Un filólogo por un periodista. El ya ministro Guirao iba para presidente del Instituto Cervantes cuando se cruzó en su camino la dimisión del breve ministro Huerta. Los dos tienen bastante más de lo que parece en común. Para empezar la segunda palabra de su Ministerio, Deporte, les es bastante ajena y lejana. Si su antecesor se estrenó en las pistas tenísticas del Roland Garros parisino, a apenas tres horas de distancia de la capital española, don José lo tendría que hacer en el lejano estadio ruso de Sonchi, dieciseis horas de viaje y su primer Consejo de Ministros por medio. Mejor dejarlo para otro día, que esperemos que los haya a lo largo del campeonato pese al abrupto e inesperado cambio de entrenador.
Tiempos nuevos y sustos viejos, los que se producen por la ansiedad, la soberbia, el orgullo y el dinero, que nes quien más aparece en las escenas de estos días. Por orgullo y dinero se quedó la selección española de futbol sin jefe a 48 horas de su primer y difícil partido ante Portugal. Por medio el presidente de la Federación que prefirió sacar el orgullo y la soberbia a pasear antes que pensar en lo que estaba en juego. Si Julen Lopetegui y Florentino Pérez se equivocaron, con don dinero por medio, por supuesto, el error del recien elegido presidente ha sido mayúsculo.
Si dejamos a un lado el futbol y el deporte - del que poco o nada sabe el nuevo ministro sin que sea un problema si acierta en la elección del Secretario/a de Estado - y pasamos a la economía, lo que ha pasado en uno de los bastiones del mundo empresarial español también es inédito: se sabía lo que iba a ocurrir en El Corte Inglés con su presidente. Las hermanas Alvarez no querían que su primo Dimas Gimeno siguiera al frente de la compañía y con unas cuentas decenas de millones por medio y acusaciones de irregularidades por ambos bandos, se llegó al Consejo extraordinario que terminó con la destitución. Nuevos tiempos para una de las empresas sistémicas españolas, condrama familiar por medio y la esperanza de que la gestión se profesionalice hasta el extremo de que la guerra entre accionistas no ponga en peligro los cientos de miles de puestos de trabajo que dependen del coloso del comercio.
En esta España nuestra estamos asistiendo en vivo y en directo a uno de esos acelerones de la historia que tanto nos gustan a los que aquí vivimos. Dicen que el canciller Bismarck dejó un retrato de este país casi perfecto: España para él era el país más fuerte del mundo, sencillamente porque los españoles llevábamos siglos intentando destruirlo y no lo habíamos conseguido. Si repasamos nuestra historia habrá que darle la razón. Estamos como estamos desde que los tiempos tienen uso de razón y eso es ir más allá de aquel año 1.700 en el que la familia Borbón aterrizó en España para disputarle el trono al entonces archiduque de Austria. Y seguimos intentándolo.
Basta con mirar a otro de esos sustos primaverales que nos ha traído el mes de junio, ese mes en el que el próximo martes se cumplirá el cuarto aniversario de la abdicación de Juan Carlos I y la llegada al trono de Felipe VI, para comprobar que cuando nos ponemos a dar ejemplo de desastres no nos gana nadie. Será una celebración muy agridulce para la Corona pues es más que posible que en esa fecha el yerno del primero y cuñado del segundo esté en prisión o a punto de ingresar en la misma para empezar a cumplir una condena de casi seis años. Una situación inédita en España e inédita para cualquiera de las monarquías reinantes en Europa. Hasta en eso, también vamos a ser diferentes.
Habrá que ser pacientes en la observación y estar más que dispuestos a que la actualidad no nos defraude y que, antes de que el verano se instale de forma oficial, podamos conseguir algún nuevo record de escándalos, dimisiones, zancadillas, sustos, acciones judiciales, nombramientos, ceses...seguro que aparece algún “agujero negro” por aquí o por allá y subimos en el ranking del libro Guinnes.
