El primero que de los 5.112.658 habitantes de la Comunidad con derecho a voto lo haga por lo menos el 70% del censo; el segundo obtener 200.000 votos entre aquellos que votaron otras opciones o se abstuvieron y el tercero que que sus dos compañeros de gobernanza autonómica en estos dos últimos años no consigan sentar a ningún representante en la Asamblea
Se va a sentar a debatir esta noche junto o contra sus cinco competidores. No quería pero no ha tenido más remedio. Negarse podía echar por tierra lo que ha conseguido en el último mes, su gran sueño. La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid pide a los madrileños que le den la mayoría absoluta el próximo 4 de mayo. Para que esa petición de Isabel Díaz Ayuso se cumple necesita que se cumplan sus 3 grandes deseos:
Primer deseo: que de los 5.112.658 habitantes de la Comunidad con derecho a voto lo haga por lo menos el 70% del censo, o lo que es lo mismo, que acudan a las urnas 3.578.860 personas. Tan sólo una dos veces lo han hecho.
Conseguida esa primera cifra y para completar ese primer deseo debe alzarse con el 50% de los votos, lo que nos lleva a 1.800.000 papeletas con su nombre al frente.
Segundo deseo: dado que en mayo de 2019 consiguió 714.718 votos debería sumar a esa cifra todos los que consiguieron Ciudadanos, 625.039, y Vox, 285.099. Lamentablemente la suma de los tres se queda en 1.624.856. Para esa ansiada mayoría absoluta debe buscar otros 200.000 votos entre aquellos que votaron otras opciones o se abstuvieron.
Tercer deseo: no es suficiente para llegar a los 169 escaños de esa mayoría absoluta, que su partido consiguió en dos ocasiones, que sus dos compañeros de gobernanza autonómica en estos dos últimos años no consigan sentar a ningún representante en la Asamblea, debe dejarles a cero. Todos los votos que consigan serán papeletas que le sustraigan al Partido Popular.
Dada la escasa posibilidad de que se cumplan los tres deseos al mismo tiempo, lo sensato será que las puertas del poder madrileño se dejen bien abiertas y puedan llegar a los sillones de la Asamblea, y de allí a los de la Puerta del Sol, aquellos compañeros penitentes que en estos días recorren los 21 distritos de la capital y los 178 municipios más que la conforman.
Si la presidenta Ayuso se aleja de ese “ cielo” soñado y pone sus pies en la tierra firme asumirá que Rocio Monasterio y Edmundo Bal - más la primera que el segundo - son necesarios compañeros de andadura electoral y política. Ambos tienen asegurados sus respectivos zurrones de votos, tengan o no sillones en la Asamblea. Las matemáticas del profesor D’Hont son poco o nada dadas a conceder deseos.
Aquellas mayorías absolutas de 2007 y 2011 con 67 y 72 escaños sobre un total de 120 y 129 parlamentarios son hoy un sueño. Allí había 3 fuerzas políticas que pasaron a 4 por la llegada de la UPyD de Rosa Díez.
Si hacemos caso al aluvión de encuestas, el centro que representa Ciudadanos vuelve a estar en crisis; y la izquierda que representó en el inicio de la Transición el PCE y que se transformó en Izquierda Unida se reparte entre Unidas Podemos y Más Madrid. Son “novedades” nacidas a la sombra del descontento y la crisis financiera de 2007 y 2008. Puede que hayan quemado sus reservas y estén dejando abierta, de nuevo, la puerta de un crecimiento del decaído PSOE.
Por la derecha Vox tiene firme voluntad de quedarse, en Cataluña lo ha demostrado hace apenas unas semanas. Su gran prueba para comprobar si lo sucedido es flor de un día o un sólido proyecto que recoja a la parte más conservadora y dura del Partido Popular, una especie de resurgir de la Fuerza Nueva de Blas Piñar y los más nostálgicos de la España franquista, la va a tener en Madrid el próximo 4 de mayo.
De entre todas las formaciones que concurren a las urnas, la mayor contradicción que existe para ese día la protagoniza Edmundo Bal y C’s. Los mismos que quieren “ matarlo”, sobre todo el PP, tienen la sensación de que deberían “ salvarlo”. Lo difícil es acertar.
