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El regreso del Rey ( 10 )

Las inacabables guerras familiares de la Casa Borbón
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Las inacabables guerras familiares de la Casa Borbón

miércoles 10 de marzo de 2021, 12:48h
La historia de la dinastía Borbón, emparentada por pactos matrimoniales con todas las casas reales de Europa desde hace 450 años, se escribe desde el interior de la misma a través de las inacabables y sangrientas guerras familiares. Los tronos de España, Francia, Italia, Países Bajos, Austria-Hungría, Reino Unido y hasta Rusia estaban en juego y movían las ambiciones de sus protagonistas.

En España una parte de esas guerras comienza en 1700, pero se había gestado mucho antes ante la evidente decadencia de los sucesores de Felipe II, hasta llegar al desastre de Carlos II y el reparto del Imperio español que hacen el resto de las potencias europeas.

El apellido Borbón aparece por todas partes, entre los que ganan y entre los que pierden; entre los que llegan al trono de forma directa y los que tienen que sortear muertes inesperadas, entre los que pactan con los Orleans y los que se rigen bajo la larga mirada de la familia Médicis unos y otros negociando matrimonios, nulidades y amancebamientos con el Papado de Roma, dos de ellos españoles y valencianos, los Borgia.

Para evitar un recorrido por la historia - no por la oficial, que en poco o nada se parece a la real - nos vamos a quedar en los últimos 45 años: Juan Carlos I llega al trono tras haber chocado con las legítimas ambiciones dinásticas de su padre. La Corona de España bien valía el sacrificio de Don Juan., convertido para la posterioridad en Conde de Barcelona pese a los deseos de su padre Alfonso XIII, deseos que dejaron a Jaime, el primogénito, a un lado por su sordera.

De ese cambio llegarían dos nuevos choques dinásticos con las otras ramas Borbón, la que representaba el aspirante carlista, Carlos Hugo, y la de los hijos de Jaime, uno de ellos, Alfonso, casado por “conveniencia” con la nieta de Francisco Franco.

Enfrentamientos sin sangre pero sin olvido. Alfonso moría en un accidente de esquí en 1989, su hijo mayor, Francisco había muerto 5 años antes en un accidente de tráfico, y el actual Duque de Cádiz y aspirante al trono de Francia tiene que competir con otra de las ramas Borbón en el país vecino.

Matrimonios pactados en distintas circunstancias pero con el mismo objetivo e idéntica ambición: el poder y la continuidad de la propia familia. Es fácil de seguir la trayectoria en los últimos 50 años. Juan Carlos se casa con Sofia de Grecia más por imposición familiar y del Caudillo, lo había intentado con otra de las familias “clásicas” en la historia de la realeza europea, los Saboya, dinamitada por el propio padre del hoy Rey emérito tras un viaje en su yate por aguas del Mediterráneo.

En ese clima que afectaba a la Casa Borbón - y al resto de las Monarquías europeas y los matrimonios de los herederos - la imagen de desmembración familiar de los “felices años 90” terminó por alcanzar a los entonces Príncipes de Asturias, con Felipe de Borbón quedándose en Mallorca al lado de su madre, Letizia viajando sola a Madrid, sus hijas regresando a la capital con su abuelo, y una situación de inestabilidad personal que perjudicaba ya en los primeros años del siglo XXI de forma notable al heredero de la Corona, al que no le hacían ningún favor el coro de instigadores de un cambio en la Corona.

Los mismos que durante más de treinta años le habían protegido y respaldado, que habían realizado jugosos negocios gracias a su presencia, que habían aceptado el corrupto juego de las comisiones internacionales, instaban a don Juan Carlos a una renuncia que no deseaba, ni estaba dispuesto a realizar. El 8 de octubre de 2008, en la inauguración oficial del Distrito C de Telefónica el propio Rey nos lo confirmó a sus entonces tres interlocutores.

Se estaban abriendo las puertas de un nuevo futuro y pese a que el entonces Rey no lo había pedido, ni buscado, ni había hecho el más mínimo gesto para que, los que en ese posible cambio - con el Consejo de la Competitividad en el centro de todas las conjuras políticas y económicas posibles -buscaran una rentabilidad de futuro, la presión personal, familiar y mediática terminaron por influir en el ánimo del Monarca y llevarle a decir adiós al trono creyendo que en la negociación y en el mantenimiento de su condición de Rey se ponían varios candados a posibles problemas judiciales en el futuro.

Se equivocó y no tardaría mucho en darse cuenta. Los republicanos estaban esperando, sus “hermanos” nobles estaban esperando, un país en crisis estaba esperando. Tendría y tuvo que marcharse a un exilio de oro pero exilio al fin y al cabo, lo mismo que había hecho su padre, su abuelo, su bisabuela, su tatarabuelo, cinco generaciones de Borbón purgando sus “pecados” ante la España capaz de pedonar y destruir con idéntica facilidad.

Es cierto que sin la crisis económica y sin la crisis política y social que se desencadena a nivel mundial en 2007 y en España con mayor intensidad, todo lo que acontece en el inicio del siglo XXI en la Familia Real no sería la misma. Pero junto a esa realidad coyuntural estaba y permanece la realidad de fondo, la que va a obligar a los responsables políticos a poner todo de su parte para que los problemas familiares no se mezclen con los institucionales e incluso con los estructurales del estado.

Aquellos que creen o defienden que el primero de los cambios que deben tener lugar en España son los de la Corona se equivocan. Antes de abordar los problemas de la Monarquía, incluso si se tiene que poner en cuestión su propia existencia, se deben resolver los otros. Lo que no se les resta ni un gramo de responsabilidad a cada uno de los miembros de la Familia Real, que tienen como gran primer reto ante los ciudadanos el dar ejemplo, algo aparentemente muy sencillo pero, como vemos a lo largo y ancho de los últimos doscientos años, muy difícil de cumplir.