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El modelo italiano: llamar al dinero para arreglar la política
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El modelo italiano: llamar al dinero para arreglar la política

miércoles 17 de febrero de 2021, 18:08h
En Italia no lo dudan, cuando fallan los políticos recurren a los expertos en los dineros. En los últimos 30 años lo han hecho cuatro veces. Murieron la Democracia Cristiana de Andreotti,de, el Partido Socialista de Craxi y el Partido Comunista de Berlinguer. Nacieron nuevas siglas y repitieron las mismas crisis. Hoy le toca a Mario Draghi.

En 1992 las elecciones dieron la victoria, con un tercio de los diputados, a los democristianos pero un año más tarde, los sucesores del “tripartito” que había englobado a todas las fuerzas políticas tras la Gran Guerra y la derrota del fascismo italiano de Mussolini, los “representantes del pueblo” no tenían más remedio que reconocer su impotencia para formar un gobierno estable y llamaron, para que les sacara de la grave crisis económica, que padecían al entonces Gobernador del Banco de Italia.

Carlo Aziglio Ciampi dejaba de controlar el mundo del dinero para intentar controlar a unos dirigentes políticos que se mostraban incapaces. Estuvo casi dos años en el puesto y cuando lo dejó, para ser presidente de la República y luego senador vitalicio; de nuevo el mundo político tuvo que recurrir a otro técnico de los asuntos del dinero, Lamberto Dini, que además de convertirse en primer ministro estuvo al frente de otras tres carteras ministeriales, la de Hacienda, la de Justicia y la de Asuntos Exteriores. La inmensa sombra de Andreotti siempre presente en la vida pública de ese país.

Dini convivió con tres primeros ministros tan distintos y distantes como Massimo D`Alema, Giuliano Amato y Silvio Berlusconi. Todo en apenas siete años.y que dejaba bien a la vista la degradación de la política transalpina. Fiel a su ciudad de nacimiento, Florencia, y a la historia que llegaba con el paso de los siglos de las grandes familias como los Medici y los Pazzi, en su condición de ministro dejó el dentro derecha para pasar al centro izquierda, y de ahí a fundar su propio partido, “Renovación Italiana”, a medio camino entre el liberalismo y la socialdemocracia. Lo que sería en la España de hoy el partido Ciudadanos.

Nuevo siglo y viejos problemas con el protagonismo de Silvio Berlusconi como un adelantado de lo que iba a ocurrir en Estados Unidos unos años más tarde con Donald Trump. Dos empresarios de éxito, con tendencias a la exageración y a una teatralidad bien recompensada en las urnas, que evidenciaron en ambos países el cansancio de los ciudadanos votantes hacia la tradicional clase política que gobernaba desde Roma o desde Washington.

Incapaces de ponerse de acuerdo para gobernar tuvieron que “llamar” Mario Monti para que hiciera de puente entre unas elecciones y otras. El Comisario europeo - que había trabajado bajo la presidencia de Romano Prodi - dejó Bruselas y se embarcó en arreglar los problemas de su país. En la presidencia de la República, de quién recibió el encargo, estaba el viejo comunista Giorgio Napolitano. Se dejaban a un lado las enormes diferencias políticas entre un marxista gramsciano y el antiguo director de las Trilateral y el Club Bilderberg en Europa. El “ensayo” que habían hecho en España Julio Anguita y José >María Aznar terminó con. El presidente del PP convertido en jefe de Gobierno durante ocho años y con el PCE al borde la la desaparición.

La “fineza” italiana en nada se parecía a la “grosera” manera de entender la vida pública de los dirigentes españoles, más preocupados este últimos en la destrucción del adversario que en la construcción de vías de entendimiento que ayudaran a nuestro país a salir de la brutal crisis financiera que se desató en 2008 y que terminaría con una “erupción contagiosa” de la corrupción que ha llevado al Rey Juan Carlos la “exilio” voluntario y a una parte de los herederos del PCE al Gobierno tras una inesperada y triunfante moción de censura apoyada interesadamente por las principales fuerzas nacionalistas de Cataluña y Euskadi.

Ensayos de tripartitos imposibles y abundancia de egos sobrevalorados han llevado a Italia a intentar por cuarta vez en los últimos treinta años en dejar al frente del Gobierno al más característico y emblemático de los representantes del mundo del dinero, Mario Draghi, el hombre que se propuso salvar al euro de su desaparición, que no pudo mantener a Gran Bretaña dentro de la Unión Europea dada su evidente lejanía con la auténtica líder del Viejo Continente como ha sido la alemana Angela Merkel, y que supo enterrar muy hondo, desde la presidencia del Banco Central Europeo, su responsabilidad al frente de Goldman Sachs para el Continente en la crisis griega, aconsejando a Kostas Karamanlis, hasta que se descubrieron todas las trampas que el país helena hacia con su deuda pública.

Sus diez años de enseñanzas en la Universidad de Florencia le unen con Matteo Renzi, el exalcalde de la ciudad toscana, que llegó a primer ministro e intentó estar por encima de casi todo. Un modelo para nuestro Pedro Sánchez por su intrepidez y facilidad para cambiar de discurso siempre que la ocasión lo merece. Renzi ha sido el primero en avalar el nombramiento de Draghi, a la espera de que “arregle”las cuentas de las República y pueda volver a presentar su candidatura.