático de una sociedad a la emisión del voto es convertir a esa misma democracia en rehén de la minoría dirigente de los partidos, quienes a su vez y de manera endogámica se reproducen desde el interior de los mismos sin "abrirse" apenas a la sociedad de la que surgen y a la que aseguran servir.

Si como parece vamos a tener más obligaciones y menos derechos, si vamos a tener más impuestos y menos percepciones de todo tipo, desde la educación a la sanidad, y si lo que aparece en el horizonte inmediato es el alejamiento de los ciudadanos de las decisiones que marcan el día a día de sus vidas, lo que podemos estar viviendo ya es el primero de los episodios de una o unas democracias meramente formales en su estructura y en sus declaraciones de principios, pero convertidas en instrumentos de carácter mucho más totalitario de lo que estarían dispuestos a reconocer sus interesados o ciegos impulsores.

Mirar a Europa es un buen ejercicio. En las descafeinadas y recurrentes cumbres de jefes de estado se insiste una y otra vez en lo mismo: medidas y más medidas para defender el euro ante el acoso especulativo de unos "mercados" que manipulan unos cuantos directivos, por más que se empeñen en disfrazar esta realidad. Para ello se cambian leyes, se ponen objetivos a una mezcla heterogénea de países con realidades políticas, económicas y sociales diferentes.

Se habla de fiscalidad, de dotar de mayor poder a un Banco Central Europeo ya de por sí bastante mediatizado, de centralizar las decisiones en órganos económicos supranacionales. Y se habla muy poco o casi nada de Política con mayúscula, de política como lugar de encuentro y representación de los ciudadanos.

La tan esperada Constitución europea se ha quedado en el camino. Los actuales órganos ejecutivos apenas representan nada, ni por su capacidad, ni por las personas que están al frente. Ni Ursula von der Layen, ni Emmanuel Macron, ni por supuestos Pedro Sánchez tienen nada que hacer y decir ante el deseo casi inamovible del Banco Central y el FMI.

Para estos malos tiempos en los que vivimos, se empeñan los mismos que los han creado a lo largo y ancho de los últimos 25 años ( no se crean, tengo para mí que la situación actual comienza a gestarse con la caída del Muro de Berlín y la posterior desintegración de lo que fueron la URSS y el Pacto de Varsovia en sus versiones militar y civil, que rompió el equilibrio salido de la II Guerra Mundial) que sólo hay una salida posible, que no hay alternativas al camino que nos señalan, y que tan sólo queda la resignación, la aceptación, la colaboración y el acatamiento. Existen voces discrepantes, voces y nombres que proponen otras salidas, otras medidas para avanzar socialmente pero su eco se pierde entre las murallas en las que habitan los dirigentes políticos.